La nueva Secretaría será exitosa en medida que se construya una política cultural más pujante, efervescente y democrática: Zoé Robledo


Intervención en tribuna del senador Zoé Robledo A., del Grupo Parlamentario del PRD, para presentar a nombre de la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía el dictamen que reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, así como de otras leyes para crear la Secretaría de Cultura.

 

Zoé Robledo A., (ZRA): Con el permiso de la Mesa Directiva.

 

Permítanme comenzar, ya está a punto de acabar esta sesión, este periodo, prácticamente este año.

 

Permítanme comenzar citando a Miguel Unamuno, decía Unamuno: “La libertad no es un estado, sino un proceso; sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe; sólo la cultura da libertad.

 

No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no proclaméis la de pensar, sino dad pensamientos.

 

La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura. Sólo la imposición de la cultura lo hará dueño de sí mismo, que es lo que la democracia estriba”.

 

Compañeras y compañeros, muy buenas noches;

 

Este dictamen nos hace reflexionar sobre un tema, que hay dos formas, dos formas por lo menos de entender la política cultural. Una forma es producto del liberalismo mal entendido que presupone que absolutamente todas las políticas de un país tienen que estar regidas por disposiciones presupuestales o equilibrios macroeconómicos.

 

Es un punto de vista en el cual la cultura no es la prioridad del Gobierno, es acaso una obligación secundaria o casi un lujo para unos cuantos.

 

Ésa fue justamente la política que se instauró con la creación de CONACULTA en 1988. Fue un diseño institucional que relegó la cultura a un nivel secundario al sectorizarlo a la Secretaría de Educación Pública.

 

¿Qué es lo que no se alcanzaba a ver hace 27 años? No se alcanzaba a ver que la cultura sirve para otras cosas: sirve para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, sirve para hacer diplomacia pública y es que a través de la cultura, también se pueden impulsar otros intereses de política exterior de México.

 

Pero así como está esta forma, hay otra forma de entender y hacer política cultural, una manera más humanista, una manera que revalora el papel que juega la cultura en el bienestar de un país, que privilegia un desarrollo holístico y sustentable y que pone al bienestar del individuo y de la sociedad como una prioridad.

 

Ese otro modelo, en contraste, fue el modelo de la Secretaría de Cultura que fue creada en el Distrito Federal en el año 2002 y que ha sido efectiva hasta la fecha en el impulso de una política cultural coherente y constante en la capital del país.

 

Por eso hoy yo celebro que el Gobierno federal con su iniciativa, que hoy se transforma en un dictamen, yo celebro de verdad que se reconozca las superioridad del diseño institucional de la capital de nuestro país en el año 2002 cuando era gobernada por Andrés Manuel López Obrador por encima del diseño institucional del régimen de 1988 cuando era presidente Carlos Salinas de Gortari.

 

Sabia rectificación.

 

Además, eso no lo es todo, es un paso importante que un modelo que fue diseñado y que además fue aprobado en 11 estados del país llegue ahora a l federal. 11 estados tuvieron antes que la Federación una Secretaría de Cultura, eso también es positivo, nos aleja de esta visión de que las reformas y el diseño institucional tiene que seguir el paso del centro a la periferia; la periferia llega al centro y tiene éxito.

 

Por eso, compañeras y compañeros, más allá de la amplia exposición que ha hecho mi compañera Blanca Alcalá, yo sí quiero plantear otras razones por las cuales es tan importante este dictamen y por qué es tan importante votar a favor.

 

Hay que reconocer, compañeras y compañeros, que la cultura de México es quizá lo único que hoy levanta la dañada imagen de nuestro país en el exterior. Es el cine de González Iñárritu y Alfonso Cuarón, que fue reconocido más allá que acá; es el alto valor que tienen las obras de caballete de artistas como Frida Kahlo o Rufino Tamayo en las casas de subastas de todo el mundo.

 

Es la voz de Rolando Villazón, la música de Alondra de la Parra; la arquitectura de Enrique Norten y de Teodoro González de León; es la danza de Elisa Carrillo, la primera bailarina de la Ópera Berlín; son Elene Poniatowska y Fernando del Paso ganando el Premio Cervantes de Literatura; es Jaime Sabines recitando poesía en Madrid y que la gente le pidiera sus poemas como a los mariachis se le piden las canciones.

 

Son incluso los Tigres del Norte llenando estadios en los Estados Unidos o Molotov llenando salas de concierto en Rusia.

 

¿Qué tienen en común todas estas expresiones culturales? Primero, que brincaron muros, superaron barreras; segundo, que tuvieron éxito internacional; pero tercero, y más importante, que lo hicieron solos, muchas veces sin el apoyo del Gobierno.

 

Y sin embargo, cada uno de sus triunfos, todos, incluidos los senadores y las senadoras, los celebramos como si fueran nuestros, nos llenamos de orgullo, de un sentimiento exacerbado de mexicanidad.

