Constitución Política para la Ciudad de México / Excélsior


Este año, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, habrá de celebrar su 99 aniversario. Nuestra Carta Magna, en sus 136 artículos, a lo largo de su existencia, ha plasmado un país en el que todos quisiéramos vivir.

Un país donde se respetan universalmente derechos inalienables al ser humano; donde se garantizan las condiciones para un desarrollo económico sostenido y equitativo; donde la ley se aplica a todos por igual; donde hay eficacia y contrapeso real entre poderes, y órdenes de gobierno. En general, un país que funciona bien, y donde los derechos y obligaciones, marcan la convivencia cotidiana de todos sus habitantes.

Desafortunadamente, la realidad cotidiana indica que nuestro texto constitucional es más un listado de buenos propósitos, que de resultados concretos. Sería ocioso repetir la larga lista de problemas nacionales; basta recordar que entre la imagen que dibuja nuestra Constitución, y el día a día de la gran mayoría de las y los mexicanos, hay una enorme distancia.

Sin embargo, ahora que el Distrito Federal se convertirá jurídicamente en la Ciudad de México, se ha generado una gran expectativa por el hecho de que la nueva entidad tendrá su propia Constitución. Pero, ¿en qué puede cambiar la realidad de los capitalinos?, ¿se va a mejorar o empeorar su vida por el hecho de que exista una Constitución para la Ciudad?

Habrá quien diga que una Constitución establece tan sólo las normas más generales para guiar la vida institucional. Que ahí están contenidos los valores más importantes que nos definen como colectividad, pero que no es función del texto constitucional afectar directamente la realidad del ciudadano. Que para eso están las instituciones, las autoridades, las políticas públicas.

Yo no estoy de acuerdo con esta visión. Considero que estamos obligados a aprovechar este evento histórico para identificar y reparar, en el ámbito local, los mismos huecos y desgarres que impiden que el texto constitucional nacional se convierta en una realidad.

Voté a favor del dictamen que fue aprobado en diciembre pasado en el Senado de la República, sobre la Reforma Política del Distrito Federal, pero no para que simplemente exista la Constitución número 32 en el país y que un puñado de especialistas y políticos se sientan satisfechos. Voté a favor, porque al interior del Constituyente Permanente, que va a redactar este documento en el 2016, existe la posibilidad de pensar en mucho al propio país.

Una nueva Constitución para la ciudad más importante de México nos ofrece una oportunidad de oro. A prácticamente 100 años del constituyente de 1917, podemos salirnos de la inercia en la que están instalados los liderazgos tradicionales.

Los 100 legisladores constituyentes tendrán la oportunidad de privilegiar una visión no partidista, que realmente ponga en el eje del debate las demandas de la gente. Se deberá demostrar que la Ciudad de México puede seguir siendo una locomotora, no sólo económica, sino también de derechos políticos y sociales.

La discusión sobre cómo habrá de funcionar la Ciudad de México abre la necesidad de repensar desde el modelo federal y municipal, hasta el de poder ciudadano y rendición de cuentas.

Aprovechar esta oportunidad implicará proponer y discutir mecanismos audaces; aprender de otras experiencias, e innovar.

Algunas propuestas: 1) La transformación de la Comisión de Derechos Humanos a un modelo de defensoría como el que hay en Colombia, activa al aparato estatal desde las localidades y las empodera. 2) La participación comunitaria en gasto público y rendición de cuentas, que han desarrollado en ciudades de Brasil. 3) Las definiciones de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres que implementan en urbes del Perú. 4) La priorización para el estudio y trabajo de los jóvenes, como hoy se discute en España, y que en el DF avanzó con políticas como con “Prepa Sí”.

Después de casi 200 años se le ha otorgado a la Ciudad de México la mayoría de edad. El debate de su Constitución es la gran oportunidad para relanzar la política como algo superior a eso en que por el momento, la coyuntura, la banalidad y el mercantilismo, la han convertido.

Twitter: @RiosPiterJaguar