Con la muerte se tropieza sólo una vez / Revista Siempre


Dice Laco Zepeda que en Chiapas nadie se llama como dice que se llama. Es el caso de Jorge Massías, quien debió nacer Macías, como se apellidan muchos en la Frailesca, pero que, seguramente en tributo a su origen campirano, decidió cambiarse a Massías, aludiendo a las antiguas casas rurales españolas que solían mirar al sur.

Hace un par de semanas murió Massías y Chiapas perdió a uno de sus hijos más talentosos. Al momento de enterarme de tan lamentable noticia recordé dos momentos con el amigo Massías.

El primero, la ocasión en la que, hará cosa de año y medio, el cantautor nos acompañó en un buen tramo de una gira por Chiapas a Carlos Navarrete, entonces candidato a presidir el PRD, y a quien escribe.

Fueron varias horas recorriendo los caminos de esta tierra que, así como a Jorge, ha visto nacer a hombres de sensibilidad profunda y prosa sencilla, que le hablan al amor y a la mujer como se le habla a la tierra: con franqueza, con ternura y por momentos también con dolor.

Premio Chiapas 2008, Jorge Massías fue un orgulloso hijo de Villaflores que con su guitarra cantó a la nube pidiendo que volviera, aunque fuese un solo instante, para poder seguir viviendo; y sus letras llenaron de sentimiento noches bohemias de hombres embriagados de amor y acompañaron también el despecho, el desamor y el arrebato que prometían llevar al cielo a la mujer deseada ¡aunque fuera ajena!

En ese viaje, Jorge narró con emoción el recuerdo del día en que dejó su casa, en los valles frailescanos, cargado nada más con su guitarra y un puñado de ilusiones vertidas en canción.

El autobús que abordó lo llevó a probar suerte a la gran capital, donde habría de pasar hambre y frío y donde, en sus palabras, se sostuvo por la fe en sí mismo y en sus composiciones, aferrado a demostrar que el augurio paterno de fracaso no sería profecía cumplida y, si volvía a la Frailesca, lo haría habiendo triunfado.

Y ciertamente lo logró. Al poco tiempo de tocar en bares de mala muerte alrededor de Garibaldi, lo descubrió otro grande, Manzanero, quien, sabedor de las penurias de un colega provinciano como él, lo acogió y apoyó para producir su primer disco.

Chiapas es tierra de talentosos poetas que le han escrito a la luna y a la patria, pero también al amor. Jorge Massías es de estos últimos, su guitarra y sus letras cautivaron a muchos en México y en otros países.

Y aquí retomo el segundo momento relatado por el mismo compositor: Massías disfrutaba el reconocimiento de su público. El aplauso es el alimento de un artista pero lo es también la amistad y a Massías lo honraba especialmente la amistad de otro hombre sensible como él. Narraba con mucho orgullo que al gran Gabriel García Márquez le gustaban sus letras tanto que lo catalogaba como uno de sus compositores favoritos

Hoy que ha partido es necesario rendirle sin ambages el homenaje que este gran artista merece, sin olvidar que su música no fue sino poemas fundidos con los acordes de esa guitarra con la que iba siempre a todas partes.

Cuánta razón tenía Massías al llevar consigo siempre su guitarra. Con el amor, como con la muerte, nos podemos tropezar sin esperarlo, en cualquier lugar y sin motivo alguno y siempre hay que estar listos para dicho encuentro.

Encontrarse con el amor es más desafiante que encontrarse con la muerte. Con el amor uno puede encontrarse más de una vez en la vida, pero con la muerte no. Con esa, el tropiezo se da sólo una vez y no hay opción para el retorno.

Vaya un aplauso desde aquí hasta donde ahora te encuentres, amigo Jorge Massías. Tu cuerpo se fue pero quedan aquí tus canciones y en cada serenata recordamos tus versos y oímos tu guitarra diciendo que el amor es locura y es piedra con la que bien vale la pena tropezar más de una, dos y muchas veces.

@zoerobledo

Senador por Chiapas