Fernando Benitez / La Crónica de Hoy


Por norma, mis jornadas en la ciudad de México son muy intensas (en Tabasco también, pero de otro modo), y hace unos días, por alguna cuestión de agenda o meramente circunstancial, me quedé solo en mi despacho, digamos  que un tiempo razonable que me supo a oasis, a dulce de guanábana como el que todavía se hace en algunas regiones apartadas de mi tierra. Es raro que esto suceda con  mi carga de trabajo y compromisos propios del Senado, pero ya que me quedé solo, aproveché para sacar del amplio librero que tengo a la izquierda, uno de los gruesos tomos de Los indios de México, de don Fernando Benítez, un hombre quien siempre ha llamado mi atención y a quien desde que tengo uso de razón admiro, pues desde inicios de la carrera de medicina en la ciudad de México, los domingos desayunaba con los periódicos capitalinos y allí me deleitaba con sus entrevistas y colaboraciones.

Tengo los 5 volúmenes del largo y extenso trabajo de Fernando Benítez sobre los indios y su cultura, el México olvidado. Es una tarea pendiente leerlos uno por uno un día, ojalá tenga ese privilegio, ya que tengo la intención pero el tiempo se me escapa como agua de lluvia, y además la política y la medicina son tareas demandantes. La obra de Benítez sobre este México marginado que cada día se reduce más, es la única oportunidad que tenemos de conocer una riqueza de costumbres y cultura  a la que de otro modo no podríamos acceder. Ello sólo es posible por el trabajo de campo, por el  trabajo de antropólogo de Benítez.

Esta aproximación emotiva a una de sus obras magnas (tuvo otras) me dio la necesaria curiosidad para situar su trayectoria de vida, y ubicar el contexto social y político en que le tocó ejercer su talento: Fernando Benítez nació el 16 de enero de 1912 y falleció el 21 de febrero de 2000. Fue un hombre longevo y tuvo el privilegio de vivir con lucidez grandes periodos de la historia mexicana del siglo XX. Entre ellos, la presidencia de Lázaro Cárdenas y el posterior movimiento social que engendró, el entusiasmo social que despertó en nuestro país y toda América Latina la Revolución Cubana y, para terminar sin agotar el tema, el Movimiento del 68 y la brutal represión que hizo que el país adoptara, con posterioridad,  un nuevo modelo de negociación, inclusión y tolerancia, sin dejar de reconocer lo mucho que falta por hacer en este tema, todavía  en México.

Escribí que Fernando Benítez, aparte de su trabajo sobre los indios de México, tuvo otras obras magnas. Sí, una es Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana, en tres tomos. Ese estudio siempre me ha gustado por su estilo narrativo, periodístico si se quiere; hace apenas unas semanas lo revisé para presentar en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, la biografía Cárdenas por Cárdenas, del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, pues tuve presente que una de las pasiones históricas que tuvo Benítez fue la figura del presidente de  Jiquilpan, a tal grado, dice Carlos Fuentes en alguno de sus libros, que cuando ocurrió la invasión a Bahía de Cochinos por las tropas contrarias a la Revolución Cubana, el general Cárdenas iba a viajar a Cuba a defenderla y uno de sus acompañantes era Benítez. Ese viaje no se realizó por la oposición del entonces presidente Adolfo López Mateos.

Sé y admiro de la figura de Fernando Benítez, su papel de animador de la vida cultural del México del siglo XX, desde el suplemento La cultura en México, del desaparecido diario Novedades; y qué decir, de su tarea en el suplemento cultural de la ya mítica revista Siempre, que dirigió el gran periodista oriundo de mi querido Tabasco, José Pagés Llergo.

Por cierto, al momento de recordar lo leído y aprendido por y sobre Fernando Benítez, me encuentro con una afirmación que me gusta: su principal actividad, la que más le gustaba era el periodismo, allí concentraba la enorme vitalidad de sus días y su talento, y al mismo tiempo desplegaba sus dotes como líder cultural, reconoce su amigo Carlos Fuentes.  Me doy cuenta que si la vida no me hubiese llamado por otros rumbos, hubiese sido para mí un ejemplo de vida a imitar, Fernando Benítez.

 

Senador por el Estado de Tabasco

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