Sor Juana y el Día Nacional del Libro


12 de noviembre, doble festejo

Zoé Robledo

El 12 de noviembre de 1979, por un decreto del entonces presidente José López Portillo, comenzó a celebrarse en México el Día Nacional del Libro. La fecha, en el otoño mexicano, fue elegida porque es el aniversario del natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, justamente una de las mujeres más brillantes en toda la historia del mundo iberoamericano. Ella había nacido en el Estado de México, en una hacienda cercana a lo que hoy es Amecameca. Justamente en la hacienda de Panoaia, a donde Emiliano Zapata llegaba a competir en la monta de caballos cerreros, en los inicios del siglo XX. Esta fecha nos permite hacer algunas reflexiones en torno al libro y a Sor Juana. Vamos por partes.

Nuestro país tiene fama de ser una república de pocas letras. Se dice que somos uno de los últimos en las clasificaciones de la OCDE y eso es cierto, pero nos estamos comparando con los países de mayor desarrollo en todos los sentidos. Por eso mismo, la comparación nos es adversa y, sin embargo, debemos matizarla. ¿Es cierto que somos un país de ignorantes? o… ¿es otra herida que queremos mostrar?, una herida que, de acuerdo con Octavio Paz, se suma a las muchas que llevamos en nuestras almas (Paz reflexiona sobre las “almas” y nos dice que existen como un ingrediente de las culturas) y que nos permitirán la conmiseración por parte de quienes nos ven o nos oyen. Veamos.

No estamos tan mal

Según las cifras oficiales de la encuesta nacional de lectura que anualmente se realiza, el mexicano lee entre 2.9 y 3.2 libros al año (hace tres años se decía que eran dos), lo cual debería tener un valor distinto si esa cifra estuviera mejor distribuida. En realidad, leer 3.2 libros al año no está del todo mal. De acuerdo con los especialistas, un lector de novelas puede leer entre 10 y 14 páginas por hora. Si tomamos en cuenta que una novela tiene en promedio 300 páginas, estaremos en condiciones de afirmar que un mexicano en promedio dedica 90 horas a la lectura, lo que representa cuatro semanas al año, el 7 por ciento de su tiempo libre. En realidad, no está tan mal como frecuentemente se supone.

A la Feria del Libro de Guadalajara asistieron 750 mil personas en 2014, con un promedio de compra de libros de uno por persona. En la Feria de Madrid la asistencia fue de un millón de personas, con un promedio de compras de 0.89 por persona. En el Distrito Federal se registró un millón y algo más de personas, aunque no hay registro sobre las compras. En Oaxaca, la Feria del Libro registra 220 mil asistentes y en Monterrey 230 mil. Si sumamos los asistentes a las diferentes ferias de libros en el país podemos obtener cifras muy alentadoras. Somos un país de lectores que podían ser muchos más, pero tampoco es para sustentar rasgaduras de ropa.

Necesitamos un esfuerzo extra

Más que llorar, se impone la actuación inmediata. Ciertamente, el libro se enfrenta a la competencia de los medios masivos de difusión; pero la respuesta no es quedarse en la comodidad del lamento, sino que debe pasar al esfuerzo extra. Es posible aprovechar a los lectores cautivos como los estudiantes y los profesores, así como promover, con una legislación adecuada, un proyecto de Estado que obligue a los medios de difusión a producir y divulgar materiales con un mayor contenido cultural.

Los chiapanecos sin duda tenemos un reto mayor. Necesitamos medir el número de lectores y ver su orientación temática. Se requiere un proyecto institucional para promover la lectura y considerar que leer es una vía para liberar a los seres humanos. Sin ánimos pontificadores, ésta es una obligación compartida y compartible. Es importante enseñar a leer, pero también es necesario generar un acercamiento de los nuevos lectores a los materiales de lectura.

En los días de los portentos tecnológicos, debemos pensar en lo virtual. Necesitamos bibliotecas virtuales que no sean un equivalente a los centros de tortura que son las bibliotecas abandonadas, sin libros ni recursos para conseguirlo. He ahí el reto.

Si somos o no un país de escasos lectores, la respuesta no es fácil y siempre será relativa. Lo que no debemos hacer es mostrar la herida como signo de que somos políticamente correctos. Más que contemplar las heridas debemos cicatrizarlas y pasar, de manera puntual, a lo que sigue. Al deseo de conmiseración opongamos la búsqueda de la eficacia. Honremos a Sor Juana abonando a hacer de Chiapas y México sitios abundantes en lectores. De allí surgirán nuestros nuevos escritores.


Fuentes: información en Internet sobre las ferias de
libro en las entidades federativas mexicanas y sobre
la feria en Madrid para hacer una comparación.

 

Senador por Chiapas.