Un ladrillo menos en el muro / Excélsior


“Hay resentimiento, coraje y ganas de gritar, de escapar en este momento de tu realidad… se sienten las ganas de cantar y no hay diferencias de nada ni de clase ni de edad… aquí todos somos iguales, todos venimos a ver al Roger….”. Así lo describen varios que estuvieron ahí.

El miércoles pasado, casi 60 mil asistentes al Foro Sol de la CDMX gozaron con la presencia de Roger Waters, exvocalista de Pink Floyd. Lo mismo ocurrió el sábado en el Zócalo, pero ahora con 200 mil personas. Dos conciertos convertidos en una demanda rabiosa de transformación social. Aunque no me encanta la idea de que sea un extranjero quien critique nuestra realidad nacional, reconozco que Waters logró una conexión absoluta con su audiencia, simplemente, porque sintió y vibró el estado de ánimo del pueblo mexicano.

De esta forma, el artista transformó un evento de entretenimiento en un controversial momento de activismo político. Hay un clima de hartazgo entre la sociedad mexicana, que fue bien leído y aprovechado para enviar mensajes que provocaron euforia.

En ambos eventos, el cantante proyectó en pantallas gigantes la frase “Renuncia Ya”, haciendo eco del rechazo popular al Presidente de México, así como también la leyenda “Trump eres un pendejo”, junto con mensajes como “43 nos faltan”, pintado en un cerdo aerostático que sobrevolaba el espacio del concierto. Además, desde el micrófono, Waters expuso con todas sus letras la insensibilidad que ha sido tan criticada durante este gobierno: “…recuerde que toda vida humana es sagrada, no sólo la de sus amigos… escuche a su gente, señor Presidente, los ojos del mundo lo están observando…”.

Tristemente, pareciera que EPN no escucha, y no le importa mucho que lo observen. El mismo día del primer concierto, presenciamos el espectáculo de Peña Nieto en la inauguración de la Semana Nacional de la Transparencia, señalando que en materia de corrupción “nadie puede arrojar la primera piedra”. Qué mayor ejemplo de desconexión, cuando al hacer tal declaración no sólo se aleja más y más de la gente, sino que también parece confirmar, y exculpar, la participación en la cultura de la transa y el cochupo. Los mexicanos buscamos que nuestro máximo representante sea un símbolo de orgullo, y no alguien percibido como incapaz de reconocer nuestros mayores vicios.

Pero más allá de dos personajes en lo individual, ¿cuál es el significado de dos eventos tan contrastantes como los que refiero?

A mi parecer se está exponiendo, por un lado, un modelo ideal de política, algo que está pendiente de existir y que tenemos que construir entre todos. Por otro lado, está el agotamiento absoluto del modelo político que funciona a partir de clientelas, el que es herencia del régimen corporativista creado por el PRI, y que ha sido retomado por todos los partidos mexicanos. El modelo de política basado en la compra de voluntades está aniquilado. Ya no sirve. No funciona. No conecta. No resuelve. Eso es, justamente, lo que esta administración y las palabras del Presidente simbolizan: el final de una era.

La alternativa. Lo nuevo. Lo que se huele en el aire, pero todavía no se ve con claridad en la realidad, es el tipo de relación entre gobernantes y gobernados que logre replicar lo ocurrido en los conciertos de Waters: es algo que la gente busca, lo pide y hace todo por estar ahí. Nadie los llevó, nadie les ofreció una torta, una despensa; la gente iba en busca de un sentido de pertenencia que ahí existía. Y no importaron las horas de espera, ni las barricadas de la policía, ni la lluvia, ni la falta de baños. Todos esos obstáculos fueron derrumbados para alcanzar la meta de un momento de conexión, que se resume en lo que más o menos dijo: “todos somos hermanos, todos somos iguales, todos los niños son nuestros, todos somos uno…”. Políticos y ciudadanos debemos aprender a ser empáticos en los temas que nos corresponden en el día a día, más allá de un encuentro musical. Ése es el verdadero futuro.

Desde la trinchera en la que estemos, todos tenemos que hacer algo distinto a lo que estamos acostumbrados. Algo mejor. Así nos iremos convirtiendo, cada quien, en un ladrillo menos en el muro; para deshacer la pared de la que habla Pink Floyd en su clásico Another Brick in the Wall, y que nos tiene tan alejados a unos de otros.

Por sobre todo, coincido con lo dicho por Rogelio Aguas: “La gente está lista para un nuevo comienzo”.

Twitter: @RiosPiterJaguar