Cárdenas y Gómez Morín viven / Milenio


Miguel Barbosa

Los legados del general y del fundador del PAN representan tendencias y fuerzas políticas fuertemente arraigadas en nuestra sociedad; lamentamos la pérdida de ideales, sentido y congruencia en el partido blanquiazul.

Algunos textos, como el publicado en un diario nacional por Germán Martínez Cázares hace unos días, desnudan la posición  de la derecha, sus fobias, anhelos y, también, fracasos.

Germán Martínez explota en una lluvia de adjetivos contra el cardenismo, que reafirma la naturaleza golpeadora del ex líder panista.

El otrora operador del gobierno de Felipe Calderón realizó un festejo pírrico por la supuesta muerte del cardenismo. Su beligerancia obnubiló sus palabras y evidenció la ausencia cada día más grande de personajes con ideas en el PAN.

Durante el gobierno de Cárdenas se llevó a cabo el mayor reparto agrario de la historia del país, la defensa y organización de los trabajadores, el impulso a la educación socialista, incluida la creación del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y la expropiación de la industria petrolera. Rompió relaciones con la dictadura de Francisco Franco, dio asilo a los republicanos españoles y a los disidentes políticos, como al comisario del Ejército Rojo en la Revolución de 1917, León Trotski.

La derecha que representa Martínez Cazares quisiera borrar a los millones de campesinos beneficiados del reparto agrario del cardenismo. A esta derecha, tan proclive a la existencia de los latifundios y de peones acasillados, siempre ha resultado incómodo que los campesinos pudieran usufructuar la tierra que legítimamente les pertenece.

Esta visión política desearía acabar con los derechos de los trabajadores, como lo intentaron hacer los secretarios de este ramo  durante los dos gobiernos panistas.

La educación socialista,  basada en los conocimientos científicos, es una gran molestia para los partidarios de la instrucción religiosa y la doble moral.

A la derecha le molestó el rompimiento del gobierno mexicano con la dictadura de Francisco Franco, porque no pudieron y no pueden  ocultar sus simpatías por la falange ni evitar el regocijo que les provocó la destrucción del gobierno democrático de la segunda República española, con las bombas de Mussolini y Hitler.

La derecha nunca entendió que el asilo a Trotski fue el distanciamiento del cardenismo con el estalinismo y lo que éste significó años después en la URSS y Europa.

Por supuesto que la derecha se opuso a la expropiación petrolera que nos dio soberanía sobre nuestros recursos energéticos y que ha sido el motor del desarrollo de México.

Con Cárdenas hay un antes y un después en el sistema político mexicano. Antes estuvieron el impulso democrático de Francisco I. Madero, la determinación constitucionalista de Venustiano Carranza, la inteligencia militar y política de Álvaro Obregón, el firme control de Plutarco Elías Calles y el arraigo popular de Emiliano Zapata y Francisco Villa. Después, para cada presidente en turno resultaba inevitable la comparación con el general. Solo uno de los presidentes priístas había intentado medirse con Cárdenas en el campo de la política: Carlos Salinas de Gortari. Fracasó.

Carlos Salinas de Gortari fue la cabeza de un grupo compacto de la élite neoliberal priista. Un equipo político que reunía una alta preparación académica y que estaba convencido de poder construir  un país diferente, para lo cual tenían que sepultar a la Revolución mexicana. El salinismo implicó el desmantelamiento del Estado de bienestar.

Privatizó el ejido, los ferrocarriles, las telecomunicaciones, pero ante las posibilidades de un estallido social; solo avanzó en la primera parte de la privatización energética. Después vino el terrible año de 1994, el levantamiento zapatista, los magnicidios de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu y el error de diciembre, que echaron por tierra los sueños modernizadores salinistas.

Ernesto Zedillo tuvo que lidiar con la crisis económica durante toda su administración. Vicente Fox quiso pero no pudo avanzar en las reformas estructurales; Felipe Calderón intentó abrir el sector energético, a través de una reforma a las leyes secundarías, pero la movilización social lo impidió.

Los subsecuentes gobiernos del PRI paulatinamente se distanciaron del proyecto social contenido en la Constitución, mientras que la corrupción penetró el sistema y el Estado comenzó a mostrar rasgos autoritarios y clientelares. La llegada de los tecnócratas, la privatización de la red de bienestar social y la ausencia de democracia interna hicieron imposible la convivencia.

El cardenismo, dentro del pacto revolucionario, fue un contrapeso a esos excesos, hasta que en 1987 rompió con el PRI y se unió con otras fuerzas y tradiciones de izquierda, para  disputar el poder por medio de la lucha electoral y pacífica, impulsar la construcción de instituciones y la transición a la democracia.

La izquierda no considera a la derecha como un enemigo al cual eliminar. Manuel Gómez Morín fundó el Partido Acción Nacional para combatir al Partido de la Revolución Mexicana. Esto no es una limitante para reconocer sus aportaciones a la vida pública mexicana: su papel en la construcción y fortalecimiento de instituciones como el Banco de México y la lucha por la autonomía de la UNAM.

Los legados de Lázaro Cárdenas y de Manuel Gómez Morín viven, representan tendencias y fuerzas políticas  fuertemente arraigadas en nuestra sociedad.

Lamentamos  la pérdida de los ideales, sentido y congruencia en el partido que Gómez Morín fundó.