2017, la nueva era / Revista Siempre


El año de 2016 será recordado, entre otros importantes momentos en el mundo, por el referéndum realizado en el Reino Unido en el mes de junio, donde triunfó por escaso margen el Brexit, y sin duda, también, por la victoria electoral en noviembre de Donald Trump que lo convertirá en el 45° Presidente de los Estados Unidos de América.

Estas dos naciones comandaron, en las décadas de los ochenta y noventa, la idea insigne del capitalismo mundial: el libre comercio. Ronald Reagan y Margaret Thatcher son las figuras políticas relevantes que impulsaron en sus países, e impusieron en otros, las ideas de reducción del Estado y de liberalismo comercial.

En 2017, Donald Trump y Theresa May, en Estados Unidos y Reino Unido, respectivamente, serán los que encabecen lo contrario: el proteccionismo comercial que les exigen franjas de trabajadores que ven disminuidos sus ingresos y, además, el combate a la migración bajo la bandera de un nacionalismo que ve en los otros a los causantes de los problemas propios.

La amenaza de deportaciones masivas de connacionales, las calificaciones ofensivas a los migrantes de origen mexicano, la promesa de construir un muro en la totalidad de la frontera con México, el señalamiento de que nuestro país se benefició más que Estados Unidos con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y que habrá que renegociarlo o de plano darlo por concluido, incluso los primeros nombramientos que ha hecho Trump en su calidad de presidente electo, todo ello representa malos augurios para nuestro país.

Las relaciones de vecindad entre México y los Estados Unidos nunca han sido sencillas, están marcadas por una asimetría casi total. En diversos momentos de la historia a nuestro país se le ha visto como aliado, amigo, amenaza, patio trasero, socio, etcétera. Veremos ahora qué tipo de relación se construye con Trump en la Casa Blanca.

Como país, no vamos a renegociar el TLCAN por voluntad propia sino por exigencia; lo que ahora es diferente es que los beneficiarios de veintidós años de libre comercio no quieren perder la porción del pastel que creen les corresponde. Durante los primeros años de vigencia del tratado, nuestro país ha tenido un saldo negativo en su balanza comercial con los Estados Unidos, apenas en el año veintiuno los frutos del comercio resultan positivos.

Desde el PRD hemos sido críticos de la evolución y resultados de un acuerdo comercial que privilegió ciertas áreas de desarrollo económico y olvidó o excluyó otras de inmensas mayorías; basten como ejemplos la pujante industria automotriz y el deterioro del campo mexicano para ilustrar las asimetrías internas, producto de una estrategia comercial que ve en las manufacturas un sector estratégico, mientras que importamos la mayor parte del maíz que consumimos.

La primera semana después de las elecciones el peso mexicano se ha devaluado entre diez y trece por ciento. Las expectativas de crecimiento económico para 2017 de nuestro país se han reducido a menos de 1.5 por ciento. El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, anunció ya su partida. Se abre un periodo que oscila entre incierto y negativo.

La nueva era a partir del 20 de enero mantendrá un elemento permanente para México: la tensión en la relación con el gobierno de Donald Trump. El gobierno de Peña Nieto, que muestra inacción y tibieza, así como el que surja de las elecciones de 2018, tendrán como reto la defensa total de los intereses mexicanos, de su población dentro y fuera de nuestro territorio, principalmente en cuanto a derechos humanos y libertades. Debemos propiciar la unidad nacional, sí, pero con estrategia, energía y dignidad.

*VICEPRESIDENTE DEL SENADO DE LA REPÚBLICA

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