Incorporar a la ley indicadores para medir la felicidad incrementará la calidad de vida de los mexicanos: Zoé Robledo


Intervención en tribuna del senador Zoé Robledo A., del Grupo Parlamentario del PRD, para presentar iniciativa con proyecto de decreto por el que se reforman y adicionan los artículos 3 y 11 de la Ley General de Desarrollo Social.

Zoé Robledo A., (ZRA): Muchas gracias y muy buenos días compañeras y compañeros.

 

Déjenme leerles una fracción de un texto que todos ustedes conocen, del Capítulo 5° de la Constitución de Apatzingán, en su artículo 27, el capítulo es de igualdad, la seguridad, la propiedad y la libertad de los ciudadanos.

 

El artículo 27 de la Constitución de Apatzingán decía: la seguridad de los ciudadanos consiste en la garantía social: ésta no puede existir sin que esa ley los límite los poderes, y la responsabilidad de los funcionarios públicos.

 

Pero además, también, en esta misma Constitución, todos ustedes conocen que fue inspiración para muchísimos jurídicos, para la propia Constitución de 1917; el General Morelos planteaba otro elemento.

 

Ese elemento tenía que ver con la ley. Y decía la Constitución de Apatzingán en su artículo 18: “La ley es la expresión de la voluntad general en orden a la felicidad común: esta expresión se enuncia por los actos emanados de la representación nacional».

 

Morelos en este decreto constitucional para la libertad de la América Mexicana, ya hablaba del concepto de la felicidad como el fin último de la ley, como el fin último de las acciones del Estado.

 

Por eso, de una manera cariñosa y hasta navideña, yo les preguntaría a mis  compañeros y compañeras senadoras si son felices, si pueden decir con seguridad que tienen una plenitud de vida que los llevaría decir que son felices.

 

Y se los pregunto por una razón, se los pregunto porque a lo largo de muchísimos años ha habido diferentes propuestas para medir el desarrollo de una nación, dentro de esas propuesta es justamente incorporado el precepto de Morelos que es tan importante en esta Constitución de Apatzingán: la felicidad.

 

La pregunta a ustedes como representantes populares sería para la población mexicana.

 

¿Qué nos contestaría un mexicano o una mexicana, joven, vieja, adulta, los niños, si les preguntamos si son felices?

 

Ese sentido tiene que ver porque para medir el bienestar se han propuesto y utilizado muchas medidas; recordamos que en 1930 el economista Simon Kuznets propuso al Senado de los Estados Unidos que se adoptara una medición que consistía en la suma de los bienes y servicios producidos durante un año.

 

Esa medición, todos ustedes la conocen, es el PIB, así que la nación vecina inició con la medición del Producto Interno Bruto.

 

Hoy es una regla en prácticamente en todas las democracias y en prácticamente en todos los países del mundo.

 

Pero hay que recordar que esta medición, q esta medición del Producto Interno Bruto fue creada para un momento muy particular para la vida de los Estados Unidos.

 

Eran los años 30, era la época de la Gran Depresión, y es por ello que las necesidades del momento requerían, justamente, un indicador que permitiera medir la recuperación de la economía.

 

Sin embargo, a pesar de que este concepto fue construido en un contexto muy específico, permaneció, se arraigó y aún hoy lo seguimos utilizando sin complementarlo con otros indicadores.

 

Hoy en día las necesidades de los hombres y las mujeres, no sólo de Estados Unidos, también de México, son muy distintas a las de entonces.

 

Las naciones del mundo ya no solamente buscan crecimiento económico, sino que buscan que ese crecimiento económico tenga repercusiones reales y además tenga en la realidad cotidiana de los ciudadanos y de las sociedades, un sentir de que si el país crece, las familias crecen y los individuos crecen.

 

El PIB ya no nos sirve para eso.

 

Hemos tenido incluso etapas de prosperidad y de crecimiento económico amplio, pero que no se representó de igual manera en estados de la república, o no se representó no se sintió el crecimiento de igual forma para diferentes sectores de la sociedad.

 

Por eso es que hoy crecer sin mejorar no tiene sentido, hoy crecer sin combatir la desigualdad es un despropósito.

 

Por eso es que guiarnos únicamente por las mediciones del PIB para entender la situación de nuestro país, limita por mucho nuestro entendimiento de la sociedad, limita la forma como somos empáticos con los ciudadanos que están en el campo, en las fábricas, en las universidades.

 

Nos limita, por tanto, en nuestro actuar y limita nuestra forma y capacidad de ejercer el cambio. En fin, ya no sirve.

 

Hay que seguir utilizándolo pero para otras cosas, no para medir el bienestar de la sociedad.

 

El crecimiento económico sin bienestar social, reitero, no tiene sentido. Crecemos para mejorar, crecemos para ser felices, crecemos para encontrar nuevos estadíos de bienestar, no para replicar los vicios y los problemas del pasado.

 

Por eso es que esta iniciativa lo que plantea es justamente incorporar indicadores que nos permitan medir el bienestar subjetivo de nuestra población. Indicadores que nos permitan medir la felicidad.

 

Con todo lo que esto puede implicar y lo que seguramente puede levantar muchas cejas diciendo: ¿cómo es que alguien, cómo es que un senador está planteando que midamos la felicidad?

