El gobierno debe fortalecer el papel de México en el mundo, pero en los hechos camina en dirección contraria: Dolores Padierna


Versión estenográfica de la intervención en tribuna de la vicecoordinadora del Grupo parlamentario del PRD en el Senado, Dolores Padierna Luna en la comparecencia del Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray.

Sen. Dolores Padierna Luna: Con su venia presidente, señor secretario, compañeras y compañeros

 

Carlos Salinas de Gortari, ideólogo de los últimos gobiernos que hemos tenido, aceptó en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio un modelo de libre tránsito para las mercancías, pero no para las personas. Y en esa rendición histórica está una de las claves de la debilidad actual de nuestro país en la negociación con un gobierno, el de Estados Unidos, que oscila entre el racismo y el proteccionismo.

 

El gobierno de Enrique Peña Nieto ha puesto lo suyo al ir de tumbo en tumbo,  de silencio en silencio, de omisión en omisión frente a la administración de Donald Trump.

 

El presidente habla de fortalecer el papel de México en el mundo y multiplicar nuestras buenas relaciones con otros países, pero en los hechos, sin embargo, caminan en direcciones contrarias.

 

En uno de los momentos más difíciles del conflicto Peña Nieto decidio cancelar su asistencia a la CELAC como si temiera el respaldo de países hermanos fuera a enojar al poderoso del norte. No ha acudido a ningún organismo internacional para hacer valer los intereses de Mexico, no ha acudido a ninguno de los arbitrajes internacionales, no hay una política exterior estratégica ante las ordenes ejecutivas unilaterales antimexicanas y observamos una constante declaración, pero inacción ante una autentica catástrofe humanitaria.

 

Desde el TLC hasta ahora la clave del fracaso es la sumisión, la manera en que los gobiernos de Salinas a la fecha decidieron que México podría lograr su desarrollo si se sometía de manera absoluta a la agenda y los intereses de Estados Unidos.

 

Toda la estrategia de seguridad, por ejemplo, se subordinó a la agenda de la “guerra contra el narcotráfico”, lo mismo que las políticas en materia de energía, que nos han llevado a una peligrosa dependencia con Estados Unidos, de las gasolinas o el gas que nos vende aunque sigamos siendo un  país productor de petróleo.

 

México pone la mano de obra barata y Estados Unidos los deportados. México pone los muertos y los desaparecidos y Estados Unidos los ejércitos de consumidores de drogas y las armas.

 

Esa relación debe cambiar.

 

En el tránsito, que puede ser traumático por la llegada de un fascista a la presidencia de Estados Unidos, nuestro país debe de estar preparado para todos los escenarios, los malos, los peores y los de Trump.

 

Confiar en un súbito pragmatismo que de pronto iluminará al empoderado es iluso. Y resulta también arriesgado, como proponen algunos, apostar a eventuales divisiones en el gabinete estadounidense.

 

La beligerancia del gobierno de Donald Trump contra México ha ido en ascenso.

 

Las directivas de la Secretaría de Seguridad Interior de Estados Unidos propone la deportación masiva de migrantes sin papeles. No importa su nacionalidad ni si están en la frontera o en el interior del vecino país.

 

En pocas palabras, Trump ha borrado de un plumazo, incluso la propia legislación de su país, al negar a las personas que busca deportar la posibilidad de defensa legal, al borrar las regulaciones que permitían a los migrantes defender sus casos. Ahora no importará cuánto tiempo lleven en el país, ni si tienen hijos nacidos allá. El universo de los deportables se ha ampliado y los agentes encargados de destruir futuros y familias cuentan ahora con un inmenso poder discrecional para decidir a quién echan de Estados Unidos.

 

¿Podemos creer, señor secretario, cualquiera de las promesas o posturas que vinieron a plantear aquí Rex Tillerson, secretario de Estado o John Kelly, el secretario de Seguridad Interior? ¿Podemos creerles, si unas horas antes de reunirse con sus contrapartes mexicanas dinamitaron toda posibilidad de acuerdo en materia migratoria?

 

Kelly, el mismo que firma las órdenes que separarán a millones de familias, que abrirán la puerta a las deportaciones masivas, viene acá a hablar de cooperación, de buena vecindad. Pero mientras eso ocurría en México, Trump hablaba de que las deportaciones serán una “operación militar”.

 

¿Se ha percatado de la táctica de zanahoria y garrote que están empleando contra el gobierno mexicano?

 

Como el presidente de Estados Unidos dice una cosa o dice otra, como se contradice a cada momento, es hora de mejor ver los hechos.

 

Los hechos, señor secretario, nos dicen que no es posible que Donald Trump sea un amigo de México.

 

Y espero que usted nos responda si sus esfuerzos como responsable de la política exterior de nuestro país parten de esa premisa o no.

 

Sin esperar las acciones de este gobierno, la sociedad se organiza a lo largo y ancho de ambos países para resistir las que se prevén continuas embestidas cargadas de racismo y xenofobia, de odio a los migrantes y al vecino del sur.

