Día Internacional de la Mujer / La Crónica de Hoy


La lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en todas las sociedades del mundo, especialmente en la mexicana, -que es la que nos interesa en este caso por ser la que nos incumbe y tiene influencia para nosotros de forma directa- encuentra un eco mundial cada 8 de marzo con la celebración del Día Internacional de la Mujer. Esta efeméride o festejo es un recordatorio útil para todas las naciones del mundo. Así que, ante la importancia de la fecha, no está de más recordar que, “…en 1975, la Organización de las Naciones Unidas lo celebró por primera vez. Y en 1977, la Asamblea General adoptó una resolución que proclamaba un Día de las Naciones Unidas de los Derechos de las Mujeres y la Paz Internacional, que se celebraría, desde entonces, en los países miembros, de acuerdo con sus tradiciones históricas y nacionales.”

Las oportunidades para las mujeres no son las mismas que para sus congéneres, quienes por el solo hecho de su condición femenina, o como se expresa ahora, de género, se ven expuestas a una discriminación automática. En la expresión de esta obviedad se esconde una limitante social que es, a su vez, una posible tragedia de vida para cada mujer, y con certeza, una tragedia social para toda sociedad que acota y reprime al otro grupo del que se conforma toda humanidad. Cuando leemos, con plena conciencia y total atención, que fue sólo hasta el 17 de octubre de 1953, -por un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación, siendo presidente del país don Adolfo Ruiz Cortines-, que las mujeres tuvieron derecho en México a votar y ser votadas, nos quedamos azorados.

Esto fue en todo el territorio nacional, pues desde el sexenio anterior podían hacerlo, pero sólo en las elecciones municipales. Para que el derecho al voto se viera reconocido por los elementos que conformaban la sociedad de aquella época, las mujeres tuvieron que librar una larga y desventajosa lucha, desde largo tiempo anterior. En la vida, -he leído por allí- es más fácil luchar contra ejércitos bien entrenados y pertrechados que contra un prejuicio antiguo y establecido. El mantenimiento de esta mentalidad golpea a toda la sociedad por la siguiente verdad: son las mujeres las que paren y crían a la Humanidad, y son ellas las que los primeros años de vida del ser humano, dan vida, cuidado y educación a los niños y niñas, es decir, a todos los seres humanos, que por la sola condición de serlo, los primeros de años de nuestra existencia llevamos una huella dactilar en nuestra memoria y espíritu que es eminentemente femenina.

Entonces, ¿qué mejor inversión puede haber para un Estado o una sociedad que invertir en la educación de sus mujeres? Sin duda, hemos avanzado en México, pero un verdadero interés y dinero hacen todavía falta para cubrir el déficit en este terreno, sin olvidar la diversidad de las mujeres en México, y las desigualdades económicas de nuestro enorme territorio. Cada vez se acentúa más la disparidad entre los centros urbanos y las zonas rurales.

Este último 8 de Marzo, sirve para poner la atención en un problema que tenemos que solucionar o, siendo realistas, comenzar a solucionar de fondo, el cual es la violencia contra las mujeres. La violencia en todas sus formas, que encuentra su más baja expresión en la violencia contra la integridad física. Pese a todas las leyes en su favor, se sigue ejerciendo en México esta conducta, que refleja, como un espejo vergonzoso, parte de una mentalidad   atávica y atrasada que frena el desarrollo social del país.

Existen instituciones y organizaciones civiles y de derechos humanos que están atentas a la solución de este problema grave, pero basta con leer un periódico o escuchar un noticiero, para ver con preocupación, que es mucho lo que nos falta como sociedad, para solucionar este problema. Creo que mientras no se avance en este tema, que está íntimamente relacionado con la educación y los valores, parte del trabajo por la igualdad real no tendrá el impacto debido en nuestro índice de desarrollo humano, y donde más valioso es: en nuestra conducta cotidiana.

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