Don Fernando Solana / La Crónica de Hoy


Finales de marzo fue un mes de intenso trabajo en el Senado; abril, igual, y antes que sigan pasando los días, hago una pausa y dedico este espacio a recordar a un mexicano excepcional, don Fernando Solana Morales, quien falleció el pasado 23 de marzo.

Siempre me llamó la atención la vida de Solana. Aunque su sector de trabajo no fue directamente cercano al mío, al entrar al Senado, leí algunas biografías de antiguos y prominente senadores, y allí encontré a don Fernando.

Su vida me cautivó porque fúe un hombre de muchos saberes, de variadas y múltiples actividades, algunas de ellas de orden muy distinto, que incluso, de acuerdo con la mentalidad con que vive el mundo y nuestro país, hoy se verían contrapuestas, o cuando menos contradictorias. Pero antes de explicar esto, quiero recordar que don Fernando nació el 8 de febrero del 1931.

Como hombre de su tiempo, los primeros acontecimientos de los que tuvo noticia fueron: la figura histórica del presidente Lázaro Cárdenas, el ambiente bélico que anticipaba la Segunda Guerra Mundial, la sublevación de los militares españoles que tumbó a la República española y, sobre todo, la Expropiación Petrolera de 1938.

Aunque don Fernando entonces era un niño -todos lo hemos sido, pero se nos olvida-, estoy seguro que con la curiosidad por el saber, su grandísima inteligencia personal y natural captaba con su personalidad de entonces – ya en formación hacia el hombre que llegaría a ser- todo lo que socialmente transcurría a su alrededor.

Los medios clásicos de comunicación de entonces eran la prensa escrita y la radio -la radio que sacudió la conciencia comunicativa de nuestros abuelos-. Un mundo para los jóvenes de ahora, incomprensible, al que sólo pueden asomarse en las películas.

Antes dije que un hombre de muchas cualidades para tareas tan distintas, como lo fue Solana, con mucha dificultad se daría hoy y con más dificultad sería comprendido.

Cuando muy joven, Solana estudió primero ingeniería civil, después estudió filosofía y por último, estudió ciencias políticas y administración pública.

Todos sus estudios los realizó en la UNAM, institución a la que quiso como se quiere a la verdadera alma mater, y a la que siempre sirvió.

Sus tareas profesionales lo llevaron por distintos caminos: fue director de una famosa revista de la década de los años 60, la notable Mañana.

También fue reportero en el periódico Novedades; en ese tiempo solicitó una entrevista con don Jaime Torres Bodet, quien fue un gran secretario de Educación Pública y de Relaciones Exteriores, Solana, estoy seguro, se sintió impresionado ante la recia y sólida personalidad de don Jaime.

Caminos incomprensibles y únicos de los destinos humanos: Fernando Solana llegaría con el tiempo a ocupar y ejercer ambos cargos, dejando su huella, su saber, su inteligencia en ambas responsabilidades, al igual que su entrevistado Torres Bodet, En el rectorado siempre recordado de don Javier Barros Sierra, Solana fue su secretario general.

A ambos les tocó -cada uno desde su nivel de jerarquía- la defensa de la UNAM durante los acontecimientos de 1968.

Qué difíciles debieron ser esos tiempos de un sistema político cerrado, cuando el autoritarismo no sólo era una ideología, sino gozaba de un prestigio que se confundía con el orden.

En un video de la Cátedra Fernando Solana, sobre la vida de éste, pude ver las escenas de la recordada marcha en defensa de la dignidad universitaria, después que el Ejército tumbó la puerta de San Ildefonso.

Pasaron algunos años, y al inicio del gobierno de José López Portillo, Solana fue designado secretario de Industria y Comercio, y poco después, secretario de Educación Pública.

La educación fue un tema que le apasionó, pues sabía con la certeza de su conocimiento y experiencia, que era verdad irrefutable lo que gustaba repetir una y otra vez, el singular Reyes Heroles: «Cuesta mucho educar a un hombre… pero cuesta más no educarlo».

De esa experiencia, Solana nos dejó sus escritos de título, Tan lejos como llegue la educación, que interpreto en que tan lejos como llegue nuestro saber podemos llegar nosotros.

En esta época de «especialización», de especialistas que no hacen bien su trabajo, extrañaremos a don Fernando Solana, un hombre que todo a lo que se aplicaba lo hacía crecer.

Cuando un hombre de este saber muere, «es como una biblioteca que se incendia».

*Senador por Tabasco (PRI))

Twitter: @SenadorMayans