Libertad, igualdad, democracia.


La coalición electoral Por México al Frente se ha presentado ante la sociedad mexicana como una opción al régimen de “partido casi único” que pese a los dos sexenios de alternancia en el gobierno sigue vigente.

Éste ha sido el sexenio de la “resurrección del PRI”. En 2012 descubrimos que los dinosaurios estaban ahí, que la alternancia no había modificado las formas autoritarias de gobierno, apenas había limado algunas de sus peores asperezas.

El precio que se pagó por el segundo sexenio de la alternancia fue muy alto. Apenas instalado el gobierno se le forzó a declarar una guerra a la delincuencia organizada, acordada con los Estados Unidos. Una guerra sin pies ni cabeza, sin enemigo declarado y visible, una guerra contra enemigos que existían solamente en función de una estrategia diseñada por los servicios de inteligencia norteamericanos e impuesta a través de unos acuerdos binacionales. Su origen puede estar en el acuerdo de la ONU para perseguir el tráfico de estupefacientes, un acuerdo cuyo fin parece ser tomar el control de la producción, transformación y tráfico de diversas drogas, que tiene que ver con la desaparición de la producción en Turquía, Afganistán, el triángulo de oro (Vietnam, Laos, Cambodia) y la sustitución de los proveedores de drogas por los productores de Sudamérica y México.

Tras la guerra, no hubo con quién pactar la paz; ante un “enemigo” difuso, sin mando central, sin estrategia bélica, no era posible terminar la guerra. La estrategia de comunicación del viejo régimen funcionó; se desacreditó a un gobierno que sólo siguió el guion que le habían dejado. El viejo régimen volvió por sus fueros. La creación de una candidatura a través de las redes de comunicación tradicionales, y de una campaña con las viejas mañas de un priismo oloroso a naftalina, logró que el dinosaurio nos despertara a un sexenio de crisis institucional. Frente a esa crisis, los rivales políticos coincidimos en la necesidad de cambiar el régimen político y crear una nueva institucionalidad democrática.

Un régimen político es el resultado del equilibrio de fuerzas entre los grupos dominantes. El poder se ejerce desde posiciones de gobierno, es decir, desde posiciones políticas, porque la política es el arte y la ciencia de gobernar. Hay un poder legal, formal, que se ejerce a través de instituciones establecidas y más o menos permanentes; las instituciones ejercen funciones ejecutivas, legislativas y judiciales. En algunos casos los gobiernos además de las funciones de administración del Estado y la ejecución de políticas públicas intervienen en las funciones productivas y sociales.

Hay otros poderes: los poderes no formales, (algunos les llaman poderes “facticos” o “de facto” para diferenciarlos de los poderes formales establecidos en las leyes, que son poderes “de jure”), pero los poderes no formales representan a grupos que tienen poder verdadero, eficiente y actuante. Es decir, son poderes que afectan la vida social. Estos pueden ser: grupos de interés, de poder, representaciones tradicionales, grupos sociales de nueva creación, asociaciones civiles, sindicatos, centrales, minorías sociales que influyen activa o pasivamente en la vida social. Estos grupos de influencia, interés y poder, formales e informales, disputan permanentemente la hegemonía en el sistema político.

Hace poco más de 200 años se rompió la hegemonía del pensamiento tradicional heredado de la edad media y se impuso la nueva ideología basada en las libertades de las personas y en la igualdad ante la Ley. Surgieron entonces los estados “liberales” democráticos. Hoy la democracia es una forma de vida que casi nadie cuestiona, pero aún hay mucho por hacer para lograr esa igualdad y esas libertades. En ese afán de libertades se inscribe la coalición.

Senador de la República

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