La enseñanza de María Luisa Armendáriz / Revista Siempre


Editora, escritora y promotora cultural

Por Zoé Robledo

Hace poco más de un año, a inicios de septiembre, me encontré con mi amiga María Luisa Armendáriz en la Ciudad de México. Era otoño, el cielo olía a lluvia y el viento anunciaba esos frescos tan parecidos a los de las tardes coletas.

Esa ocasión, como siempre que nos reuníamos, hablamos de libros, de plástica y poesía, de la pobreza y  de la naturaleza humana, pero como siempre, nuestra charla terminó en el tema que era su gran preocupación: el futuro de Chiapas.

María Luisa Armendáriz era una convencida de que una buena parte de los problemas de los chiapanecos puede empezar a resolverse incrementando los niveles y la calidad de la educación de sus habitantes.

José Martí afirmó que solo una sociedad culta puede ser una sociedad libre. María Luisa hizo, con su trabajo, el mejor apostolado a esta frase.

Responsable de la dirección de la Casa Museo Nabolom, antes escritora, editora y permanente promotora cultural,  María Luisa puso mucha de la energía de sus últimos años de vida en el esfuerzo para rescatar y restaurar el bellísimo edificio Casa La Enseñanza y hacer de él un centro cultural que cumpliera con lo que su nombre marca y honrara su origen. Por fortuna el tiempo dio para que viese el resultado.

La antigua casona, que abriera sus puertas el 15 de agosto de 1915, fue construida por don Carlos Zacarías Flores, arquitecto que antes de convertirla en escuela primaria, secundaria y normal, la levantara como casa habitación familiar en la que pasó muchas tardes mirando la lluvia en su patio central.

Luego de ser incluso sede del Colegio de Bachilleres en San Cristóbal, el espacio cayó en el abandono. Los herederos de don Carlos Zacarías lo pusieron en venta y si bien algunos empresarios hoteleros mostraron interés, la operación nunca logró concretarse.

Y mientras tanto María Luisa, desde su oficina en Nabolom, elucubraba estrategias para hacerse de los fondos necesarios para adquirirla, para volver a darle vida, y hacer de ella un museo, un centro de convivencia comunitaria y de efervescencia ciudadana en torno a la cultura.

Esa última ocasión que nos vimos, poco antes de su muerte, mi amiga me contó que preparaban ya los festejos del centenario de La Casa La Enseñanza. Sería, me explicó, un festejo no solo a la altura de la enorme historia de ese espacio, sino también a la altura de los retos que tendría por delante: exposiciones, foros, talleres, arte y diálogo en todas sus modalidades llenarían todos sus espacios.

Por desgracia, María Luisa Armendáriz murió inesperadamente. Por fortuna su enorme presencia se percibe en La Enseñanza. Su legado de trabajo hizo escuela y, hoy, la llamada Casa de la Ciudad está más viva que nunca. Seguro desde algún sitio mira con alegría el buen rumbo que lleva el proyecto que tantos esfuerzos demandó.

Vaya pues en esta colaboración de Selva Sonora mi reconocimiento a la Casa La Enseñanza y su gran trabajo, y vaya un abrazo afectuoso hasta donde ahora estés, querida María Luisa.

@zoerobledo

Senador de la República por Chiapas