Fidel y Revueltas: dos revolucionarios / La Crónica de Hoy


Originalmente pensaba escribir un recuerdo intencionado de José Revueltas como hombre de izquierda, pues los últimos días, en alguna conversación de sobremesa junto con otros amigos tocamos el tema, siempre vigente, de qué es la izquierda como tendencia política; y sobre todo en este mundo actual en que apenas lo definimos, él nos contradice con una realidad chocante, incluso, grotesca.

Y de pronto, el viernes por la noche en las pantallas apareció el Comandante Raúl Castro para anunciar el fallecimiento del Comandante Fidel Castro, líder y héroe de la Revolución Cubana.

Cuba es un país hermano de México; a Mario Moya Palencia, alguna vez nuestro embajador en la isla, le oí decir: “Cuba es una enfermedad de la que los mexicanos no queremos curarnos”. En esa expresión de ironía amorosa dejaba traslucir la centenaria pasión con la cual ambos países han compartido y enriquecido sus culturas.

Uno de esos mexicanos que nunca se “curó” de su amor por Cuba fue José Revueltas. Vivió en la Isla y reflexionó sobre el proceso. En medio de tantas ocupaciones que el Senado me demanda, la conversación a la que aludí al principio, en ella aprendí más de la tarea de ser revolucionario, es decir, un hombre que está dispuesto a jugarse el todo por el todo, en virtud y necesidad de imponer a la vida social sus ideales, su idea del mundo.

A José Revueltas me hizo mi buen maestro de literatura –Leoncio Tosca- leer una de sus novelas. Debe haber sido Los muros de agua, donde relata su prisión siendo apenas un jovencito en las Islas Marías. Ya desde entonces quería un cambio de mundo; esa prisión en aquellas islas fue una de las muchas que sufrió.

Fidel, por su parte, siempre fue un joven revolucionario, lleno de rebeldía, líder, valiente. En una visita a La Habana me conmovió ver, apenas visibles por el tiempo, las consignas pintadas contra Batista y los gobiernos anteriores a su dictadura, por aquellas multitudes de jóvenes que bajaban por las escalinatas de la Universidad de La Habana, rumbo por la avenida San Lázaro, saludando el monumento a Julio Antonio Mella -otro rebelde-, rumbo al Palacio Presidencial, exigiendo una justicia y un orden primigenios que están inscritos genéticamente en los jóvenes. Esas pintas, como decimos en México, sobreviven aún y se alcanzan a leer. Se resisten a desaparecer, testimonian la rebeldía humana.

Se puede afirmar que Fidel fue un revolucionario con éxito; uno de esos escasos sujetos históricos que imaginan una utopía social y la llevan a cabo después de uno y mil inconvenientes. Esto se piensa fácil, se escribe sin que tiemble el pulso. Pero, reflexionando, si llevar a cabo el desarrollo de la propia vida humana -la utopía personal, que todos anhelamos- es de una complicación extrema y una tarea también digna de heroísmo, ¿qué podemos decir ante el hombre que cumple su utopía personal y la vuelve la realidad social de un país, así como hizo Fidel Castro en Cuba, y además contra enemigos tan poderosos?

 

Toda la imaginación histórica de América Latina lo admiró, pues entonces, al igual que en los tiempos modernos, la justicia social sigue siendo anhelo, y terminará convirtiéndose en una necesidad imparable ante la injusticia que el mundo en su mayoría vive hoy. Ni el comunismo, ni el socialismo, ni el capitalismo domado ni el salvaje, nos dan cierta certeza para el futuro inmediato. Por el contrario, Fidel, vencido por la realidad, nos dio un sueño que no nos bastó para el futuro ominoso que amenaza con tumbar las puertas.

Revueltas es de 1914 y Fidel es de 1926. Yo imagino que en el exilio o, digamos mejor, en los preparativos de la expedición del Granma que tuvieron lugar en la Ciudad de México, tal vez hayan coincidido. La Ciudad no era tan grande como ahora, y la colonia Tabacalera, dicen los que la conocieron en aquella época, era acogedora, y los cubanos expedicionarios caían bien, a tal punto que les daban fiado en varios sitios, uno de ellos, el Salón Palacio.

De José Revueltas, a quien quiero conocer más en lo personal y en su faceta de teórico del cambio social, de la Revolución, nos quedan sus libros; de Fidel Castro Ruz, un revolucionario triunfante e histórico, nos queda una épica. Mucho se dirá y escribirá todavía. 

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