México y Estados Unidos: relación difícil


Fernando Mayans Canabal
El Senado de la República tiene entre sus atribuciones constitucionales ocuparse de la política exterior de México; en mi calidad de miembro de este honorable cuerpo, he seguido con la atención posible los sucesos de la relación entre el nuevo gobierno de los Estados Unidos y nuestro país; relación que desde sus orígenes ha sido difícil más allá de lo normal y que en 1847, por la injusticia histórica de una guerra totalmente desproporcionada contra un pueblo recién independizado de España, rico en territorios y dividido en una lucha sin cuartel ni entendimiento entre su entonces clase política, fue víctima a modo para ser despojado de la mitad de su territorio. Territorio lejano del centro del país y apenas poblado, que por tales hechos le mereció el nombre de Provincias Internas; denominación merecida junto con el de provincias indefensas y lejanas, apenas atendidas por un país en conformación como lo era el nuestro con un cuarto de siglo de vida independiente en aquel fatídico año del siglo XIX.

Además, México y Estados Unidos son dos países totalmente diferentes, sobre todo en cultura, es decir, integran dos sociedades que perciben la vida de maneras muy diferentes; todo ello sin hablar del ingreso económico ni de la disparidad tecnológica.

Los mexicanos estamos moldeados de una riqueza vital en que confluyen nuestra raíz hispánica y las múltiples culturas indígenas de México, en las cuales la azteca y la maya son sólo dos de ellas. ¡Cuánto nos han enseñado de nuestras culturas estudiosos como Miguel León Portilla, Eduardo Matos Moctezuma, Alfredo López Austin, entre otros! Y no podemos sino apenas detenernos en nuestra riqueza hispánica, con todo el legado histórico que le acompaña, y cuya herencia principal es la lengua española, vehículo de unión y comunicación con todos los países de América Latina.

Estados Unidos es muy distinto. Y pido disculpas por la obviedad, pues en muchos de los análisis en medios en que me he informado se pasa por alto este tema. Nuestro vecino del norte responde a tradiciones culturales, religiosas e históricas tan diferentes a las nuestras. Es básicamente —según enseña su historia— un país conformado y hecho por su población inmigrante, aparte de su núcleo anglosajón fundador. Y algo hay de cierto: es un gigante cuya fuerza económica sigue siendo expansiva y sus intereses geopolíticos son muy variados, así que sus vecinos debemos —por decirlo de alguna manera— administrar o sobrellevar este ineludible factor geográfico… con aplomo y gran capacidad negociadora, asumiendo todas sus consecuencias. No hay otra opción.

Como representante popular y como ciudadano, me preocupa y ocupa este momento difícil que pasa nuestro país. Mi intención es recordar un suceso que precisamente el 7 de febrero de este año cumplió un centenario: la salida de territorio nacional de las tropas del gobierno de Woodrow Wilson, la llamada Expedición Punitiva, que entró al norte de México en busca de Francisco Villa por el ataque al pueblo de Columbus, en plena Revolución Mexicana.

Como observadores de la historia nacional, llaman la atención dos fechas: 5 de febrero, con la promulgación de la nueva Constitución; y 7 del mismo mes, cuando tropas extranjeras abandonaban parte del territorio nacional. México nunca ha estado exento de problemas, pero ha sobrevivido a ellos… ha resistido como nación.

Y en esta ocasión será igual. Ni muros ni deportaciones arbitrarias ni medidas económicas abusivas y unilaterales podrán contra nuestro país. El gobierno de México tiene que hacer su tarea con inteligencia y carácter ante un gobierno hostil, cuya economía está íntimamente imbricada con la nuestra, con una tasa de comercio que rebasa el 80%. Además de compartir la frontera más transitada del mundo, en la cual ciudades de ambos lados forman en realidad un solo conglomerado.

En uno de sus últimos análisis, Lorenzo Meyer escribió que el gobierno vecino tiene derecho a levantar un muro en su frontera. A lo que no tiene derecho es a exigir que México lo pague. El derecho de cada uno de los países se funda en la calidad política de sus respectivos gobiernos y sociedades.

La sabiduría china de la antigüedad deseaba a los hombres que tuvieran la oportunidad de vivir en tiempos interesantes. A nosotros nos ha tocado ese privilegio. Estaremos atentos al reto de estas relaciones difíciles e inéditas.