Hoy más que nunca debemos evitar la discriminación e intolerancia: Angélica de la Peña


Discurso de la senadora Angélica de la Peña Gómez, del Grupo Parlamentario del PRD, en el marco de la Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto y en Recuerdo de don Gilberto Bosques Saldívar, al que convoca el Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques, del Senado de la República.

 

Angélica de la Peña Gómez (APG): Buenos días a todas y a todos ustedes que nos acompañan en esta conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto.

 

Excelentísimo señor Jonathan Peled, embajador extraordinario y plenipotenciario del Estado de Israel en México; embajador extraordinario y plenipotenciario en la República Federal de Alemania; y por supuesto también un saludo muy afectuoso a quien representa el Comité Central de la Comunidad Judía en México, el licenciado Moisés Romano Jafif.

 

Señoras y señores, no hay peor sentimiento que el que provoca el odio hacia otras personas por motivos de raza, etnia, cultura o pensamiento.

 

Cuando quien es presa del odio o animadversión a otras personas o grupos por determinadas condiciones y ocupa  un encargo de poder, la repulsa se convierte en un motivo político para el fundamentalismo de sus acciones, las cuales pueden comenzar siendo discriminatorias y en un poco tiempo, muy poco tiempo, transformarse en destructivas o letales.

 

La historia de la humanidad ha evidenciado lo terrible que puede ser alguien que detente el poder y crea en la superioridad de su raza o sienta animadversión hacia lo diferente y con base en el poder que ejerce ordene acciones que excluyan o aniquilen sin ningún recato moral o ética.

 

No se pueden desestimar ciertas condiciones de incertidumbre o situaciones económicas y sociales depresivas de una sociedad o país, las cuales ciertamente abonan al encumbramiento de líderes movidos por los odios hacia otros.

 

Contar la historia para no olvidarla y para no repetirla nos obliga a ser precisos y precisas en no confundirnos con la buena fe y confianza de que los otros no son tan malos como aparentan.

 

Y no me estoy refiriendo a esta historia reciente que se ha escrito en las últimas semanas y en las últimas horas en América del Norte, ente Estados Unidos y México, sino me estoy refiriendo a la asunción como Canciller en 1933 de Adolfo Hitler.

 

Alemania fue llevada por el camino del racismo y el autoritarismo bajo la mano de un carismático demagógico que pregonó un discurso de cambio hasta su encumbramiento como presidente.

 

El nazismo dirigió discursos contundentes hacia los desempleados y personas de clase media baja y Hitler, obsesionado por alcanzar la pureza racial y la supremacía aria, aunado a una desmedida ambición de poder, persiguió y abolió las libertades individuales.

 

El terror provocó también que muchos se quedaran en silencio y en silencio observaron cómo el odio se convertía en la ideología del gobierno, es en este contexto que los judíos también se sumaron a los discapacitados, homosexuales, gitanos, comunistas y socialistas y fueron el blanco artero del régimen de Estado de Hitler, tanto en Alemania como en los Estados, en los países que ocuparon.

 

Millones de personas, infantes, niñas, niños, jóvenes, ancianos, mujeres embarazadas, enfermos y personas adultas fueron gaseados en camiones, fusilados o enviados hacia los campos de exterminio.

 

Frente a estos acontecimientos, siempre surge la inexorable pregunta que encuentra un muro infranqueable de explicaciones que resultan al paso del tiempo irresolutas: ¿por qué el resto del mundo permitió estos crímenes?

 

En una clara autocrítica y en una preocupación legítima por garantizar la  prevención de tan lamentables crímenes, quienes diseñaron el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos enfatizaron que el menosprecio a los derechos humanos ha originado actos de barbarie ultrajante para la conciencia de la sociedad.

 

Es en estos tiempos aciagos, cuando debemos refrendar la importancia para todas las personas en el mundo del avance hacia la aceptación de las y los diferentes y diversos. Ya que la movilidad es intrínseca al desarrollo de la humanidad y marca el sello multicultural de sí mima.

 

Y justo en esta conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto, víctimas de esta tragedia como la que hoy nos reúne en el Senado de la República, es cuando más enfáticamente debemos unirnos en un solo clamor, para evitar lo que es nuestra obligación, evitar que se repita la fechoría perpetrada por los nazis.

 

Naciones Unidas ha definido este año como la recordación del Holocausto: Educar para un mundo mejor.

 

Se señala que con este tema se pondrá énfasis en la importancia, en la educación sobre el Holocausto, la cual fomentará la sinergia y (inaudible) para el respeto de los derechos humanos, contribuyendo así a aumentar la tolerancia y a defender nuestra humanidad común.

 

Cada vivencia personal de cada familia, de cada sobreviviente está plasmada en historia como una afrenta hacia un pueblo al que se pretendió exterminar, el pueblo judío.

 

Por ello, no debemos olvidar que recordar es una obligación, como también lo es analizar por qué tuvo tanta influencia que permitió que la propaganda de los nazis difundieran su ideología racista.

 

Debemos insistir y reiterar la alerta que representan para la paz de los pueblos las ideas extremosas y fundamentalistas, porque como lo señaló recién el Secretario General de Naciones Unidas, y cito textual: “Por desgracia y en contra de nuestro propósito, el antisemitismo sigue proliferando –también dice el Secretario General de Naciones Unidas-, estamos viviendo un aumento muy preocupante del extremismo, la xenofobia, el racismo y el odio dirigido contra los musulmanes. La irracionalidad y la intolerancia están de regreso”, terminó la cita.

 

Pero no nos quedaremos callados ni calladas.

 

Como no nos quedamos callados aquí en México frente a las agresiones contra nuestro pueblo por parte de quien hoy ocupa la Casa Blanca.

 

Perseguir a las personas por su color de piel, idioma o su cultura es y debe ser inadmisible y nos debe unir a todas y a todos. No debe caber ninguna duda que la humanidad busca consolidad la libertad, la justicia y la paz en el mundo.

 

La mejor manera, señoras y señores, de honrar a las víctimas inocentes del Holocausto, es esforzarnos más en la construcción del respeto de la dignidad humana; remover las diversas discriminaciones que impiden su pleno reconocimiento mediante la enseñanza y la educación.

 

El respeto a los derechos y las libertades de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad en los que se funda los derechos humanos de todas las personas sin excepción.

 

La persecución y la intolerancia deben, y estamos obligados, debemos prevenirla; por ello, hoy más que nunca debemos recordar estos principios y valores que nos convocan aquí en el Senado de la República a esta conmemoración compartida en la que la sociedad mexicana y la comunidad judía recordamos a las víctimas del Holocausto.

 

Y también, particularmente para el Senado es muy importante, recordar a Don Gilberto Bosques Saldívar.

 

Muchas gracias a todos ustedes por su atención.

 

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