PRD, ¿hay salida? / Revista Siempre


Sí, pero no por mucho tiempo

La renuncia de Agustín Basave es la continuación de una cadena de hechos desafortunados para la izquierda que nos confronta con una realidad complicada, que se antoja sin salida.

La crisis toca tantos niveles donde se mezclan todas las contradicciones: un diseño institucional absurdo que hace imposible llegar a acuerdos y avanzar, el agotamiento del discurso y la oferta política, la falta de liderazgos creíbles, la incapacidad de renovarse y adaptarse. Los dirigentes del partido en la mitad de los estados son empleados del gobernador en turno. La vida interna, que en otro momento le dio viabilidad y fuerza, hoy es ingobernable y excluyente.

Todo esto en una frágil situación financiera, ahogado en deudas, una disminución de prerrogativas que ha obligado a pedir nuevos préstamos, en un aroma de duda sobre la transparencia en la administración de recursos a lo largo de los años.

Con todo lo anterior la mayor crisis es la de identidad. El PRD no define quién es, ni cuál es su papel como colectivo en el sistema político nacional.

Esto se ha traducido en los peores resultados electorales desde su creación. En las últimas elecciones no ganó ninguna gubernatura; en las tres que tenía mayores posibilidades (Tlaxcala, Oaxaca y Zacatecas) las abortó por el esquirolaje y el conflicto interno, mientras que el PAN ganó 7. Pero lo más grave es la falta de conciencia del problema y la claridad para proponer una salida.

El PRD tiene que tomar una definición fundamental entre representar un proyecto de izquierda contemporáneo e incluyente o únicamente a las familias y tribus que lo controlan. En el segundo caso, no hay ningún valor para el sistema político mexicano; si es el primero, lleva de fondo un contenido ideológico que lo ubique como la opción de izquierda y no como un residual entre Morena y el PAN. De esto depende su futuro.

La salida de Basave es la actualización de esta crisis y no se observan propuestas viables para sustituirlo. Es evidente que no hay un liderazgo que aglutine a los diferentes grupos para darle rumbo al PRD. Frente a ello ¿cuáles son las alternativas?

Las posibilidades son: a) nombrar un gerente, sin peso político pero con acuerdo suficiente para administrar la crisis hasta en tanto se elige a la nueva dirigencia; b) el camino de la estupidez: jugar a las vencidas en los órganos internos para imponer un miembro de una tribu; c) nombrar una figura simbólica y de prestigio, el tema es encontrar quién y que acepte y sea aceptado por los grupos y, finalmente, d) un liderazgo emergente, sin embargo no se observa ninguno que genere los consensos suficientes.

La alternativa más viable es pactar primero una ruta de reconstrucción que oriente la operación política en los próximos meses y a partir de ahí acordar un liderazgo de transición que estabilice y genere condiciones para enfrentar el 2018 en condiciones más favorables.

Sí, sí existe una salida, pero no por mucho tiempo. De no decidir pronto, el PRD entrará en la espiral del proceso del Estado de México y la elección presidencial. De seguir en lo que Barbara W. Tuchman define como “la marcha de los tontos” (decisiones autodestructivas de los grupos de poder), el partido se volverá un actor perimetral y accesorio.

En un escenario de descomposición como éste, la pregunta de fondo es: ¿por qué rescatar algo así? La respuesta es sencilla: porque el país necesita un partido de izquierda que enarbole las causas progresistas y sea un contrapeso efectivo y democrático al poder, que es el espacio natural del PRD, aún.

@LuisHFernandez

Senador de la República del Grupo

Parlamentario del PRD.