Los buenos deseos / La Crónica de Hoy


En mi última colaboración del 2016, entre otros temas toqué el de la esperanza que despierta un año nuevo: es la renovación del calendario y de nuestras esperanzas. De nuestra esperanza y ánimo por superar los obstáculos propios de la vida y crecer, desarrollar nuestras habilidades y posibilidades en todos los sentidos, y despojarnos, hasta donde sea posible, de nuestros males personales y sociales.

Agradecí muchos a los lectores que me hacen el favor y honor de leer mis notas la distinción que me brindan, y en esta primera colaboración del 2017, no está de más volver a agradecerles, pues estoy consciente de que en cada lector, cuando escribimos, tenemos un amigo y por estos medios que se combinan con tanto acierto, como es el asunto de escribir y la generosidad de La Crónica, un día tendré la oportunidad de conocerlos, es decir, de encontrarnos, y entablar el diálogo que hace crecer las ideas y las coincidencias.

El verdadero diálogo, como dijo un filósofo alemán del siglo XX, es “la verdadera técnica del acuerdo civil”, sin él, no hay vida ni política posible.

México enfrenta un año difícil como pocos en las últimas décadas. Parece que digo una obviedad, pero quiero aclarar algo. Pertenezco a la generación que vivió a los 13 años de edad la devaluación del peso después de 22 de años de estabilidad cambiaria. Eso fue casi al finalizar el gobierno de Luis Echeverría, y significó el fin del “Milagro mexicano”. En aquel tiempo de mi vida comprendía la gravedad del hecho más por las caras de preocupación de los demás, que por mi propia comprensión.

Traigo a mi mente este recuerdo porque de ahí en adelante -salvo breves periodos que tan solo han sido pausas de aparente bienestar- hemos vivido en continuas crisis económicas, que en mucho son crisis sociales provocadas por factores externos de un mundo cada vez más globalizado y, ojo, crisis internas causadas por malas políticas económicas y una falta visible de sensibilidad social para poner en práctica las políticas del Estado por la clase dirigente.

Es decir, pertenezco a una generación que ha visto devaluaciones, empobrecimiento general y depreciación de la moneda, al punto de necesitar miles de pesos para comprar un refresco (tiempos de Miguel de la Madrid). Soy parte de una generación de mexicanos muy resistente y confío que este año esa capacidad de resistencia que forma parte de la esencia del país, por las graves dificultades históricas que hemos superado como Nación, nos sacará adelante.

Pero debo reconocer que el pueblo está cansado y estoy consciente, como médico que recibe a sus pacientes y como representante popular electo por mayoría al Senado por Tabasco, que en el desarrollo de la historia de un gran y populoso país como lo es México, no existen libretos predeterminados. Yo  sólo tengo mi voluntad personal junto a los buenos deseos, de que México supere este bache en que se encuentra, y que la gobernabilidad no se pierda, pues a nadie, absolutamente a nadie le conviene el desorden social.

Por mi parte, este año que inicia pondré todavía mayor empeño en mi labor en el Congreso. La presidencia de la Comisión de Seguridad Social -en la que entre muchos temas vemos el de las pensiones- me ha dado la oportunidad de convivir con la clase trabajadora del país y oír de su propia voz la gran preocupación que despierta el asunto de sus pensiones, que cada día amenazan con volverse más escasas; tema que para los jubilados que ya no tienen edad o fuerzas para trabajar es un asunto de vida o muerte. Sí, señor. Un asunto en el que está contenida su vida, pues dieron lo mejor por México, y hoy no son recompensados con justicia por su esfuerzo.

Mis mejores deseos para quienes me leen y para quienes no me leen también. Mi actitud como un servidor del pueblo será la misma este 2017: Luchar por un México más solidario, seguro y justo.

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