Trump y la urgencia de un debate nacional / El Financiero


La pesadilla se ha hecho realidad. Con un discurso racista y misógino, armado de una batería de promesas que significarán verdaderas agresiones a México, Donald Trump asumirá la presidencia de Estados Unidos en enero próximo.

 La elección del vulgar magnate ocurre en un escenario que no podía ser peor para México, porque a las amenazas de Trump hay que sumar la existencia de un gobierno nacional prácticamente acabado, débil y confrontado con amplios sectores de la sociedad.

Los efectos de esa decisión del electorado estadounidense, una parte del cual expresó su rechazo a la elite política y financiera de su país, no tardaron ni un segundo en dejarse sentir, con una caída del peso mayor a la registrada a lo largo de todo el año.

Trump ganó la presidencia y los republicanos se impusieron en el Congreso, espacio donde, para hablar de asuntos inmediatos, se aprobará o rechazará el Acuerdo Transpacífico (TPP). Como se sabe, el virtual ganador ha expresado su rechazo a ese tratado comercial, por lo que México debe adelantarse y votar en contra en el Senado. De ese modo se trazaría una ruta y se enviaría el mensaje de que nuestro país está dispuesto a defender sus intereses y los de millones de connacionales que radican en el vecino país y que están resintiendo, ya, los efectos del discurso de odio de quien será presidente de la superpotencia.

El triunfo de Trump muestra la profundidad del rechazo que en amplios sectores sociales despierta un sistema político amarrado al capital financiero y a los intereses de las corporaciones trasnacionales. Es un rechazo explícito a las consecuencia del modelo globalizador, a los efectos dañinos del “libre comercio”.

La SHCP dijo y una y otra vez que el gobierno cuenta con un “plan de emergencia” para un eventual triunfo de Trump. Apenas se confirmó su victoria, el secretario de Hacienda y el gobernador del Banco de México ofrecieron una conferencia de prensa en la que se esperaba dieran a conocer las medidas que nuestro país tomará frente al nuevo mandatario estadounidense.

Pero la conferencia de marras fue un fiasco. Meade y Carstens se limitaron a repetir fórmulas huecas y anunciar que estarán “muy atentos” al curso de los acontecimientos. La conferencia no sirvió de nada, al menos en lo que hace a la maltrecha moneda nacional que se devaluó 10 por ciento el mismo día que los funcionarios salieron con la intención de tranquilizarnos.

Si así comienza el “plan de emergencia” diseñado por el gobierno frente al triunfo de Trump, no podemos esperar nada bueno para el país.

México no puede depender de los balbuceos de un gobierno acabado ni sentarse a esperar los golpes del presidente que asumirá en enero próximo, porque su arribo a la Casa Blanca implica un tablero nuevo en la complicada relación bilateral.

Desde ahora, debe comenzar una discusión profunda y seria de todos los actores políticos y sociales sobre cuál es la ruta que debe tomar la defensa de los intereses nacionales.

Las amenazas proferidas por Trump durante su campaña, incluso las más disparatadas, debe ser tomadas en serio.

Debemos prepararnos para una posible deportación masiva de mexicanos y crear las condiciones para recibirlos. Al mismo tiempo, la nueva realidad exige fortalecer nuestra red consular en Estados Unidos, lo que significa dejarla a salvo de los recortes presupuestales.

Otras medidas que deben discutirse, y que nuestro país debe estar dispuesto a echar a andar en un lapso breve, son, por ejemplo, recurrir a órganos internacionales para demandar el cumplimiento de acuerdos y evitar la aplicación unilateral de barreras arancelarias.

En materia de migración, México debe dejar de ser la policía migratoria de Estados Unidos. Nuestro país debe revisar la “cooperación” que ha brindado a EU al extender, en los hechos, el muro fronterizo del vecino país, lo que se ha traducido en deportaciones históricas, sobre todo de centroamericanos que huyen de la violencia y la pobreza.

El debate nacional urgente ha de poner en el centro la necesidad de disminuir nuestra dependencia, así como la defensa de nuestra soberanía, aunque esa palabra se niegue a entrar en los oídos del grupo en el poder.

La autora es senadora de la República.

Twitter:@Dolores_PL