La paja en el ojo ajeno y la viga en el propio: Angélica de la Peña / Revista Siempre


Angélica de la Peña

Nuestra frontera sur y sus migrantes

En México se discute de manera relevante la situación que padecen no solamente connacionales nuestros sino también hermanos de Centroamérica y de otros países del mundo, al intentar cruzar la frontera y llegar a territorio estadounidense.

Se ha evidenciado la crisis humanitaria que sufren niños migrantes no acompañados, de los cuales casi un tercio son niños mexicanos; pero nos ha hecho falta mirar hacia el sur, hacia nuestra frontera con Guatemala y Belice, en donde nosotros, México, somos tan victimarios de los migrantes centroamericanos como Estados Unidos de América lo es de los mexicanos.

Ver la paja en ojo ajeno e ignorar la viga en ojo propio. Es necesario insistir en que la exigencia que hacemos al gobierno norteamericano para que respete los derechos humanos de todas las personas que por diversas situaciones —violencia, extrema pobreza, búsqueda de alternativas de vida— se arriesgan a cruzar la frontera norte de México es la misma que debemos hacer a nuestras autoridades con respecto a niños, adolescentes, mujeres y hombres que colocan su vida en manos de traficantes de personas para atravesar la línea fronteriza en el sur del país.

Es grave que persigamos a centroamericanos. Es grave que nos hagamos de la vista gorda frente a las situaciones de violencia que padecen personas extranjeras, en su gran mayoría centroamericanos, en su travesía por territorio mexicano hacia Estados Unidos de América.

Es necesario reconocer que el Estado mexicano tiene la obligación de ser garante del respeto a los derechos humanos, por el nuevo enfoque de nuestra Constitución que privilegia el principio pro persona y por los múltiples instrumentos internacionales de los que es parte el Estado mexicano.

Contamos con un Programa Especial de Migración y con bombo y platillos se ha echado a andar el Programa Frontera Sur. Vergonzosa política migratoria. “Regular” es el discurso de nuestras autoridades al referirse a la protección que ofrecerán a la oleada migratoria proveniente de Centroamérica; “contener” y “detener” son utilizadas por funcionarios norteamericanos.

Los Centros de Atención Integral al Tránsito Fronterizo que habrán de instalarse a lo largo de la frontera con Guatemala y Belice ofrecerán atención médica y contarán con personal del DIF; serán resguardados por elementos de la Policía Federal, del Ejército y Marina; de nueva cuenta las fuerzas armadas enviadas a combatir bandas dedicadas a la trata de personas y de la delincuencia organizada.

Nadie ha mencionado qué hacer con los elementos del Estado que participan en la extorsión de los migrantes.

No podemos implementar políticas públicas que van en contra de los derechos humanos de centroamericanos como si nosotros no fuésemos víctimas de lo mismo en territorio norteamericano. No podemos replicar una política migratoria que criminaliza la migración irregular impulsada por la pobreza y la violencia.

Quienes hablan de regular, contener, detener el flujo de niños, adolescentes, mujeres y hombres de Centroamérica y México están equivocados, pasan por alto lo evidente, o simplemente, lo ignoran.

Todas esas personas se aventuran a llegar a Estados Unidos de América corriendo todos los riesgos imaginables (condiciones climatológicas extremas, maras salvatruchas, delincuencia organizada, tratantes de personas, delincuencia local, viajar en La Bestia, policías que los extorsionan, hambre, sed) porque la pobreza y la violencia en sus países representan un peor infierno. No hay muro que pueda detener la desesperación.

Si queremos hablar de una solución integral y de largo plazo, primero debemos pensar en desarrollo económico sustentable, creación de empleos dignos y bien remunerados, autosuficiencia alimentaria, uso racional de recursos naturales, educación de calidad, por decir lo menos, para toda nuestra región.