Colapso de Estado / El Universal


Manuel Camacho

Un estado que tenía apoyos internacionales, un fuerte ejército de casi un millón de elementos en el que EU había invertido billones de dólares y petróleo, se ha colapsado en meses por su falta de legitimidad. Ha perdido el control de una parte de su territorio, del petróleo, del agua y de su segunda ciudad. Para evitar la pérdida de su capital, Estados Unidos está volviendo a intervenir selectivamente con su fuerza aérea para evitar el avance final de la coalición de inconformes radicales islámicos (ISIS) que disputa el gobierno en Irak y Siria y cuyo avance ha sorprendido a Estados Unidos y generado un serio desequilibrio que afecta a Irán, Arabia Saudita y Turquía. ¿Qué falló en el diseño estadounidense, por qué creció ISIS y qué errores cometió el gobierno Iraquí?

Desde el momento mismo de la ocupación estadounidense hace más de diez años, se pretendió —mediante una victoria militar— establecer un régimen democrático pluralista en una realidad dominada por las desigualdades, el sectarismo, la represión y las diferencias religiosas.

La invasión estadounidense que realizó Bush se hizo sobre la base de una información falsa: Irak no era una base de apoyo de bin Laden, ni Hussein contaba con armas de destrucción masiva. La invasión obedeció a una doctrina imperial que buscaba establecer “nuevos regímenes democráticos” en un territorio que además tenía una inmensa riqueza petrolera. Se logró una contundente y rápida victoria militar, sin preparar la gobernación que tendría que incluir a todos, incluyendo a una parte del antiguo régimen.

Para EU la intervención en Irak tuvo un altísimo costo: parte de su crisis económica y el debilitamiento de su prestigio.

El problema actual en Irak no tiene un origen económico. Estados Unidos invirtió billones de dólares para impulsar su desarrollo, la construcción de sus instituciones y el impulso a su industria energética. Irak tiene una formidable riqueza petrolera. Toda esa riqueza ha servido para enriquecer a los contratistas extranjeros y para llenar los bolsillos de la clase política local.

Es sorprendente que el movimiento radical ISIS (República Islámica de Irak y Siria) haya logrado un éxito militar y político sorpresivo. Ha puesto contra la pared a los gobernantes de Irak que habían sido elegidos hace unos meses, pero que han sido incapaces en el parlamento de integrar un gobierno incluyente. ISIS es una organización que usa sin límites la violencia, aunque ha podido establecer formas de gobierno local y ha capitalizado el enojo popular: islamista, nacionalista y antiimperialista. Ha aprovechado la justicia social y se ha beneficiado del enojo por la corrupción.

La corrupción ha sido una de las causas del colapso. Casi nadie se ha salvado. Los principales líderes políticos —de todos los partidos— se han beneficiado del despojo. Si a nivel nacional la corrupción se ha extendido, a nivel local no ha tenido límites. El petróleo ha sido como una “gran vaca” que han ordeñado todos, desde las empresas extranjeras hasta los políticos nacionales y locales. ¿Por qué defender a esos jefes militares y líderes políticos si son tan corruptos?

En Irak han faltado un estadista y un gobierno que supieran aglutinar a la diversidad religiosa y local, aseguraran la imparcialidad en la persecución de los delitos y el respeto a los derechos humanos, garantizaran que la renta petrolera fuera invertida para el desarrollo económico y social, transformaran la infraestructura y afirmaran el funcionamiento de los servicios públicos, tuvieran como proyecto un gobierno incluyente y procuraran el fortalecimiento de la nación contra los políticos locales y asesores extranjeros que han apostado por la fragmentación del país y que favorecieron las divisiones facciosas y religiosas.

Con su petróleo, dinero y fuerzas de seguridad, ese Estado se colapsa ante una coalición que ha sumado las inconformidades. Hay una explicación: ese Estado carece de legitimidad.

 

Senador por el PRD