Muerte sin fin / La Crónica de Hoy


En mi última nota escribí sobre Pellicer. Recibí comentarios que agradezco, y uno de ellos me llamó la atención sobre el hecho singular de que José Gorostiza -otra gloria de la cultura de México- tuvo el mismo origen de nacimiento: Tabasco, además de otras coincidencias con el llamado Poeta de América. Claro, ambos tomaron en sus trayectorias de vida rumbos distintos.
José Gorostiza Alcalá nació en Villahermosa (entonces, San Juan Bautista) el 10 de noviembre de 1901, y murió en la Ciudad de México el 16 de marzo de 1973.
La mayor parte de su carrera se desarrolló en la Ciudad de México y en algunas ciudades de Europa donde representó al país como diplomático. Su carrera en este campo fue exitosa, aunque discreta, es decir, eficiente, a tal grado que durante un breve periodo fue titular del despacho de Relaciones Exteriores con el presidente Adolfo López Mateos. Un detalle curioso de aquellas jornadas suyas en esa dependencia es que el propio Octavio Paz en sus escritos le reconoce su valiosa intervención en la promoción de su propia carrera en la diplomacia.
La actividad de José Gorostiza fue de relevancia en la SRE, pero dentro de la memoria de México se le recuerda especialmente por su obra literaria. Una obra breve, sustanciosa, en sus últimas etapas de una gran complejidad; una obra de crítica y reconocimiento de sus propias lecturas, y una obra de escritos poéticos cuya culminación es el largo poema Muerte sin fin, que ha sido celebrado por los grandes poetas y estudiosos de la cultura hispánica.
Ese poema que permite un sinfín de interpretaciones es, para un lector sencillo como lo es quien escribe, un canto a la inteligencia. De allí el verso que dice: Oh, inteligencia, soledad en llamas. Cada uno de nosotros tiene su propia idea sobre lo que es la inteligencia; para mí, es un fuego encendido en medio de la oscuridad en desafío a la soledad y a cualquier otro obstáculo, iluminando siempre el incierto destino del hombre.
El FCE publicó una edición completa de su poesía, y en ella está incluido ese misterioso y enorme poema que es Muerte sin fin. Quiero mencionar que el lector que hizo el favor de comentar mi artículo, me hizo reparar en el hecho que del famoso grupo que enalteció la cultura de México, Los Contemporáneos, dos de ellos eran nacidos en Tabasco: Gorostiza y Pellicer, hecho fortuito que me llena de orgullo, pues la revista que dio nombre a ese grupo de notables tuvo entre otros miembros a Jaime Torres Bodet, -un educador nato-, y a Salvador Novo, un hombre de armas tomar, que en sí mismo merece muchos estudios y ensayos, lo mismo por su talento que por su actitud.
Otra cosa que quiero comentar con los lectores es una vivencia personal y curiosa. Cuando José Gorostiza nació en la vieja ciudad que hoy es Villahermosa, su llegada al mundo tuvo lugar en una casa de la calle Lerdo, en el centro de la ciudad. Es una casa pequeña, casi llegando a la loma de 5 de mayo, -calle en la cual está la clínica Juchimán, y enfrente el consultorio de mi padre, Rodolfo Mayans Victoria-. En esa misma casa, unos cuantos años más tarde nació Celestino Gorostiza, el dramaturgo y director de cine, y el 1 de mayo de 1907, también vio la luz allí mismo, Andrés Iduarte, que con Un niño en la Revolución Mexicana, en que cuenta su niñez en el Tabasco revolucionario, nos sigue instruyendo sobre el misterio que es nuestro propio lugar de nacimiento.
Esa casa, por fortuna, sigue en pie, una placa recuerda los hechos.  Hoy pertenece a uno de los médicos más notables de Tabasco, el Dr. Antonio Osuna Rodríguez, egresado del Heroico Colegio Militar, quien allí despachó su consulta como gastroenterólogo durante muchos años, y aún se encuentra sirviendo al pueblo de Tabasco. Por variadas veredas me llevó José Gorostiza.

Senador del PRD por Tabasco
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