La causa y lo causado: Guerra sucia, elecciones y democracia / Milenio


  • Sería grave que el modelo de guerra sucia se instalara como estrategia ganadora, que partidos como el PRI hayan decidido, desde ahora, que ésta será la tónica en las elecciones de 2018.

A la luz de los procesos electorales en marcha, que culminarán en la elección del próximo 5 de junio, valen las preguntas: ¿La reforma electoral de diciembre de 2013 sirvió para evitar la guerra sucia? ¿Tenemos procesos de mejor nivel? ¿Se ha fortalecido nuestra democracia?

 

Las respuestas a estos cuestionamientos saltan a la vista: no. Ni se acabó la guerra sucia, ni tenemos mejores campañas electorales, ni se ha fortalecido la democracia. Tenemos instituciones sin fuerza para actuar eficazmente en contra de los viejos vicios y las nuevas prácticas y fiscalías especializadas, inmersas en las presiones políticas que les impiden cumplir eficazmente con sus cometidos.

 

Tal parece que la guerra sucia se ha instalado como la estrategia de algunos partidos y candidatos para ganar, a como dé lugar, en estos procesos electorales.

 

Por otra parte, cómo es posible que las dirigencias partidarias desconocieran perfiles, trayectorias y antecedentes de sus candidatos y aun así fueran sus abanderados en estas elecciones. Este aspecto también tendrá que revisarse.

 

Al calor de las campañas, en el frenesí de las contiendas, son válidos los contrastes, las comparaciones, los debates de ideas y de proyectos, las denuncias sustentadas, pero no las calumnias y las difamaciones.

 

Sería grave que el modelo de guerra sucia se instalara como estrategia ganadora, que partidos como el PRI hayan decidido, desde ahora, que ésta será la tónica en las elecciones de 2018.

 

Como en su momento, con sensibilidad de estadista, lo identificó Manuel Camacho Solís, las enfermedades de nuestra política son la impunidad, la corrupción, el distanciamiento entre gobernantes y gobernados, la publicidad política sin control, el raquitismo de la rendición de cuentas entre los Poderes y ante la opinión pública, la debilidad del Estado que ha llevado a la violencia y la ingobernabilidad en amplias regiones del país, el uso casi ilimitado del dinero para conseguir resultados electorales favorables, el sistema de partidos que excluye la participación ciudadana y limita la posibilidad de cambiar el rumbo de la política. Nuestro sistema político está atascado, paralizado y en decadencia.

 

Con la guerra sucia, con estas conductas, la política se coloca como una de las actividades menos dignas, porque cuando la estrategia es denigrar al candidato opositor con cosas que pueden ser ciertas o absolutamente falsas, al final de día desprestigian a la política. No debemos olvidar que las campañas negras están prohibidas por la ley y, sin embargo, no existen sanciones que castiguen a quienes las realizan. Me refiero no sólo a partidos y candidatos, sino a empresas que ofrecen este tipo de servicios.

 

Terminado este proceso electoral, cuando los ánimos se hayan apaciguado y se analicen los saldos, aparecerá la urgente necesidad de una reforma electoral que elimine la guerra sucia en los procesos electorales.

 

En esta reforma debería incluirse que candidatos que incurran en guerra sucia pueden perder la candidatura y los partidos políticos su registro; y que las empresas que participen en este tipo de “servicios” puedan ser sancionadas.

 

Nunca debemos renunciar a construir una mejor democracia, a realizar campañas dignas y a fortalecer nuestras instituciones. XXX TWITTER: @MBarbosaMX