Rescatemos el México solidario / La Crónica de Hoy


La seguridad social es un indicador muy importante sobre los niveles de bienestar, cohesión, igualdad y participación de los mexicanos, porque más allá de reflejar qué tanto se conoce y puede ejercerse este derecho fundamental en nuestro querido México, evidencia el grado de apoyo no sólo económico y de servicios, sino de la vitalidad del respaldo solidario que la sociedad y el Estado ofrecen a los habitantes del país.

 

La solidaridad es la base de la seguridad social transformada en apoyo, apego y empatía hacia las causas y necesidades de otros mediante las instituciones del Estado.

 

Sin embargo en nuestro México, conforme al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), existen 39.2 millones de personas de ambos sexos menores de 18 años, de los cuales unos 12 millones no tienen acceso a la seguridad social, y según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el 61.2% de la población carece de este derecho; mientras 31.2 millones de personas que se encuentran en la economía informal tampoco gozan de seguridad social; al igual que 5.5 millones de la población no económicamente activa y 2.3 millones de mexicanos con 65 años o más, y al menos en 26 de las 32 entidades federativas, más de la mitad de la población tampoco cuenta con esta asistencia.

 

Para explicar la cruda realidad que se observa en las estadísticas anteriores, reflejo de las carencias y penurias que pasan millones de mexicanos por no contar con ese apoyo solidario de sus propios compatriotas ni del Estado, regularmente se invocan argumentos que circunscriben la seguridad social al ámbito económico, pero esto es claramente insuficiente porque oculta bajo la racionalidad del gasto la posibilidad de mirar el caleidoscopio de las necesidades de los mexicanos y lleva a planteamientos reduccionistas de acopio de cuotas de los trabajadores, patrones y gobierno.

 

Necesitamos mirarnos entre mexicanos de las formas más solidarias posibles, generar apego y empatías entre nosotros para progresar en la dirección correcta y acabar con la tragedia de la pobreza, el desempleo, las enfermedades, la violencia, la corrupción y construir perspectivas de un futuro con bienestar y calidad de vida para todos donde se retome el sentido social del Estado y la nación.

 

Decirse solidarios cuando entregamos bienes materiales y donaciones económicas a los más necesitados, que cada vez son más, motivados por campañas de marketing no basta para transformar una realidad, se requiere ocuparse del apoyo y acompañamiento del otro para que éste logre educarse, vivir saludable, tener empleo, ser productivo, tener oportunidades de crecimiento, entretenerse, entre otras.

 

Preguntarnos qué tan solidarios somos cuando participamos o no en las soluciones de situaciones que a veces vemos distantes porque le ocurren a otro, pareciera una cuestión sencilla pero la respuesta que demos implica la posibilidad de avanzar o hundirse como sociedad. Por ejemplo, observe estimado lector, como la corrupción es un acto profundamente egoísta, abusivo, inmoral y sin una pizca de solidaridad con los demás, un cáncer que acaba con la sociedad y el propio Estado.

 

Pero también pregúntese cómo actuamos cuando un familiar, vecino o amigo nos pide acompañarle al médico, ayudarle en alguna tarea o dedicarle un tiempo para encontrar soluciones a problemáticas de una colonia, cuántas veces estaríamos dispuestos a hacerlo; de su respuesta dependerá qué tan solidario o no, sería con su pariente, vecino o amistad.

 

México, al igual que diversos países de América Latina, debe seguir pugnando porque la seguridad social sea una herramienta de justicia social y de promoción de la dignidad humana, un potente indicador de la solidaridad entre mexicanos y reflejo de políticas públicas adecuadas a la sociedad que demanda una mejor realidad nacional.

 

Es imprescindible el rescate y promoción entre la sociedad y las instituciones de este sentido más complejo de la seguridad social que necesita el país, por eso desde el Senado hemos exhortado al Titular del Poder Ejecutivo Federal a declarar la última Semana de abril como la Semana Nacional de la Seguridad Social, acción que marcaría, en principio, un cambio cultural que sensibilice e involucre a las actuales y futuras generaciones en su conocimiento.

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