Unidad en torno a qué / El Universal


México atraviesa por uno de los peores momentos en su relación con el gobierno de los Estados Unidos. Donald Trump ha inventado, en aras de su legitimación, una nueva amenaza a la seguridad nacional de su país: los mexicanos y por ello los persigue y discrimina. Más bien, Trump es una amenaza para México y para el mundo.

En México, las políticas neoliberales adoptadas en las últimas décadas, implicó el desmantelamiento de un proyecto de nación, al entregar al país a la dictadura del mercado, lo que trajo consigo la subordinación a la hegemonía de EU, configurando una vulnerabilidad extrema, un Estado débil y fragmentado, con un gobierno desprestigiado, sin recursos y sin respuestas; una economía frágil y dependiente.

El arribo de Trump a la Casa Blanca refrenda la urgencia de llevar a cabo un replanteamiento de las políticas impuestas. Se transformó el sistema de poder emanado de la Segunda Guerra Mundial y del fin de la Guerra Fría. Estados Unidos sigue siendo una potencia en el ámbito económico, militar y tecnológico, pero el entorno internacional se ha vuelto crecientemente complejo.

Diversos sectores de la sociedad señalan que son tiempos de unidad, y, efectivamente, lo son. Pero no de cualquier unidad. La unidad nacional ha sido una consigna utilizada en diversos momentos de la historia en los que, bajo el argumento de que existe una amenaza externa que pone en peligro la integridad de la nación, se busca mantener el orden establecido limitando libertades, reprimiendo la disidencia al régimen, ya que “se atenta contra la unidad nacional” y “nos debilitan” ante los enemigos externos.

Así sucedió durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho, quien en el contexto de la Segunda Guerra Mundial justificó el desmantelamiento de las estructuras sociales creadas durante el cardenismo, limitó el derecho de huelga, y estableció el delito de disolución social. Miguel Alemán continuó las campañas anticomunistas y la represión a los movimientos sociales, impulsando el Amparo Agrario y el charrísmo sindical, y Gustavo Díaz Ordaz, en aras de la unidad nacional para enfrentar “la conjura comunista internacional” reprimió al movimiento estudiantil de 1968.

Hablar hoy de unidad nacional es referirse a la unidad de las mexicanas y de los mexicanos en torno a causas y objetivos comunes que permitan rectificar el rumbo y la defensa soberana del país. No la unidad en torno a una figura presidencial decadente y ajena al interés nacional.

Unidad para crear un nuevo proyecto de nación: distribuir para crecer y crecer distribuyendo. Una nueva política de industrialización y de desarrollo rural, así como un nuevo patrón de desarrollo energético asentado en el control soberano de los recursos naturales, con empleo y salarios dignos.

Unidad para alcanzar otra forma de gobernar, que descentralice el poder y permita la apropiación social de los asuntos públicos. Asumir un enfoque integral de derechos humanos y un sistema de justicia honesto que aliente la convivencia armónica de la sociedad, donde el Estado atienda la desigualdad existente y la inequitativa distribución del ingreso.

Unidad para cambiar de régimen, eliminar el secuestro de la política por una minoría, para acabar con la impunidad y la corrupción, con el fuero y los privilegios de la clase política. Ganar la paz en democracia para alcanzar la armonía en la vida personal, familiar y comunitaria; la igualdad sustantiva entre géneros y generaciones, en un marco de libertades.

Unidad para dignificar el papel de México en el mundo y frente a Estados Unidos. Defender a nuestros paisanos y respetar los derechos humanos en nuestra frontera sur.

Es tiempo de una nueva ruptura política y cultural, para convertir la energía contenida en la inconformidad social en organización para iniciar la profunda transformación que México necesita.

 

Senador de la República