El mundo requiere del pensamiento y la creatividad de Hugo Chávez para hacer frente a la oscuridad y al racismo: Luis Sánchez


Discurso pronunciado por el senador Luis Sánchez Jiménez, del grupo parlamentario del PRD, durante el concierto “Homenaje al comandante Hugo Chávez Frías, a cuatro años de su siembra”, realizado en la Antigua Casona de Xicoténcatl, del Senado de la República.

 

Luis Sánchez Jiménez (LSJ): Muchas gracias. Muy buenas tardes tengan todas y todos ustedes.

 

Es un placer estar esta tarde en este recinto tan hermoso, en este edificio que tiene un simbolismo en la historia de nuestro país enorme, en la Casona de Xicoténcatl.
Doy la bienvenida al cuerpo diplomático de diversas las embajadas que nos acompañan; la bienvenida a Víctor Morales, representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores, gracias por estar con nosotros.
A, por supuesto, a nuestra querida Embajadora María de Lourdes Urbaneja Durant, Embajadora de la República Bolivariana de Venezuela en México.

 

Agradezco la presencia de todas y todos ustedes a nombre de la Mesa Directiva del Senado de la República.

 

Permítanme compartir con ustedes algunas reflexiones, pero antes quiero darles un saludo de nuestra compañera senadora Dolores Padierna, que, debido a una cuestión que tuvo que atender de emergencia, no pudo acompañarnos.

 

Pero reconocerle el entusiasmo, el ímpetu, que hace siempre por la realización de este tipo de eventos.

 

Y en su nombre, algunas palabras.

 

Hace cuatro años un pueblo entero se echó a las calles para despedir al presidente Hugo Chávez. Hasta a sus enemigos les resultaba difícil imaginar una Venezuela, incluso una América Latina, sin la recia figura del presidente que sacudió al continente y legó, sobre todo, una huella profunda en la conciencia política y social de los excluidos de siempre.

 

Quienes hablan del fin del chavismo simplemente no entienden las profundas raíces que el pensamiento y las acciones de Chávez dejaron en su pueblo y en las conciencias de todo nuestro continente.

 

Chávez empujó la construcción cotidiana de la Patria Grande, un líder que aquilató la importancia de fortalecer a las organizaciones populares, de consolidarlas en torno a un proyecto de independencia nacional e inclusión social.

 

A lo largo de 14 años, Chávez encabezó la transformación de Venezuela. Su gran vitalidad la puso al servicio de las mayorías, de aquellos siempre invisibles para las elites y los medios dominantes. Bajo su liderazgo, los invisibles dejaron de ser objetos y se transformaron en sujetos de la política.

 

Chávez supo pasar de la resistencia a la construcción de una nación soberana, condujo a millones bajo el principio de la democracia participativa y de la construcción del poder popular. A la cabeza de una revolución pacífica, Chávez fue motor invaluable de la integración y unidad de nuestros pueblos –mucho más allá del comercio–, en una ruta de solidaridad y cooperación ajena a los dictados del Consenso de Washington.

 

Con Néstor Kirchner y Lula, y bajo la consigna de “ALCA-rajo”, Hugo Chávez enterró en Mar del Plata la pretensión de Estados Unidos de un nuevo acuerdo comercial que sometiera a todo el continente.

 

Hoy, a cuatro años de su partida, el mundo vive tiempos de oscuridad. El belicismo, el racismo y la xenofobia se empoderan de la mano de los populismos de derecha, de corte ultranacionalista, y el ideal de la globalización con su democracia formal al servicio de los capitales financieros y las multinacionales, está bajo permanente asedio.

 

En estos tiempos hace falta el pensamiento y la creatividad de Hugo Chávez, un hombre que se atrevió a hacer lo que muchos consideraban imposible: romper las formas de la democracia formal y liberal, enfrentar con éxito a los poderes imperiales, empoderar a los pobres con salud, educación, vivienda.

 

Con Chávez en la memoria –su pensamiento, su obra que sigue viva– debemos insistir en que no hay otro camino para la construcción de una sólida democracia en Nuestra América que no sea la educación política y la organización paciente de los sectores populares.

 

El cáncer nos arrebató a Hugo Chávez cuando se disponía a iniciar un nuevo mandato, pero su desaparición física multiplicó su imagen en los barrios de las ciudades, en las modestas viviendas del campo, en las ropas de jóvenes y viejos.

 

Los buenos recuerdos, los logros pasados no bastan. Las izquierdas de América Latina tenemos la obligación de aprender a hablar a las nuevas generaciones. De aspirar a la justicia social y concretarla, pero también de construir esperanza en la búsqueda de la felicidad humana.

 

Nos corresponde a todos, cada uno desde su trinchera, honrar el legado de Chávez, fortaleciendo la solidaridad entre los pueblos de nuestra América Latina.

 

Pensar y repensar nuestro camino, no perder nunca la esperanza.

 

Esa convicción nos une hoy que rendimos homenaje al inolvidable Arañero de Sabaneta (apodo de Chávez por las arañas dulces de papaya que vendía cuando niño).

 

Muchas gracias.

 

 

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