 

Esta Secretaría de Cultura es un primer paso para dejar la hipocresía y reconocer una diferencia, lo importante servicios que la cultura le presta  al país y la importancia que el Estado mexicano le atribuía a la cultura con la ocupación y la ubicación administrativa que tiene actualmente.

 

Repito y me sumo a las razones que ya dio la senadora Blanca Alcalá, las virtudes que tiene el dictamen, la salvaguarda que se hace los derechos laborales de quienes laboran en los institutos y también la personalidad jurídica y el patrimonio de los institutos que se respeta.

 

Pero hay que recordar que la creación de esta Secretaría de Estado no debe de ser el acto culminatorio de la reorganización de la política cultural mexicana, no hay que confundir los medios con los fines.

 

Esta Secretaría será exitosa en la medida en que posibilite la construcción de una política cultural más pujante, más efervescente y sobre todo más democrática, una cultura que realmente ayude a combatir la desigualdad y con ello la pobreza, una cultura como alternativa a la violencia, una cultura que combata la corrupción y no se asuma que la corrupción es cultura.

 

Hoy justamente 15 de diciembre, hace un año, este Senado votó a favor de incluir en la Constitución al turismo como una actividad estratégica, por ello es importante que el primer paso que se da con esta Secretaría siga tres pasos consecutivos.

 

El primero, la inclusión de la cultura como actividad estratégica del Estado mexicano; el segundo, que tenga la cultura una ley general propia; y tercero, por supuesto, que exista un presupuesto más grande, principalmente para los creadores.

 

Para ellos se debe retorcer el cuello de la divina garza y acabar con esta visión elitista que la cultura tiene en nuestro país, esa idea de que sólo ocurre en los teatros en las salas de arte  y que se limita a sus expresiones cultas; la visión que ha invadido a la política y que también ha invadido  a muchos políticos, un pensamiento anacrónico que ha inhibido el potencial de una escena cultural nacional como merecen los mexicanos del siglo XXI.

 

Seguimos viviendo del pasado, veneramos a los poetas y pintores clásicos de nuestra historia y qué bueno que se siga haciendo esto. Pero poco hace el Estado mexicano para que existan nuevos.

 

Debemos ampliar por eso nuestro concepto de cultura, que la cultura llegue a más mexicanos y particularmente llegue a los más jóvenes, incluir como conceptos culturales diversas expresiones, desde al arte urbano y la música callejera, que recuperan muchas veces el espacio público perdido ante la delincuencia, hasta las orquestas populares o las sinfónicas haciendo flashmobs en las estaciones del Metro.

 

El reto, compañeras y compañeros, es que se creen audiencias, que la ópera y el ballet vayan a la calle, y el son, el ska y el performance vayan a Bellas Artes; que José María Velasco y Joaquín Clausell inunden los muros y los bajopuentes, poro Seher One y Saner llenen los museos.

 

Que la política cultural mexicana se abra, abra sus fronteras y se llene de un nuevo ímpetu cultural, que pasemos del Dr, Atl al Dr, Lakra; de Silvestre Revueltas a DJ Silverio; que la cultura no le tema a desafiar y romper los paradigmas que tanto han atado en aras de un supuesto y falso refinamiento.

 

Debemos, pues, garantizar que todos y todas las mexicanas y mexicanos, independientemente de sus posibilidades económicas tengan las mismas oportunidades de acceso al cine, al teatro, a la música, a la danza, a la literatura  y a todas las expresiones de las artes plásticas.

 

Años, años, compañeras y compañeros, quizá décadas, nos podemos llegar a tardar en combatir y acabar con la desigualdad del ingreso que tiene México, la pregunta que yo les hago esta noche es si estamos dispuestos a ser la generación de políticos que sí acabó con la desigualdad en el acceso a la cultura.

 

Termino recordándoles a un maestro, michoacano por cierto, muy querido por todos, el maestro Eduardo del Río, Rius, que decía: “La cultura no muerde, la cultura no es un lujo, es una necesidad”.

 

Por eso, compañeras y compañeras, éste no es un dictamen para un nuevo arreglo burocrático, éste es un dictamen que abre la oportunidad de construir una nueva sociedad más democrática.

 

Unamuno, les decía, pensó que la cultura nos haría libres; en momentos de crisis como los que atraviesa México, la cultura que libera puede ser la tabla de salvación que tanta falta y tanta exigencia hace a los mexicanos para que tengamos.

 

Calos Monsivais alguna vez aseguró: “La apuesta por la transformación política encuentra mayor aliado en el campo de lo cultural; si no se da la batalla cultural, se puede perder la batalla política”.

 

Escuchemos lo que hace años nos dijo el querido Monsi: “Si en México fracasa la cultura, en México fracasa la política”.

 

Es cuanto, buenas noches y muchas gracias.

 

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