Enrique Krauze… pensador indispensable / Revista Siempre


Escritor libre

Zoé Robledo

El ingeniero Enrique Krauze fue alcanzado por el 68 en 1968. Por eso mismo pertenece a aquella generación que hizo una propuesta de cambio y convirtió a la crítica en un instrumento esencial para él mismo. Sin embargo, su principal característica como pensador es su compromiso con la libertad: su entrega a la crítica libre, que es la única capaz de sustentar las objetividades tan necesarias.

Krauze es un pensador indispensable para el país y en mucho, además de su escritura libre, por su independencia respecto a los poderes políticos. Es un empresario de la cultura y esa condición le ha permitido permanecer independiente para hacer su trabajo que, como lo indica cualquier recuento de sus obras, ha sido intenso, extenso y profundo. Es difícil entender al México de ayer y de hoy sin el recurso histórico que nos brinda Krauze a través de cualquiera de sus escritos.

Este recio personaje mexicano no solamente conoce la historia nacional, sino que es uno de sus constructores. Es un seguidor intenso de nuestro pasado, particularmente del siglo XX, tanto de sus protagonistas como de sus circunstancias.

Conoce el pensamiento político progresista y así nos lo hace saber con sus textos relativos a Francisco Zarco, Francisco I. Madero, Andrés Molina Enríquez, Federico Gamboa, Julio Torri, Daniel Cosío Villegas, Octavio Paz, Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Taracena, José Vasconcelos, Antonio Caso, Antonio Ortiz Mena, Jesús Reyes Heroles, José Luis Cuevas, Carlos Fuentes, Julio Scherer, José Luis Cuevas, Gabriel Zaid y otros.

Se ocupa y preocupa también con Samuel Ruiz, Lázaro Cárdenas, Manuel Clouthier, Heberto Castillo, Miguel León Portilla —con su indigenismo que nos invita a conocer la realidad de la vida y la evolución de los pueblos indios— así como otros mexicanos sobresalientes.

De la misma manera, examina el pensamiento de algunos extranjeros relacionados con México: Alejandro de Humboldt, Pedro Henríquez Ureña, Arnaldo Orfila y de la pintora Joy Laville. Tras leer los ensayos correspondientes, se llega a la conclusión de que estos pensadores fueron seleccionados con un profundo conocimiento de la obra de cada uno y de su relación con nuestro país.

Krauze explora el mundo de Isaiah Baerlin, el liberal que es un referente para el liberalismo y las definiciones de la libertad como lo que solamente es la libertad —con su aplicación a las sociedades, junto a Popper, para pensar la sociedad abierta—. Conoce y da a conocer la obra de Leszek Kolakowsky que percibe directamente la crisis del socialismo realmente existente y, lo que tiene un mayor peso intelectual: la caída del marxismo como uno de los ejes del pensamiento universal contemporáneo.

Examina a León Tolstoi, con todo su escepticismo sobre la razón humana y la imposibilidad de encontrar y menos de razonar, las relaciones entre los acontecimientos que tienen todos los rasgos del azar. Examina las diferencias entre Tucídides y Plutarco, en las que uno pone a los pueblos como los protagonistas de la historia y el otro a las personalidades de cada tiempo. La historia colectiva contra la historia personal.

Krauze profundiza en la filosofía, en las preguntas que se hacen los seres humanos. Por ejemplo, escribe un intenso ensayo sobre Borges y Spinoza. Para Krauze, hay una relación entre la imaginación, a veces circular, de Borges y la propuesta spinoziana de razonar y concluir que todo, en última instancia, es pensamiento.

Borges es un seguidor de Spinoza que, a su vez es un continuador, en el sentido pleno de la palabra, de Descartes, cuya idea central era el pensamiento  como el inicio de la existencia total.

En ese orden, la obra de Borges no es un asunto de la realidad, sino del pensamiento. La idea, que surge de pensar pero sin finalidades filosóficas o éticas preestablecidas, es la piedra angular de la imaginación: Borges es un producto de la alucinación, según él mismo lo declaraba.

Este trasfondo teórico-histórico es una de las bases de su obra abundante e intensa como antes lo señalé. Con ese marco, se ocupa de los actores políticos mexicanos que protagonizaron el poder en toda su intensidad: en la Presidencia de la República.

Así, el libro La Presidencia imperial es una exploración monumental de la vida y otra de los presidentes mexicanos. En la obra se pueden percibir las razones del poder, en todos y cada uno de los protagonistas mexicanos en el siglo XX. Estudia personalidades y circunstancias, sin rendir pleitesías ni ocultar eventos de ninguna clase. Inclusive, recurriendo a la anécdota, que ocasionalmente puede ser más ilustrativa que la suma de todos los “datos duros”.

Cuando se lee La Presidencia imperial uno puede imaginar a Adolfo López Mateos abordando un avión, con su sonrisa siempre presta. Se puede imaginar la ira de Díaz Ordaz ante la hiriente imaginación de los estudiantes en el 68. Puede imaginarse a López Portillo operando el canto de cisne del estatismo mexicano al expropiar los bancos. Se puede imaginar a Salinas cuando se entera de la muerte de Colosio o del levantamiento en Chiapas. Se puede imaginar a muchos gobernantes, porque los textos de Krauze logran que compartamos la visión del escenario y el desempeño de los actores.

Lo dicho: leer a Krauze es leer el poder y pensar las actitudes y pensamientos de los actores. Por eso mismo, es un autor esencial para los finales del siglo XX y lo que va del XXI en México. Su prosa a pesar de algunas críticas al respecto (“no escribe mal para ser ingeniero”) es de excelencia. No solamente invita a leer sino, lo que es mejor, a continuar su lectura. También a “platicarla”.

Lo dicho: por su obra es merecedor del premio Rosario Castellanos. Se revalora Krauze y se revalora el premio.

Senador por Chiapas

@zoerobledo