Segunda intervención para rectificación de hechos del Senador Mario Delgado Carrillo, durante la sesión del periodo extraordinario del Senado de la República


Mario Delgado

Gracias, presidente. A ver un tema importante del Fondo Mexicano del Petróleo. Tenemos que trabajar bajo el escenario de que las empresas petroleras van a hacer todo lo posible por quedarse con una mayor renta petrolera. La renta petrolera va a estar en disputa entre el Estado mexicano y las empresas. Si gana más el Estado le queda menos a las empresas, si ganan más las empresas le queda menos al Estado mexicano.

Nos dice la literatura, nos dice el Premio Nobel Stiglitz, nos dice el Premio Nobel que siempre van a hacer trampa. La posibilidad de trampa es real y muy grande en todos los momentos de la transacción. ¿Por qué? Porque la tentación es muy grande. Variar, hacer trampa en algunos centavos representa utilidades de millones de dólares, entonces la posibilidad de que hagan trampa es muy grande. Menciona dos casos, dos experiencias que tuvo él como observador independiente: en 1980, el caso de Alaska, Alaska es un estado en Estados Unidos que tiene riqueza petrolera. Tenía un contrato, tenía una concesión donde la empresa petrolera le tenía que pagar el 12.5 por ciento de los ingresos brutos como regalía, menos el costo de transporte de traer el petróleo del Círculo Polar Ártico, que es de donde se estaba extrayendo. ¿Qué hizo esta empresa petrolera? Pues resulta que le empezó a inflar en centavos, en centavos, por cada galón de petróleo que multiplicando esos centavos por los millones de barriles resultó en miles de millones de dólares. Encontraron también otras muchas formas de hacer trampa. Por ejemplo, a ver si les suena conocido con lo que nos advirtió Silva Herzog: la venta de petróleo a sus propias filiales, por debajo del precio internacional, el uso de filiales para enviar el petróleo, es decir, la compañía de transportes también era una filial y por supuesto elevaba el costo del envío. Ensamblar cada pieza del rompecabezas era muy difícil de detectar, en todas las transacciones, y el gobierno tuvo que financiar una buena cantidad de investigadores, fiscales, analistas, para desenmarañar esta trama, a un costo de millones de dólares, por supuesto, para el gobierno. Al final del día descubrieron el engaño, descubrieron que estaban haciendo trampa y además que había ocurrido a una escala masiva y se extendía a otros asentamientos de la concesión, no sólo al que fue detectado en el origen. Y empresas tan reconocidas, tan famosas como BP, como Exxon Mobil, como Conoco Phillips resultaron descubiertas y el fraude ascendió a más de seis mil millones de dólares.

Otro caso: en Alabama, Alabama contra Exxon Mobil Corporation. Aquí el juego era muy sencillo: las regalías que tenían que pagar no las podían deducir de los costos y tampoco podían utilizar el gas que extraían para utilizarlo también como parte del proceso de exploración. Fíjense nada más: dos variables. Deducción de regalías y el gas para usarlo en su propio proceso de extracción, para alimentar los pozos. El contrato decía claramente que no podían deducir las regalías de los impuestos por pagar y que no podían utilizar el gas que sacaban para autoconsumo. Durante el juicio, encontraron documentos internos de la Exxon donde se pusieron a analizar y dijeron: A ver, ¿cuál es la posibilidad de que nos cachen? Pues son mínimas. ¿Y si nos cachan cuánto es la multa? Pues es una lana. ¿Y cuánto estamos ganando? Muchísimo más dinero. Pues entonces nos conviene. Hagamos trampa. Se fueron a juicio y el gobierno de Alabama logró que se le pusiera una multa a Exxon por casi 12 mil millones de dólares y recuperó más de 63 millones de dólares en multas no pagadas.

¿Por qué vienen a cuento estas historias? Por una sencilla razón: hay un cambio fundamental y grave en la naturaleza del Fondo Mexicano del Petróleo. En teoría iba a ser un fideicomiso administrado por el Banco de México, prácticamente virtual, sin mucho personal, dedicado a recibir dinero, a hacer algunos pagos, mandar dinero al Presupuesto. Pero al cambiar la naturaleza del fondo, al darle la facultad de administrar y supervisar los contratos vean en el lío en que lo estamos metiendo. ¿Cuánta gente y especialistas va a tener que contratar el fondo? ¿Y está preparado para ello? No. Vamos a crear una infraestructura en el fondo que se supone que iba a dedicarse exclusivamente a administrar el dinero. Me parece un gran despropósito que estemos haciendo esto con el fondo. ¿Qué es lo que se puede hacer siempre en estos casos? Lo recomiendan, siempre lo dijimos a lo largo de todo el debate que empezó en diciembre: fortalecer instituciones antes de privatizar, obligar a las empresas a tener altos estándares de desempeño, y evaluar cuidadosamente los contratos, son las recomendaciones internacionales.

Me dio mucho gusto que a muchos senadores les haya gustado los pasajes que leí de Silva Herzog, de su libro Nueve estudios mexicanos. Me da mucho gusto además que lo hayan escuchado con atención porque es una lección muy clara de la historia, es una lección que nos dejan los grandes mexicanos como Narciso Bassols, como el propio Silva Herzog y Luis Cabrera, que fueron citados en sus pasajes. Qué bueno que les gustó porque les dejé para el final lo mejor:

Un párrafo que a mí me conmovió profundamente y me sacudió la conciencia: Estoy seguro que hoy todos nosotros nos lo vamos a llevar en nuestra cabeza. Estoy seguro que también les va a retumbar en sus conciencias. Después de describir la epopeya petrolera, como la llamó Silva Herzog, después de describir la lucha que dio nuestro país, un país mediano, con escasos recursos, apenas naciente en la comunidad internacional contra estas dos grandes empresas: la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell, después de haberles ganado la batalla, un país pequeño como el nuestro, a esos gigantes internacionales, monstruos económicos inmensamente ricos, inmensamente poderosos, plenos de ambición de dominio, nos hace una advertencia clarividente. Nos dice Silva Herzog:

“Pero no hay que hacerse ilusiones ni pecar de optimismo. No hay que vivir alegres y confiados porque esas dos grandes unidades económicas: la Standard Oil Company, de New Jersey, y la Royal Dutch Shell están en pie. Están en pie de lucha y no se han resignado a la derrota, y aprovecharán la primera coyuntura para la revancha”.

Y de todo esto se desprende que nosotros debemos estar gritando constantemente al pueblo mexicano: Centinela, alerta. Si en Irak se necesitó la intervención del ejército norteamericano para la revancha, para la venganza de las petroleras, de la nacionalización que la empresa iraquí había hecho en los 70s de esas concesiones, de esas empresas, en el caso mexicano están a punto de cobrar su revancha que, nos advirtió Silva Herzog, tomarían a la primera oportunidad, gracias a un ejército de legisladores que tras la máscara de la modernización ocultan un negligente e indolente rostro apátrida.

Muchísimas gracias.