 

Se trata de la defensa de millones de personas de origen mexicano que viven en Estados Unidos

 

Más de la mitad de los estadounidenses reconocen que su nación fue forjada por inmigrantes y que sus aportaciones son vitales para la riqueza material y cultural. La mayoría, y ahí es donde nosotros, como país, debemos construir nuestras alianzas se inclina por los valores del respeto, tolerancia y inclusión.

 

Este día, hoy Donald Trump comparece en el Capitolio ante el Congreso de su país. Se espera que entre los anuncios haya algunos que afectan directamente a México. Es el caso de su plan fiscal que podría contener un impuesto fronterizo que dañaría de inmediato las exportaciones mexicanas. Es también el caso de su promesa de reducir impuestos a las empresas, lo que podría inhibir las inversiones estadounidenses en nuestro país.

Es de reconocerse que en respuesta el gobierno mexicano haya dejado claro que nuestro país que sólo se recibiría a los deportados mexicanos. Es un paso claro, pero inicial, falta mucho.

 

Las deportaciones y otros actos inamistosos del vecino deben tener una respuesta que vaya mucho más allá de las meras declaraciones.

 

Donald Trump pretende aplicarnos un apartheid con su ominoso muro. Nosotros decimos no la muro porque es un acto ostil contra México y porque viola el derecho constitucional.

 

Si comienza la construcción del muro o incluso antes, debemos suspender la colaboración con Estados Unidos en materia migratoria, en nuestra frontera sur y a lo largo de nuestro territorio. Una colaboración que, por cierto, le ha ganado a México el vergonzoso título de “deportador en jefe”, porque ahora sacamos del país más ciudadanos centroamericanos que los que Estados Unidos deporta, incluyendo a los menores de edad no acompañados.

 

Dadas las continuas agresiones del gobierno de estadounidense no podemos sostener la presencia de agentes migración del vecino del norte en nuestra frontera sur. Con este trato que hemos recibido, secretario, le pregunto: ¿debemos seguir permitiendo la presencia de agentes aduanales o de emisarios de la DEA en nuestras estaciones migratorias? ¿Debemos permitir que sigan aquí y estén armados?

 

Respeto mutuo y buena voluntad se dice, con una retórica quizá útil en situaciones de normalidad, que resulta incluso ridícula en el escenario de las agresiones permanentes que estamos viviendo.

 

Mientras el gobierno de Estados Unidos aprieta tuercas, mientras se multiplican los terribles dramas humanos que implican las deportaciones, este gobierno responde con frases hechas, no con un lenguaje de la diplomacia sino con el de la renuncia a la defensa de los más elementales principios de una nación que se pretende soberana.

 

La llegada de Trump implica un nuevo tablero en la relación bilateral. No se puede seguir diciendo, como señaladamente hicieron el gobierno de Felipe Calderón y el actual, que la reforma migratoria de Estados Unidos es un asunto doméstico de ese país. En este tema, como en la relación comercial y la seguridad, los gobiernos de los últimos sexenios, incluyendo al actual, han optado por subordinarse a la agenda de intereses de Estados Unidos.

 

Trump alimenta el miedo de su población con la engañifa de que la migración está indisolublemente ligada al terrorismo y otras formas del crimen internacional. Mentiroso contumaz, enfoca sus baterías contra México y presenta al muro como la solución final. Olvida convenientemente que desde los atentados en Nueva York en 2001 no ha ocurrido ni un solo incidente terrorista de importancia en la frontera con México

 

Las nuevas directrices estadounidenses suponen el inicio de una verdadera guerra contra los migrantes. La persecución, si nos atenemos a esos documentos, será masiva, absolutamente discrecional, sin leyes ni reglas.

 

En los memorandos referidos se ordena la ampliación del llamado programa “comunidades seguras”, que durante la administración de Obama se convirtió en el principal instrumento de las deportaciones.

 

La colaboración con México ha permitido a Estados Unidos fortalecer su seguridad nacional. Desde aquí se han desarticulado planes de atentados e infiltraciones de enemigos de Estados Unidos.

 

Esa colaboración es una carta fuerte en la negociación, en esencia porque ha resultado indispensable para Estados Unidos y porque el apoyo que ese país entregaba a México para la absurda “guerra contra el narcotráfico” en el marco de la Iniciativa Mérida, ha sido francamente marginal.

 

Es en la seguridad donde tenemos un nicho de oportunidad para negociar con el beligerante vecino. La negociación en este rubro debe ser ocasión para diseñar la colaboración, poniendo por delante el respeto pleno a nuestra soberanía y rechazando, por supuesto, la presencia militar estadounidense en nuestro país.

 

En ese sentido, las labores de inteligencia, el flujo de información bilateral para combatir redes delincuenciales y lavado de dinero, son una fuerte carta de negociación.

 

Termino, señor secretario, senadoras y senadores

En el debate público de estos días hay un argumento que se usa con insistencia: el gobierno de México, se dice, debe dar prioridad al uso de las mejores herramientas y la búsqueda de las mejores vías para tener una “buena relación” con Donald Trump.

 

Tantos años de subordinación han nublado muchas mentes.

 

No, senadoras y senadores. No, señor secretario. El gobierno de México debe tener una sola prioridad: defender a los mexicanos, aquí en México y en territorio de Estados Unidos. Lo demás son frases para “ganar” un pleito pequeño en Twitter.

Muchas gracias.

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