Versión del senador Antonio García Conejo, del Grupo Parlamentario del PRD, para referirse al centenario del asesinato de Emiliano Zapata


Ciudad de México, 10 de abril de 2019

*Versión del senador Antonio García Conejo, del Grupo Parlamentario del PRD, para referirse al centenario del asesinato de Emiliano Zapata.*

Con su permiso presidenta de la Mesa Directiva y demás integrantes, queridas senadoras, senadores, medios de comunicación y público presente; muy buenas tardes a todas, a todos.

“Todo aquel que se sienta en la silla presidencial, tarde o temprano se corrompe. Voy a decir verdades amargas, pero nada expresaré a ustedes que no sea cierto, justo y honradamente dicho”; palabras de Emiliano Zapata.

Esta tarde, para el Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática es un honor dirigir unas palabras a esta Asamblea, en la fecha histórica de hoy en que recordamos a don Emiliano Zapata Salazar en el centenario de su asesinato; una fecha en la que más que hablar de su muerte, que si bien es el inicio de su mito y leyenda, es necesario hablar de su vida y del legado valioso que dejó a las y a los mexicanos con su ejemplo.

Sin el Caudillo del Sur es incomprensible el rumbo que tomó la Revolución Mexicana, ya que si bien la causa por la democracia era justa, la denuncia del atraso en que vivían las comunidades indígenas resignificó el movimiento y amplió la lucha por una democracia horizontal.

Zapata fue impulsor de los valores más altos de las demandas agraristas como son la justicia social, la libertad, la igualdad, la propiedad comunal de las tierras y el respeto a las comunidades indígenas, campesinas y obreras de México. Su lucha inició como lo refiere el gran poeta Pablo Neruda, “cuando arreciaron los dolores en la tierra y los espinares desolados fueron la herencia de los campesinos”, de esa forma su ascendente continúa vivo, no sólo en el imaginario colectivo sino en el Plan de Ayala, el cual dio forma a muchas de las garantías sociales que tutelan nuestra norma suprema.

La lucha de Zapata visibilizó las demandas, pero también a las comunidades indígenas, a ese México profundo como lo llamó Bonfil Batalla y el cual se apropió de los valles, las ciudades y entidades donde el Ejército Libertador del Sur se hizo presente. No imagino el asombro de las y los habitantes de la Ciudad de México, el 6 de diciembre de 1914, cuando los ejércitos de Villa y Zapata entraron triunfantes a esta capital, ese día las y los campesinos dejaron de ser negados y se sentaron a la misma mesa y entraron a los mismos lugares donde antes se les impedía el paso, esos lugares donde su voz no tenía eco.

En aquel día ambos caudillos entraron al Palacio Nacional y al contemplar la silla presidencial entendieron que la suya no era una lucha por los cargos políticos o por el poder, sino por la justicia; por ello el Caudillo del Sur es ejemplo de lucha, pero también de mesura y de templanza al momento de ejercer el poder.

El suyo no fue un poder unipersonal, ya que si ello hubiera sido así, su lucha no sería válida ni tendría la significación que las y los mexicanos damos a su figura y su causa, su ejemplo ha calado hondo en las comunidades de todo México, está presente en la literatura, en la cultura y el arte. Su mito ha traspasado las fronteras y ha fascinado a propios y extraños, como a Carlos Fuentes, Pablo Neruda o Gutierre Tibón.

Por lo anterior, a 100 años de su desaparición física, Zapata vive y mientras no hayamos resuelto las demandas de las comunidades indígenas, mientras haya atraso en el reparto agrario, mientras hombres y mujeres no tengan los mismos derechos de la propiedad y mientras haya comunidades explotadas en sus recursos naturales por las empresas nacionales o extranjeras, el legado de Zapata no estará cumplido.

Por ello tenemos que continuar trabajando para hacer letra viva el ejemplo del caudillo; esta efeméride es recordatorio de su vida, pero también de la deuda con los principios de libertad y justicia que aún siguen vigentes. Zapata vive y la lucha sigue.

Muchas gracias.