En el marco del seminario internacional Renta Básica y Distribución de la Riqueza, que se realizó esta semana en el Senado de la República con los auspicios de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) Subsede Regional México, y el Instituto Belisario Domínguez de esta misma Cámara, se obtuvieron importantes conclusiones.
Pero quizá la más importante es que la renta básica universal o ingreso básico ciudadano ha dejado de ser sólo una idea para comenzar a ser una realidad en términos de política pública de algunos países como Brasil, India y Namibia, así como en el estado norteamericano de Alaska; incluso los gobiernos y parlamentos de Finlandia y Suiza están próximos a emprender la puesta en marcha de este nuevo modelo.
Soy partidario e impulsor de la renta básica, estoy convencido que para México es momento de estudiar su viabilidad y puesta en marcha, ya que la actual política social ha fracasado en el combate a la pobreza.
Justo hace un año presenté en el pleno del Senado la iniciativa de reforma constitucional al artículo 25 para establecer en México el Ingreso Básico Ciudadano (IBC).
Dicha iniciativa contempla el derecho para todo ciudadano y ciudadana de recibir un ingreso mensual equivalente a un salario mínimo.
Detrás de este planteamiento se encuentra el principio filosófico de que toda persona debe tener una base material mínima que garantice su derecho a la coexistencia social y, por tanto, a su libertad: Nadie es realmente libre si no tiene la existencia material garantizada.
Ya sea que se denomine “renta universal” o “renta básica”, la idea es fundamentalmente la misma: dar una suma de dinero igual para todas y todos, de manera incondicional, otorgada por los poderes públicos y sin condiciones previas, sino únicamente por tratarse de ser ciudadano -en algunos casos se plantea tan sólo por residir en el país, sin otra condición previa-.
Lo importante de esta idea de renta universal es su carácter incondicional que rompe de tajo con muchas de las condicionantes que a lo largo de décadas han mostrado su ineficiencia a la hora de proponer respuestas focalizadas para la reducción de la pobreza y la desigualdad.
Para aplicar el ingreso básico ciudadano se requieren dos acciones principales: Primero, poner un freno inflexible y decidido a la evasión, la elusión y los privilegios fiscales por parte de grandes empresas y de los sujetos con mayor riqueza, distribuyendo el esfuerzo fiscal de forma justa y equitativa.
El segundo, efectuar una revisión profunda y exhaustiva de los actuales programas sociales de apoyos monetarios directos y en especie que sean redundantes, lo que permitirá eliminar el derroche del gasto gubernamental de la asistencia social ineficaz, así como del exceso en la carga presupuestal derivada de la estructura burocrática.
Además, la enorme cantidad de programas asistenciales y otros de carácter social, pero redundantes, fomentan su captura para el clientelismo político y la perversión político-electoral de todos los partidos políticos, ninguno se salva. Esta práctica vería su fin.
La renta básica es una idea que recorre el mundo, tan es así que el próximo 5 de junio se realizará un referéndum para decidir cuál de dos opciones es la que se aplicará en Suiza.
En Finlandia, el gobierno financia estudios para aplicar programas piloto de investigación sobre la aplicación de la renta básica en determinados lugares.
Se realizan, cada vez más, conferencias y seminarios sobre los lugares donde, de un modo u otro, se ha comenzado a aplicar la nueva política pública social; ya bien en Brasil, donde se aplica de manera gradual, o en Alaska, donde lleva un tiempo aplicándose.
El Senado mexicano comenzará no sólo a analizar y discutir la iniciativa que presenté sobre renta básica ciudadana hace un año, sino que también el Instituto Belisario Domínguez abrió la puerta de un estudio para pronunciarse sobre la viabilidad financiera de la propuesta. Trabajaré para ganar adeptos y hacer realidad la renta básica en nuestro país.
Senador de la República por el PRD
Twitter @ SenLuisSanchez
