La intransigencia de AMLO / El Sol de México


Como todo líder carismático, su retórica ha encontrado en un gran sector de la población abrumado por la pobreza, harto de la corrupción, decepcionado de la política, desconcertado por la violencia y la incapacidad de las autoridades para frenarla, un idóneo caldo de cultivo para su maniqueísmo.

Sus directrices son incuestionables: estás conmigo o estás contra mí. Él y sus seguidores se definen a sí mismos como valientes incorruptibles, pero si aparece un video donde algún allegado recibe dinero oscuro, repetirán mil veces que es un montaje, que él pasa por los pantanos y su plumaje nunca se manchará.

Así ha construido su personalidad. No permite que nadie le discuta, para en seco cualquier comentario diverso.

Muchas anécdotas se pueden escribir de su paso por el PRD.  Siempre me he preguntado cómo le permitimos tanto maltrato.

Recuerdo muy bien que en la toma de Paseo de la Reforma, después de la elección de 2006, ni siquiera escuchó a uno de los intelectuales más prestigiados –y cercanos- ante la crítica y solicitud de que levantara las tiendas que a lo largo de esta avenida se instalaron porque así lo decidió, sin siquiera tomar en cuenta a las autoridades de la ciudad.

No olvido la cara del entonces jefe de gobierno, Alejandro Encinas, quien sorprendido al igual que los demás, simplemente cumplió con esta directiva de Andrés, la emblemática avenida Paseo de la Reforma partió en dos a la Ciudad de México.

Con todo lo que conllevaba para la vida de la diversidad de personas en su ya agobiante cotidianidad, Andrés todavía les endilgó una determinación contra la que nadie, ni siquiera Monsiváis pudo mover, quien junto con otros intelectuales le escribió invocando cuasi clemencia para las y los habitantes de la metrópoli: “la ciudad tan frágil, tan convulsa y tan vulnerable… un bloqueo de esta naturaleza me resulta inadmisible ya que atenta contra los derechos urbanos de manera directa”.

Andrés se cansó de escuchar a quienes le cuestionaban desde el PRD. La dirección nacional o, peor, el Consejo Nacional partidario constituían para él una incomodidad que se prometió nunca volver a soportar. Basta ya de órganos colegiados; no es gratuito que haya gestado un movimiento y no un partido, por eso se fue del PRD.

Que hoy recuerde el apoyo de Heberto Castillo a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas resulta de doble moral porque tampoco a ellos les escuchó, como hoy no escucha los cuestionamientos de corrupción que se le endilgan a su candidata Delfina en el Estado de México. Si no están conmigo, están contra mí; la Patria es primero, ergo yo soy la Patria. Y si no van ahora con Morena, no irán en 2018, dice con su dedo flamígero, ¡Uy qué miedo!

Andrés es misógino, homofóbico, irrespetuoso de los derechos humanos a los cuales pretende llevar a consulta; es un intransigente que se resiste a la transparencia y se piensa como el hombre fuerte que no necesita de las instituciones, carismático fanático de sí mismo, no habla con su almohada, solo habla con Dios.

Frente a sus amenazas en la coyuntura de la elección del Estado de México conviene recordar a Winston Churchill, quien en alguna ocasión dijo: “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”, esta frase ilustra de pies a cabeza quién es López Obrador.
Senadora por el PRD.

@angelicadelap