Ciudadanía superpoderosa / Excélsior


¿Cómo empoderar a las y los ciudadanos para ejercer plenamente sus derechos? ¿Cómo desarrollar sus capacidades para lograr un involucramiento más efectivo, que trascienda su participación en los procesos electorales? ¿Cómo generar una nueva relación entre gobernantes y gobernados?

Para lograr el empoderamiento de los ciudadanos, según la tesis que sostiene el político mexicano Adolfo Orive, es necesario alcanzar, en primer lugar, su empoderamiento humano bajo la lógica del paradigma de desarrollo humano; en términos de sus capacidades alimenticias, de salud, de vivienda, de educación, de información, entre otras. Posteriormente hay que atender su empoderamiento organizacional y político, que va más allá de su derecho a votar o participar en la vida política. Tiene que ver con un proceso de transformación institucional y social que les permita a los ciudadanos ejercer una ciudadanía plena, en donde se organicen, se reúnan, socialicen sus problemas como comunidad, compartan sus conocimientos y se involucren en procesos de aprendizaje para resolver problemas públicos, de manera colectiva.

Un ejemplo de estos ejercicios ciudadanos son los Consejos Económicos y Sociales que existen en diversas partes del mundo. En 2009, en la capital del país se constituyó un CES, como un órgano consultivo y propositivo del gobierno, integrado por los sectores empresarial, académico, sindical, público y de la sociedad civil, para fomentar el crecimiento económico y el desarrollo integral y sustentable de la entidad.

Como Constituyente de la Ciudad de México, tengo el firme compromiso y convicción de fortalecer el funcionamiento de este órgano, así como de fomentar las condiciones institucionales y jurídicas para que se constituyan “laboratorios” de ciudadanos en donde desarrollen esas destrezas cívicas para influir con mayor potencia en la toma de decisiones de los asuntos públicos.

Desde el gobierno, me parece indispensable impulsar y construir estos cimientos, pero no son suficientes para enfrentar los grandes retos que tenemos como sociedad. Requerimos, del otro lado, una ciudadanía pujante y con un tipo de mentalidad emprendora.

Los emprendedores son ejemplo de quienes pasan de la idea a la acción. Son personas que eligen dejar de ser testigos de una realidad para convertirse en agentes de transformación. Ven el futuro con ilusión, se arriesgan y rebasan sus propios límites. Por esta razón necesitamos más ciudadanos que compartan este espíritu y que, como decía Winston Churchill, sean “optimistas que vean una oportunidad en toda calamidad” y no, “pesimistas que vean una calamidad en toda oportunidad”.

Precisamente la semana pasada se realizó la edición anual de la Semana Nacional del Emprendedor en la Ciudad de México, que reúne a decenas de miles de personas de distintas partes del país, interesadas en emprender una idea o crecer un negocio.

En este evento no sólo se dan cita quienes buscan abrir una empresa con fines de lucro. También asisten los llamados “emprendedores sociales”, cuya vocación es resolver una problemática social, sin esperar que las soluciones de los asuntos públicos sean tarea exclusiva del gobierno. Ver a estos jóvenes hambrientos por impulsar sus proyectos me llena de inspiración y, con ello, me convenzo de la necesidad de contar con más hombres y mujeres que no sólo sean sujetos de derechos civiles, políticos, sociales y económicos, sino verdaderos actores de influencia en las decisiones de política pública y arquitectos de una nueva realidad, de la mano del gobierno. Para lograrlo, considero que la tecnología y las redes sociales pueden ser grandes aliados.

Un buen ejemplo de la construcción de un binomio virtuoso entre autoridades y ciudadanos es el sitio www.mapadecorrupción.mx, una plataforma interactiva impulsada por la Secretaría de Economía, el Inadem y el Consejo Coordinador Empresarial para invitar a la comunidad emprendedora a localizar y compartir los casos de abuso y corrupción a los que se han enfrentado y así contribuir en la lucha contra este lastre.

Lo importante es garantizar que este caso no sea aislado; sino que simbolice una nueva forma de gobernar, en donde se catapulte al poder popular. Ésa es la visión que busco imprimir en la nueva constitución de la Ciudad de México.