Renovación ¿para qué? / Reforma


Ernest Hemingway definió el valor: gracia bajo presión. La decisión de Carlos Navarrete -poner a disposición su cargo como Presidente del PRD- es justo eso: Un acto de valor que abre una enorme oportunidad de transformación al principal partido de izquierda del país.

Sin embargo, el debate dentro y fuera del PRD se ha centrado en dos temas: ¿Quién debe ser el nuevo dirigente? Y ¿Deben o no desaparecer las corrientes? A ambos asuntos les llegará su tiempo, pero hoy ni una dirigencia de relevo generacional es garantía de transformación, ni el fin de las corrientes es el único debate trascendente. Antes hay otra pregunta: Renovación, ¿para qué?

Esta renovación tiene que ver con algo más amplio: La transición democrática mexicana. La alternancia partidista y la restitución priista han producido gobiernos sin crecimiento económico, sin igualdad, sin justicia, sin transparencia y sin paz. Por ello, la transición democrática consolidará su ciclo cuando un partido del izquierda llegue a la presidencia de México y enfrente esos desafíos de forma distinta. ¿Será el PRD ese partido? Sí, siempre y cuando decida evolucionar en dimensiones que por años ha mantenido intactas.

El Consejo Nacional del PRD aprobó una hoja de ruta de 9 puntos para la renovación y el relanzamiento. Aquí algunas reflexiones al respecto.

Uno. Ser un partido de firme oposición y claras propuestas. Necesitamos un programa comprehensivo y comprensivo de gobierno que contraste y deje claro: ¿Para qué quiere el poder? y ¿Cómo haríamos las cosas de manera distinta? De otra forma, tendremos una colección de reacciones opositoras coyunturales que, juntas, no configuran una alternativa de gobierno. Un partido opositor que a cada protesta acompaña una propuesta.

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Dos, tres y ocho. Acompañar, verificar, fortalecer y coordinarse con sus gobiernos, legisladores y direcciones partidistas locales. Antes de crear más burocracia y contralorías externas, habría que resolver qué filtros existen para que alguien sea candidato del PRD. La vigilancia no evitará la cooptación por parte del poder -formal o informal- ni evitará las tentaciones corruptoras. Lo que sí puede hacerlo es un nuevo método de selección de candidaturas que incorpore criterios de identidad ideológica, probidad de trayectoria, viabilidad política y visión de futuro.

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Cuatro. Alianzas. Sí, pero con la izquierda. No hay nada más potente para la consolidación democrática mexicana que la unidad de las izquierdas.

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Cinco. Abrir el partido a la sociedad. El poder se puede distribuir pero no reproducir. Darle poder a la ciudadanía supone restárselo a la burocracia. Mi propuesta: 50% de candidaturas externas y elecciones primarias abiertas.

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Seis. Relevo generacional. En el 2018 el 50% de los electores tendrá menos de 30 años y habrá hasta 15 millones de primo-votantes. Acercarnos a ellos implica un impulso ochentero: Ser un partido al que quieran regresar sus fundadores -que rondan los 80 años de edad- y, a la vez, un partido que trabaje y construya con quienes nacieron después de 1980. Un partido herramienta para las aspiraciones y causas de indiferentes, indignados, anulistas, pensadores, creadores, emprendedores y fundadores.

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Siete. Ética y transparencia. Que el PRD sea el partido de la transparencia en los hechos con un candado de honestidad: #3de3 como requisito para ser candidato y obligación para ser dirigente. Y transparentar hasta el último centavo de los $905 millones de pesos de dinero público que recibe anualmente.

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Nueve: Saber comunicar. Para recuperar la atención perdida hay que incorporar a cada acción y mensaje una dosis de impredecibilidad, osadía e innovación. Bien dicen que para hacer un buen caldo de pollo, primero se necesita un pollo (o a veces un gallo).

El autor es Senador de Chiapas por el PRD.