Más allá del fracaso de Nuño / El Financiero


Aunque supuestamente personifica a una nueva generación de modernizadores, el secretario de Educación, Aurelio Nuño Mayer, es en realidad un funcionario conservador que, en sus afanes de colgarse la medalla de sacar a flote la única reforma peñista con alguna posibilidad de éxito, terminó por descarrilarla a fuerza de bravuconadas, de falta de oficio político y de sensibilidad.

Nuño hizo suya aquella vieja frase de la pedagogía del garrote: “La letra con sangre entra”. Y la sangre, claro, la pusieron los maestros y los ciudadanos que decidieron salir con ellos a defender las escuelas de sus hijos.

El exsecretario particular del presidente Enrique Peña Nieto reemplazó en la SEP a un momio del grupo Atlacomulco, Emilio Chuayffet, quien había llegado al cargo por consideraciones como su antigua enemistad con Elba Esther Gordillo y había hecho de su gestión un espacio para pronunciar discursos barrocos. Chuayffet nunca tuvo, en los hechos, la confianza de su jefe para hacerse cargo de la conducción de la reforma.

Parecía imposible que alguien superara al exgobernador de Estado de México, pero Nuño lo consiguió.

Desde que asumió el cargo concentró su actividad en dos ejes: atacar a los maestros que se oponían a la reforma para imponerla, literalmente, a sangre y fuego; y realizar una intensa y costosa campaña de autopromoción para construir su candidatura presidencial. No tuvo éxito en ninguno de los dos ejes.

En lugar de emprender con decisión la enorme tarea de construir un nuevo modelo educativo, diseñar nuevos planes y programas, elaborar nuevos libros de texto. Nuño dedicó gran parte de su tiempo a reuniones con mandos policiacos y con gobernadores, no para revisar los avances educativos de la reforma –que no los hay–, sino para organizar las vallas de granaderos.

En sus empeños, el secretario de Educación tuvo el invaluable apoyo, gratuito o no, de una corriente de opinión que se dedicó a demonizar a los maestros y culparlos de todos los males de nuestro sistema educativo. Y subrayo, a los maestros, no sólo a los líderes de la Coordinadora.

Uno de los resultados más perniciosos de ese escenario creado desde el poder, fue que se profundizó el descrédito social de los docentes que ahora viven, además, bajo permanente amenaza de despidos u otros castigos, aunque no trabajen en entidades con influencia de la CNTE.

Nada de lo que hicieron Nuño y sus acompañantes, sin embargo, pudo conseguir que no creciera el respaldo social a los maestros disidentes, como atestiguan las movilizaciones de los últimos meses.

La sangrienta represión en Nochixtlán, Oaxaca, –cuyos responsables deben ser castigados– no fue sino la cosecha de una reforma que no fue diseñada para mejorar la educación, sino para acabar con el magisterio como profesión de Estado y para establecer nuevos controles sobre los maestros.

Contra una consigna que han fijados con toneladas de recursos, y que se resume en la idea de que los maestros quieren conservar “privilegios”, la realidad es que, como advertimos en los debates legislativos, era inviable una reforma centrada en los aspectos laborales y, particularmente, en la evaluación.

En los términos en que fue aprobada, la reforma pretendía crear un verdadero estado de excepción laboral, congelaba los beneficios obtenidos legítimamente por los maestros en anteriores procesos de evaluación (como la carrera magisterial) y borraba de un plumazo el derecho a la estabilidad laboral.

Debe abrirse una nueva y verdadera discusión sobre nuestro sistema educativo, en la que deben considerarse seriamente –no con foros de fachada– las opiniones de todos los actores involucrados y, particularmente, de los maestros y de nuestra robusta comunidad de expertos en educación.

No se trata sólo de reponer algunos puntos del proceso legislativo, sino de propiciar un indispensable diálogo nacional sobre el rumbo de la educación nacional en la búsqueda de un modelo que se funde, entre otras cosas, en el reconocimiento a la experiencia, la dedicación y el compromiso de la inmensa mayoría de los maestros.

La autora es senadora de la República.

Twitter:@Dolores_PL