Laco y Sabines por La Habana / Siempre!


La cultura puede transformarlo todo

 

 

 

Hay pueblos tristes como en todas partes,

pero el cubano tiene una madera

oscuramente alegre, una fuente de sol,

un surtidor de agua.

Escándalo y ternura al mismo tiempo,

vocifera, se llena, se derrama.

Jaime Sabines

Zoé Robledo

Hace algunos años, por allá de 1961, visitó Cuba un poeta chiapaneco. A su regreso a México, se dedicó a compartir con otros jóvenes su emoción y su asombro por la triunfante Revolución.

En una ocasión acudió a la Universidad Veracruzana, en Xalapa, para platicar con estudiantes de lo visto y vivido en La Isla. Al término de su charla, un hombre de ojos color azul profundo —así lo describió él— que había permanecido atento a su exposición se le acercó para decirle: “Vengo a invitarlo a que se sume como catedrático en la Universidad de Oriente, en Cuba”. El joven asombrado por la invitación, contestó preguntando el nombre de semejante personaje: “Soy el embajador Portuondo —dijo— y quiero que vaya como profesor a Santiago”.

Entusiasmado con la invitación, el personaje al que aludo respondió que le encantaría, pero que aún le faltaban dos materias para graduarse. “Vaya a Cuba y gradúese de hombre”, insistió el embajador; el chiapaneco ya no pudo frenar más su ímpetu. Fue a Cuba y, allí se quedó tres años; ahí lo sorprendió la invasión a Playa Girón y sin dudarlo, se enlistó y combatió junto con sus compañeros cubanos.

Este chiapaneco, poeta y cuentero es Laco Zepeda, quien en 2014 recibiera la Medalla Belisario Domínguez, máximo galardón que otorga el Senado mexicano, y justo a través de este chiapaneco universal, Cuba estuvo —como siempre— presente en México y en el sentir de los mexicanos.

Y traigo esto a cuenta porque hoy que Cuba aspira a reintegrarse plenamente al escenario mundial, la cultura puede ser el eje para fortalecer nuestras relaciones. Veo la ocasión con un profundo entusiasmo y un enorme optimismo: la cultura puede transformarlo todo.

Se cuenta que a su llegada a Buenos Aires como embajador mexicano, Alfonso Reyes dijo con gran agudeza que cuando los países no tienen una estrecha relación comercial, lo mejor que pueden hacer es intercambiarse poemas, enviarse unos a otros poetas y escritores, músicos y artistas, bailarines y pintores. La cultura hace crecer las almas y erradica las desconfianzas.

Cuba lo está haciendo bien. El ejemplo más reciente es la Bienal de Arte Cuba 2015: casi dos mil visas a artistas norteamericanos que llegaron a invadir con su obra el Malecón habanero.

México no puede sino acompañar este esfuerzo. Nuestros lazos lo obligan, son de largo tiempo atrás, desde la Colonia incluso, y miran lejos al futuro. Nuestros lazos imbrican y dibujan una cultura cubanomexicana vasta: María Rojo bailando danzón con Monsiváis; unos soneros tocando a José Alfredo; el mariachi que integran dos mexicanos y cuatro cubanos y que es posible ver a veces por la Habana Vieja o las peñas del DF en las que suenan cada noche Silvio, Pablo o Buena Fe.

Antes y hoy, la cultura nos puede guiar como un faro para la integración continental. Hace medio siglo Jaime Sabines lo dijo, luego de visitar La Habana, y hoy su verso está más vigente que nunca:

Haciéndose su casa, Cuba tiene las manos limpias.

Será una casa para todos, una casa hermosa y sencilla,

casa para el pan y el agua, casa para el aire y la vida.

Es tiempo de Cuba, es tiempo de México, es tiempo de la cultura americana.

@zoerobledo

Senador por Chiapas.