 

Pues sí, no solamente por toda la exposición que acabo de hacer de porqué el indicador que usamos ya no es útil para saber en qué estado de bienestar están los ciudadanos, sino para subirnos a una nueva tendencia económica mundial.

 

Hoy los indicadores que nos pueden permitir entender cómo las leyes y las políticas públicas inciden de manera directa en la felicidad de nuestros ciudadanos, están ausentes de toda legislación y están ausentes también de toda política pública.

 

Hoy, debemos de procurar instrumentos para poder medir, pero también para poder garantizar la felicidad de los ciudadanos, para que en el futuro podamos justamente crear leyes y políticas que incidan no solamente sobre la economía, sino sobre el bienestar de los mexicanos.

 

Por ello, es que volteemos al mundo, muchas naciones han adoptado una idea muy similar a la que Morelos estipuló en la Constitución de Apatzingán, muchas naciones están ya midiendo la felicidad.

 

La idea es que es mucho más trascedente un índice de bienestar subjetivo que mida la felicidad, nos permitiría medir las repercusiones del desarrollo, nos permitiría medir incluso las implicaciones de lo que aquí aprobamos, nos podría permitir medir qué tanto estamos incidiendo en la realidad cotidiana de los ciudadanos y entender mejor el contexto en el que vivimos.

 

El primer país que hizo esto fue el Reino Bután, un país muy diferente al mexicano, con apenas 800 mil habitantes, un reino budista – y muchos dijeron en su momento, bueno es posible hacerlo solamente en Bután.

 

Pero ocurrió algo extraordinario. En el 2009 se creó una comisión en Francia dirigida por dos afamadísimos economistas, dos premiso Nobel, Amartya Sen y Joseph Stiglitz.

 

Ambos tuvieron ese encargo por parte del entonces Presidente francés, construir un índice de bienestar subjetivo, que sirviera como complemento al indicador económico, que es el PIB.

 

Desde entonces, países ciudades y organismos de Naciones Unidas y también de la OCDE, han adoptado ese modelo. Es más ya lo estamos haciendo en México.

 

Medir la felicidad de una sociedad permite a un país no solamente un mayor entendimiento de sus condiciones sociales, funciona además para entender las repercusiones de las políticas públicas y el estado de la economía.

 

En ese sentido los índices de la felicidad funcionan como una especie de puente que entre los indicadores macro, que muchas veces presumimos: la inflación, los niveles de crecimiento, etcétera, etcétera, pero voltearnos con la realidad cotidiana que viven las familias mexicanas.

 

En su función de herramienta técnica, los medidores de la felicidad permiten determinar la calidad de vida de los ciudadanos, así como sus carencias y todo aquello que afecta el tejido social y que nos lleva a situaciones de hartazgo, de violencia, de ira, de apatía y de desconfianza.

 

Todas estas situaciones  que han minado también la medición que tienen los mexicanos respecto a las instituciones, pero principalmente respecto a la calidad de la democracia mexicana.

 

En este sentido es que habiendo tomado en cuenta la experiencia internacional y la propia experiencia del Inegi para ejercicios de este tipo, esta iniciativa lo que pretende, por un lado, complementar e incorporar un índice de bienestar subjetivo al censo del Inegi –propuesta que ya fue presentada desde 3 de diciembre ante el Senado-, y por el otro lado agregar el concepto de bienestar subjetivo a la Ley General de Desarrollo Social.

 

Creo que agregar este concepto a la Ley General buscaría incrementar la calidad de vida de los mexicanos, creando justamente indicadores medibles de bienestar psicológico, de salud, de uso del tiempo libre, de educación, de cultura, de percepción de políticas de gobierno, niveles de vida, vida laboral, la relación con la comunidad, la relación –como ya lo decía- con la familia, incluso la espiritualidad, entre muchos otros indicadores.

 

Estas dos leyes permitirían construir un verdadero complemento a los indicadores económicos tradicionales que nos permitirían tener más herramientas para tener de mejor forma, de manera más empática, poniéndonos en los zapatos de los ciudadanos y las ciudadanas que representamos y medir la incidencia de las leyes y de las políticas públicas.

 

Por eso, compañeras y compañeros le reitero la pregunta: ¿Son felices? ¿No son felices? ¿La gente que representan, es feliz?

 

Bueno, hace 200 años Morelos ya estaba planteando eso en uno de nuestros documentos básicos que fue la Constitución de Apatzingán, y habló de la felicidad como un precepto indispensable para la gobernanza del país.

 

Hoy es buen momento para retomar esta atrevida propuesta de Morelos, a que nos atrevamos a ser felices y que nos atrevamos a representar gente que sea feliz.

 

Y que los indicadores macro se expresen en las ideas, en los corazones y en los sentimientos de la población.

 

Reitero la pregunta: ¿Son felices? De corazón espero que si lo sean, pero independientemente de ello pasar estas iniciativas de ley ayudará a entender mejor a los mexicanos y ayudarlos también a este objetivo que no debe de ser nada más de épocas navideñas, el objetivo de no desear felicidad, propiciarla y generarla a partir, primero, de su medición.

 

Es cuanto, presidente, muchísimas gracias.

 

 

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