Manuel Camacho vivió con intensidad y pasión la política y su amor por México


Discurso del Senador Luis Humberto Fernández Fuentes, del Grupo Parlamentario del PRD, durante la Mesa redonda denominada “Manuel Camacho y el Estado mexicano”.

 

Luis Humberto Fernández Fuentes (LHFF). Buenas tardes, muchas gracias a todos los asusntentes por acompañarnos en este recuerdo y en esta plática sobre Don Manuel Camacho.

 

Seré breve porque habrá muchos oradores con mucho interés en hablar sobre nuestro amigo Manuel Camacho y siempre fue capaz de juntar brillantes inteligencias como es el caso de con quien tengo el honor de compartir la mesa hoy.

 

¿Por dónde empezar? Ustedes saben que este junio se cumplió un año de la partida de Don Manuel Camacho y bueno, aún es muy pertinente recordarlo por muchas cosas su austeridad, su serenidad, su madurez que son divisas muy escazas y cada vez más.
Debo decir que en lo personal se le extraña a Don Manuel, es una presencia para mí muy fuerte en la que cada plática era una lección y cada jugada política era una aventura extraordinaria.
En lo personal le debo muchísimas cosas a Don Manuel, haber compartido los últimos 10 años en un en un ejercicio político audaz y de caminar la mayor parte del tiempo en una austeridad franciscana que la mayoría de la gente no acaba de creer.

 

Pero lo que más le agradezco y es lo que no esperarían muchos es su paciencia, su paciencia para mantener un diálogo significante frente a opiniones diversas, la mayoría de las pláticas que yo recuerdo con Don Manuel prácticamente no coincidíamos en nada, pero esa era la mayor riqueza, que siempre a pesar de permanentemente estar difiriendo había la posibilidad de construir cosas a partir de estas pláticas.
De verdad, yo le agradezco porque siempre escuchaba los argumentos, debatía, aceptaba la réplica o la refutación o no aceptaba y yo insistía.

 

Entonces, la paciencia fue un elemento que yo le agradezco muchísimo y la verdad esta tolerancia a mí muchas veces, constante impertinencia de defender argumentos que a veces no eran defendibles, pero sin embargo siempre tuve esa posibilidad.

 

Y estos últimos años que vivimos en una extraña combinación de valentía, audacia y por el otro lado una prudencia permanente hicieron un equilibrio digno de imitar, pero al que siempre me ha resultado imposible llegar.

 

Hoy frente a elecciones polarizadas y despiadadas, a la puerta de una crisis emergente en el PRD se extraña su estatura política y sus buenos oficios para lograr acuerdos y acercamientos que se antojaban imposibles.

 

Don Manuel Camacho, amigo y maestro, me dejo innumerables lecciones sobre la política, la vida y la condición humana, pero de entre todas ellas la que mayor atesoro y la que me hizo mayor huella en mi vida personal, que es la objetividad como una regla.

 

Aprendí a ver la realidad con un optimismo pero sin adornos, a tener la mente y el corazón abierto para entender a los compañeros pero también a los adversarios, a tener una visión de Estado en contra tesis de calcular sobre la base del partido, el grupo o la tribu, siempre desde una perspectiva patriótica y democrática.

 

Me enseñó que la honestidad intelectual es la forma más auténtica y más poderosa de influencia que supera y contrapone a la cortesanía, el elogio fácil y la adulación.

 

Don Manuel vivió con intensidad y pasión la política y su amor por México, fue un actor principalísimo de los hechos de la vida pública más importantes en los últimos 40 años, y siempre, siempre propuso una ruta de solución y una ruta de acuerdo.

 

Don Manuel entendía que la denuncia y que hablar de los problemas no los resolvía, siempre nos enfocábamos en ver cómo resolver las cosas.

 

Don Manuel fue un hombre respetado. En doce años que caminamos por las calles de diferentes partes del país nunca observé a alguien que le hiciera un gesto de repudio.

 

Este respeto junto con su autoridad y trascendencia política fueron sin duda lo que más lastimaba a sus contrincantes. Su carácter y gran disciplina le permitieron enfrentar la adversidad, nunca se dobló ni fracturó en la política o en la enfermedad.

 

Do Manuel murió sin ver la construcción del acuerdo nacional al cual le dedicó gran parte de su vida y sin una izquierda democrática, unida, progresista y dialogante, pero congruente.

 

La mejor forma de honrar su memoria es mantener vivo su legado y continuar esta lucha.

 

Muchas gracias.