Gasolinazo y carestía / Revista Siempre


El gobierno falló

Miguel Barbosa Huerta

A la violencia del crimen organizado y a los escándalos de corrupción de nuestra vida pública, ahora debe agregarse esta palabra: carestía. El inicio de 2017 está marcado por esta palabra. Lamentablemente el aumento al precio de la gasolina y el diésel, programado para el primer minuto del nuevo año, desatará una ola de carestía; es decir, un aumento acelerado en los precios de los productos de uso común en todo el país. Esto representa una lista inmensa de productos cotidianos; no se trata de una afirmación hecha a contra corriente de los buenos propósitos que deben predominar en esta época del año, sino de la triste realidad que vive nuestro país.

No se necesita un doctorado en economía para saber que el aumento en el precio de los combustibles resulta de la combinación del fracaso de la política fiscal y del fracaso de la reforma energética. La política fiscal, porque ésta ahorcó y llevó a la ruina a la empresa pública más importante del país. Pemex enfrenta una carga fiscal enorme, ninguna empresa en el mundo puede sobrevivir o prosperar pagando ese nivel de impuestos. La reforma energética, porque los cambios constitucionales y legales aprobados en este sexenio tenían como verdadero propósito la quiebra y el desmantelamiento de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad, lo cual ya lograron.

La consecuencia, una ironía: ser un país productor de petróleo, pero donde los precios de los  combustibles son caros, porque a partir del primer minuto de 2017 entrará en vigor el mayor incremento en los costos de la gasolina en lo que va del gobierno de Enrique Peña Nieto. No sólo eso, al aumento del precio en los combustibles debe agregarse el desabasto de las últimas semanas en por lo menos 13 entidades del país, entre las que destacan: Aguascalientes, Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Oaxaca, Chihuahua, Guerrero, Morelos, Jalisco, Puebla, Tlaxcala, San Luis Potosí y Durango.

Del paraíso prometido, al infierno de la carestía. De la abundancia, al desabasto. ¿Qué falló? ¿Qué tan conveniente resulta responsabilizar de todo al complicado contexto internacional? ¿Qué nivel de responsabilidad tiene la incapacidad gubernamental? ¿Dónde quedaron los beneficios de la reforma energética que a finales de 2013 la actual administración anunció con bombo y platillo?

Que alguien le explique a la sociedad por qué a la larga el aumento de los precios de la gasolina y el diésel podrían ser positivos. El silencio es total. No hay explicación creíble y mucho menos, razonable. El gobierno falló rotundamente y sus consecuencias repercutirán en el nivel de vida de la inmensa mayoría de los mexicanos. Lo que más inquieta es la perceptible parálisis y la elocuente negligencia de los responsables de la política económica.

El fantasma del “error de diciembre”, que aterrorizó al país a finales de 1994 ronda la memoria colectiva. Ahora, la mala noticia llegó por medio de un comunicado de la Secretaría de Hacienda en el cual esta dependencia anunció que los precios promedio a nivel nacional vigentes del 1º de enero al 3 de febrero de 2017 serán de $15.99 para la gasolina Magna, de $17.79 para la gasolina Premium y de $17.05 para el diésel, aunque cada una de las 90 regiones, en las cuales Hacienda dividió el país, tendrán sus propios precios. ¿Por qué el Gobierno asumió esta decisión?

La posible respuesta indigna: para hacer atractivo el negocio de la venta de gasolina a las empresas extranjeras, sin importar las consecuencias en las cadenas productivas nacionales en todos los sectores y los costos al consumidor final. Qué interesante sería conocer cuántos servidores públicos federales y estatales están involucrados en el negocio de la venta de gasolina.

El salario mínimo en 2017 será de 80.04 pesos diarios, lo que fue considerado en su momento como un logro para los trabajadores; sin embargo, como se presentan las cosas con un día laboral un obrero, un empleado o un comerciante, podrá comprar algo así como cuatro litros y medio de gasolina Premium y casi cinco litros de gasolina Magna. Esa es la realidad que nos pinta de cuerpo entero y pone de manifiesto el fracaso de la actual administración. La carestía es la verdad sin retórica y sin los artilugios de la propaganda gubernamental. La inflación toca a nuestra puerta y la sociedad parece estar sola. Debemos prepararnos para enfrentar los avatares económicos en 2017.

Es momento de sacudir al gobierno para sacarlo de su parálisis y de su complacencia. No podemos resignarnos a que un escenario de carestía se instale de manera impune, como si se tratara de un destino irrenunciable.

Debemos exigir a los responsables de la política económica y fiscal presentar medidas ejecutivas excepcionales, para enfrentar la muy probable escala inflacionaria. Sería una irresponsabilidad por parte de las autoridades que un escenario inflacionario simplemente se instalara afectando a millones de familias.

@MBarbosaMX

Coordinador parlamentario del PRD en el Senado