El país que nos dejó el 2016 / Publimetro


El 2016 significó sin lugar a dudas, un fin de ciclo para nuestro país. Todo indica que es necesario reiniciar el sistema. Todo debe cambiar, ante las diarias muestras de inconformidad social. México sigue sin ser el país donde se respetan y cumplen las leyes para beneficio de todos. Tampoco podemos hablar de seguridad ni de bienestar.

Y como muestra y continuación de esta situación, vamos a iniciar el año con un agresivo “gasolinazo”. En días pasados la Secretaría de Hacienda y Crédito Público reveló que habrá un alza en los precios de la gasolina, en más de 20 por ciento.

¿Pero qué ocurrió durante el año como para hablar de la necesidad de un profundo cambio? ¿Qué contrastes nos empujan a evolucionar?

Recién iniciado el 2016, el 2 de enero, a un día de celebrar su toma de posesión como alcaldesa de Temixco, Morelos, fue asesinada Gisela Mota, quien sostenía una postura de mano firme contra la corrupción. Casi doce meses después, y a cuatro días de la Navidad, en Tultepec, Estado de México, explotó el mercado de fuegos artificiales más grande del país.

En lugar de una fiesta democrática por el inicio de una nueva gestión municipal, a cargo de una mujer, o de celebraciones de fin de año con explosiones y luces de colores en el cielo; hay llanto y luto. Porque lo que está escrito en leyes, códigos y reglamentos, no se traduce en una vida ordenada y en paz.

Desafortunadamente, nos estamos acostumbrando a este tipo de realidades, las estamos asimilando como algo cotidiano. Entre enero y diciembre se dieron muchas noticias que retratan la ‘normalidad mexicana’: un juez federal y otros dos presidentes municipales asesinados, lo mismo que varios civiles durante una manifestación en Nochixtlán contra la reforma educativa o un grupo de soldados del ejército en una emboscada en Sinaloa.

También salen a la luz, gobernadores y ex-gobernadores, desde Sonora hasta Quintana Roo, acusados de corrupción y de enriquecimiento con el dinero del pueblo.

Vemos a una Senadora de la República, ícono del deporte y orgullo nacional, golpeada irracionalmente por un grupo de hombres; y miles de jóvenes muriendo cada mes, a manos del crimen organizado.

No es de extrañarse que México acumule récords internacionales como una de las naciones con más bajo índice de ‘Estado de Derecho’, y por tanto, sea usado como piñata de un candidato norteamericano, ahora Presidente electo, quien aprovechó este desprestigio para hacerlo resonar durante su campaña, llamándonos violadores y asesinos, y de esta forma justificar deportaciones masivas y la construcción de un muro en la frontera.

A la par de todo esto, en 2016 tuvimos un gran debate en torno al Sistema Nacional Anticorrupción, que finalmente fue aprobado, con una iniciativa ciudadana, llamada 3 de 3, incompleta.

Por otro lado, en un contexto de reformas contra la impunidad, se da un nombramiento al frente de la PGR, cuestionado por su falta de autonomía del Poder Ejecutivo, con lo que seguimos en el gatopardismo, con élites inconscientes de que el cambio profundo que se requiere no se puede postergar más.

Todo esto es evidencia de que estamos viviendo un momento de fin de ciclo, porque nuestro presidencialismo ya dejó de tener los instrumentos que anteriormente le permitieron garantizar gobernabilidad. Su figura ha dejado de representar autoridad y cohesión.

Hoy no queda más que dar un ‘reset’, comenzando por ciudadanos comprometidos y líderes políticos, que miren por encima del sistema y acepten que el cumplimiento de la ley y el fin de la corrupción.

El país nuevo lo vamos a construir quienes estamos convencidos de que sólo del respeto a la ley podrá surgir un orden comunitario distinto. Donde terminar con los gasolinazos sea un compromiso que se cumpla, donde se respete la integridad de todos los mexicanos, y seamos ante el mundo, ejemplo de éxito y dignidad.