Intervención del Senador Mario Delgado Carrillo, durante la Sesión Extraordinaria en la que se discuten las Leyes Secundarias de la Reforma Energética


Muchas gracias Presidente.
Lamento que no haya una buena cantidad de compañeros Senadores y Senadoras en este recinto, en una de las reformas más importantes para el país.

Ojala estuviéramos todos presentes, porque lo que no ha habido es un debate y oídos que escuchen ideas que se planteen.

Me parece que es evidente la falta de quórum, pero bueno.

La energía, el conocimiento son las variables que van a definir el futuro de las naciones.
Las leyes que hoy se pretenden aprobar van a configurar el sector energético y la economía de nuestro país en los siguientes años.
Desafortunadamente, y a pesar de que hay una alianza política mayoritaria para hacer esta reforma después de muchos años de buscarla aquí en el Congreso, el modelo privatizador planteado no es ninguna garantía de desarrollo ni el corto ni en el mediano plazo para nuestro país.
Qué pena que no se debata, qué pena que no haya la oportunidad de discutirlo aquí en el Congreso de nuestro país.
La hipótesis fundamental de la reforma no tiene ninguna lógica económica.
Me parece que es equivocada.
Esta parte de considerar al petróleo como un flujo de efectivo exclusivamente, como un flujo de ingreso para la caja del Gobierno que debe sacarse en la mayor cantidad y a la máxima velocidad posible.
Sin embargo, el petróleo es un activo finito y debemos administrarlo con mucha responsabilidad, es una riqueza que se va a acabar y que es temporal.
Una nación que consume sin ninguna planeación y despilfarra sus activos se vuelve una nación más pobre.
Desde finales de los años 70s, cuando nos convertimos en exportadores de petróleo, los ingresos extraordinario obtenidos a partir de la extracción de hidrocarburos se destinaron a cubrir la falta de ingresos de la recaudación tributaria para financiar el gasto corriente en lugar de haberse destinado a la inversión o a un fondo que permitiera utilizarlos de forma interintemporal; es decir, invertirlos hoy para tener un mejor futuro mañana.
Este error permitió que el gobierno ser más flexible en términos de imposición tributaria y a la vez ser más agresivo en términos de gasto.
Todo ello terminó en mermar el desarrollo de variables de varias dimensiones vitales para el crecimiento económico del país.
La reforma energética se basa en esta misma concepción, en esta misma premisa sobre el petróleo, como una fuente fácil de recursos.
Para que una nación alcance niveles sostenidos de mayor crecimiento económico sus activos debe convertirlos en nuevos activos que potencien este desarrollo económico.
No estamos ante una reforma de estas características.
De manera incomprensible esta reforma no atiende esa lógica tan elemental.
Es una reforma depredadora, con incentivos perversos por todos lados, donde lo único que importa es asegurar mayores ingresos para el fisco a costa de lo que sea. Parece más bien una extensión de la Reforma Fiscal.
La Reforma Constitucional llegó, incluso, a tal nivel de que se ha definido al petróleo que su destino es para maximizar los ingresos de la Nación.
Nada ejemplifica más los incentivos predadores que se establecen que la única variable relevante para las asignaciones, licencias y contratos que se harán con el sector privado, la única variable relevante, es la económica y además que ésta se defina contrato por contrato de manera discrecional por la Secretaría de Hacienda.
Si pensamos en desarrollar la industria de la energía en nuestro país, ésta no puede ser la única variable.
Tienen que considerarse, además de la propuesta económica, los programas y proyectos de inversión que se planteen, el cumplimiento de estándares de seguridad industrial, el cumplimiento de normas de protección al medio ambiente, el desarrollo de la industria nacional y la transferencia de tecnología.
Si no se cumplen estas variables, si no son importantes no se asegura que va a haber un crecimiento económico.
Y cuando se combina, como es el caso, un escenario de instituciones débiles con la urgente necesidad de recursos por parte del Gobierno, como la situación en la que estamos actualmente, y se va a enfrentar a empresas petroleras trasnacionales con una gran experiencia por muchos años en distintos países y que no necesariamente como decía mi compañero, el Senador Adán Augusto, pues no son damas de la caridad.
Cuando se combinan, entonces, instituciones débiles y urgencia de recursos, las posibilidades de malbaratar el petróleo y disparar la corrupción son muy grandes.
Difícilmente en el escenario que se está planteando vamos a tener más recursos en el corto plazo.
A Pemex se le deja en condiciones imposibles de competir en su pasivo laboral, además que ha tenido que ceder en la ronda cero varios campos de los que no sabemos su potencial y de los que y con los que se queda vienen en declive.
Entonces, la única posibilidad que se tiene de compensar la caída que previsiblemente tendremos en Pemex, será la de otorgar la mayor cantidad de campos petróleos a los privados lo más pronto posible y para lograr esa condición lo único que tiene el Gobierno en la mano es ofrecerle una transferencia muy importante de la renta petrolera.
La invitación, además, en estas leyes secundarias a estas empresas, que por cierto ninguna goza de buena reputación y buena fama, es negociar las mejores condiciones en un marco jurídico muy laxo, discrecional, en el que a última instancia se puede ir a tribunales internacionales con enormes desventajas para el gobierno mexicano.
Además, con la posibilidad de especular su producción a partir de los movimientos de los precios internacionales, dado que no hay límite ni obligaciones en sus licencias ni contratos el poder presentar también y simular sus costos, como sea, para maximizar su renta.
También, con la posibilidad de usar tecnologías inseguras y ambientalmente más riesgosas por ser más baratas, seguir con sus proveedores internacionales de siempre que no contribuyan a generar cadenas nacional y con su posición dominante y sin competencias en países en materia de tecnología, pues la conclusión es que no estamos en el mejor modelo posible.
La visión de corto plazo y depredadora impide que esta reforma tenga una visión que sea de largo plazo y proponga aprovechar la ventaja temporal del petróleo para garantizar la autosuficiencia energética de nuestro país y las siguientes generaciones, impulsando una transición energética hacia fuentes renovables y limpias.
Nada más hay que ver lo que están haciendo otros países, como el Reino Unido en donde, por ejemplo, la Secretaría de Energía se llama Departamento de Energía y Cambio Climático.
El objetivo más importante es lograr la transición energética que asegure la autosuficiencia en las siguientes generaciones.
Entonces, estamos ante una posibilidad real de que las consecuencias de esta reforma sea una de las oportunidades perdidas más importantes de la historia de nuestra Nación.
Con los incentivos que hoy se pretenden aprobar y el modelo predador que se configura podemos quedarnos en el mediano plazo sin petróleo, con un medio ambiente comprometido, sin posibilidad de enfrentar la transición energética desde una posición de ventaja y con una inercia de gasto ineficaz e improductivo que nos condene a ser una Nación cada vez más pobre y desigual.
Aunque hoy se aprueben aquí estas leyes y se logre consumar esta reforma energética falta la prueba mayor, la prueba de la democracia, donde pronto sabremos si en nuestro país, de aquí en adelante, lo que va a prevalecer son los intereses del dinero negro del petróleo o el interés de todos los mexicanos.
Esperemos que si aquí no hay debate lo den todos los mexicanos en las urnas en la consulta popular.
Muchas gracias.