Rumbo a las elecciones de 2018 / Revista Siempre


Ha comenzado la contienda por el futuro de la nación. En esta nueva correlación de fuerzas políticas, la izquierda debe iniciar un profundo proceso de reflexión y cambio para definir el papel que quiere y puede jugar en la disputa por la conducción del país en 2018.

La unidad no se construye con declaraciones, sino con rutas específicas que culminen en hechos para transitar las coyunturas. La izquierda tendrá que demostrar visión, responsabilidad, generosidad y humildad para construir una coalición amplia con las diversas versiones de esta tendencia y con un amplio abanico de personalidades de la sociedad.

La izquierda tiene el compromiso ético de realizar una evaluación objetiva de lo que ocurrió el 7 de junio. De las pasadas elecciones debe decirse que, en general, el contexto en el cual se desarrolló el proceso y la jornada electoral dejó un mal sabor de boca y un sentimiento de insatisfacción, porque esta elección reprodujo los mismos vicios y prácticas que procesos anteriores. La reforma político electoral de 2013 y 2014 fue insuficiente para garantizar equidad, transparencia y limpieza en los comicios. Las autoridades electorales no tuvieron la determinación necesaria para evitar el evidente rebase en los topes de los gastos de campaña, el desvío de recursos públicos a candidatos, la propaganda engañosa, la inducción y coacción del voto.

La jornada electoral se desarrolló con normalidad, con las excepciones conocidas y la participación electoral estuvo en la media de las elecciones intermedias. Los resultados de la elección del pasado 7 de junio expresaron una dispersión del voto entre diez partidos políticos nacionales, candidatos independientes y el movimiento anulista. El PRI, el PAN y el PRD disminuyeron sus porcentajes electorales, y dos partidos, hasta el momento de escribir estas líneas, perdieron su registro: el PT y el Humanista. En cada partido se han iniciado procesos de revisión y de construcción de rutas para su renovación o adecuación a la nueva coyuntura política nacional.

En medio de esta dispersión del voto, del surgimiento de partidos y de candidatos independientes, el peso electoral de las izquierdas fue del 29 por ciento de la votación total. Esta simple adición de porcentajes y de votos debería ser una fuerte convocatoria a la unidad de esta tendencia; sin embargo, esto no es así por la circunstancia de las direcciones partidarias, la estrategia de Morena y la soberbia de Andrés Manuel López Obrador de rehusar algún acercamiento con el PRD y el resto de fuerzas de izquierda.

Ante la izquierda fragmentada, ante la estrechez de miras de varios dirigentes, debe recordarse el significado que tuvo el Frente Democrático Nacional (FDN) en 1988 para esta tendencia política.

Antes del FDN, existía una izquierda partidaria marginal agrupada en el PMS y PRT, una izquierda colaboracionista: PARM, PPS y PST, colectivos como Punto Crítico y la Organización de Izquierda Revolucionaria; movimientos sociales como la Asamblea de Barrios y el Consejo Estudiantil Universitario en el DF. El catalizador de la unidad de la izquierda fue la ruptura en el PRI. Una ruptura que significó el fin de la Revolución Mexicana y la llegada del proyecto neoliberal como plataforma ideológica y programática de la clase política priista.

El Frente integró un poderoso conglomerado. Experiencia inédita hasta entonces en el México posrevolucionario. La suma de agendas, las trayectorias personales y las estrategias coincidieron en un propósito que se resumía así: sacar el PRI de Los Pinos.

La simple suma de actores colocó al FDN en la disputa por la nación. Ser del Frente significaba oponerse al PRI y a todo lo que este partido representaba: represión, corrupción, ineficiencia, entreguismo y autoritarismo.

Ahora, a 26 años de distancia, la izquierda está fragmentada y ante esta realidad surge una pregunta: ¿cómo construir la unidad? ¿Cómo articular una coalición que dispute la nación y el futuro del país?

Debe recuperarse la cercanía con la sociedad. Más atención a la población y a las necesidades del ciudadano y menos cercanía con el poder.

Debemos ser capaces de construir una agenda mínima, pero suficiente para colocarla por encima de los matices, ideologías y dogmas que por desgracia han caracterizado la izquierda mexicana, tan proclive a la descalificación. La disyuntiva es determinar la ruta que la izquierda debe tener rumbo al 2018. Ni el PRD como hoy está, ni Morena en su circunstancia, pueden encabezar este gran movimiento político.

Las coaliciones exitosas siempre se hacen con la sociedad, no entre las burocracias partidarias. El PRD deberá transformarse, y si no lo hace, sin duda su destino será la extinción. La izquierda mexicana, si quiere tener un destino

exitoso, sólo lo podrá alcanzar si actúa en unidad. Dividida no tiene futuro.

@MBarbosaMX

Presidente de la Mesa Directiva del

Senado de la República.