Cultura, paz y autonomía / Revista Siempre


En una entrevista que los periodistas Blanche Petrich y Helio Enríquez realizan al Subcomandante Marcos el 21 de febrero de 1994, éste da a conocer, casi por primera vez, que “los indígenas plantean que hay que negociar un estatuto de autonomía, donde nuestro gobierno, nuestra estructura administrativa, sea reconocida por el gobierno y podamos vivir así, sin que se metan con nosotros…”

Esta autonomía —de acuerdo con el abogado estadounidense de ascendencia apache James Anaya, relator especial de la ONU para la Situación de los Derechos y Libertades Fundamentales de los Pueblos Indígenas— es la facultad que tienen los pueblos indígenas de organizar y dirigir su vida interna, de acuerdo con sus propios valores, instituciones, y mecanismos, dentro del marco del Estado del cual forman parte.

Esta discusión nuevamente cobra importancia en Chiapas derivado de los hechos de sangre del pasado sábado 23 de julio en San Juan Chamula. Una discusión necesaria para buscar los mecanismos de resolución duraderos que convoquen a la reconciliación y restituyan el tejido social roto. Necesitamos urgentemente construir una cultura de paz.

Y para empezar a dar esas soluciones es necesario partir de un diagnóstico real, objetivo, sin maquillajes.

En uno de los escenarios que he propuesto (el electoral y partidista), quizá convenga trabajar en una reforma a la oaxaqueña, que circunscriba territorialmente estos pueblos y permita el respeto a usos y costumbres haciéndolo compatible con el sistema de partidos. Es decir, una reforma que considere el territorio, el gobierno propio y su autonomía para cumplir sus funciones y la identidad cultural.

La Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas (ONU, 2007) establece el derecho a la autonomía o al autogobierno en las cuestiones relacionadas con sus asuntos internos y locales, así como a disponer de los medios necesarios para financiar sus funciones autónomas (Art. 4).

Ya en este punto hay algo que debe quedar muy claro: las estrategias basadas exclusivamente en la entrega de dinero o apoyos en especie han fracasado para estos propósitos en la región, no han atenuado la pobreza, han promovido el clientelismo y han polarizado a las comunidades. Necesitamos estrategias que incluyan el respeto a las diferencias en un marco de equidad y pisos mínimos de vida digna. Necesitamos realidades en las que todos y todas quepan. Eso es vivir en auténtica armonía, eso es una auténtica cultura de paz.

Por lo tanto, el concepto de autonomía también incluye la relación con el Estado, y el modo de obtener recursos económicos a través de la coparticipación.

Países como Bolivia y Ecuador han incorporado este derecho a sus constituciones. Allí, las organizaciones y pueblos indígenas tienen legítimo derecho a constituir sus propios gobiernos autónomos, bien sea completamente autonómicos (con todos los poderes constituidos en su interior: capacidad para sancionar sus propias leyes, y generar sus propios ingresos manejando impuestos y tasas por servicios) o limitados (los Congresos estatales se reservan el derecho de emitir las leyes, y por lo tanto, los indígenas tampoco pueden impartir justicia).

De los dos modelos, el segundo es el más aceptado por los Estados latinoamericanos.

Hace poco, en un comunicado, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional advirtió de las posibles consecuencias de intervenir la forma tradicional de organización y gobierno de San Juan Chamula. Por ello, es sumamente necesario investigar las causas de la dinámica político social que llevaron a este punto de quiebre.

Por esa misma razón yo he estado planteando que se instale un grupo interdisciplinario que promueva comisiones para construir una cultura de paz sustentable y duradera. No solamente para Chamula, sino para toda la región. Porque ahí está Chenalhó, y ahí está Oxchuc, y ahí está Tila, y ahí está una larga lista de municipios chiapanecos que empiezan a tener y a presentar el mismo tipo de variables que pueden predecir nuevos actos de violencia.

En Chiapas, particularmente en la región indígena, hay un colectivo de científicos sociales que lo entienden mucho mejor que las representaciones políticas populares y que, paradójicamente, no están vinculados con la confección, implementación y evaluación de políticas públicas de esta naturaleza.

Por eso yo propongo que para hallar esas soluciones duraderas a los problemas históricos del mundo indígena es necesario discutir con seriedad los posibles mecanismos para una mayor autodeterminación de estos pueblos. Una autonomía que no aísle, sino, por el contrario, permita una más sana, horizontal y dignificadora interrelación con el mundo mestizo que ondee una principal bandera: la paz.

@zoerobledo

Senador de la república por Chiapas