El legado de Fidel Castro está vivo y en constante transformación: Luis Sánchez


Intervención en tribuna del senador Luis Sánchez Jiménez, del Grupo Parlamentario del PRD, para referirse a la muerte del ex presidente cubano, Fidel Castro.

 

Luis Sánchez Jiménez, (LSJ): Muchas gracias, señora presidenta.

 

Compañeras senadoras y compañeros senadores de la República.

 

Es un honor para mí hablar en nombre propio y de la senadora Dolores Padierna, así como del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática, para referirme al principal dirigente de la Revolución cubana, por los densos significados que entraña su reciente deceso.

 

De Fidel Castro Ruz, sus detractores y sus partidarios pueden decir muchas cosas, pero, en buena lid, nadie podría negar que ha dejado tras de sí un legado importantísimo, de dimensión universal en el sentido de que trasciende las fronteras y trascenderá los tiempos.

 

El sistema cubano, desarrollado en la medida de sus posibilidades, reúne originalidades y singularidades históricas que, aún consideradas críticamente y en su justa dimensión, pueden servir de lección a muchos pueblos de la tierra. Esto es especialmente cierto para aquellos que viven oprimidos por el yugo de la pobreza, no son especialmente ricos en recursos naturales y buscan un horizonte diferente al del dogma capitalista que busca que la sociedad no se defienda de las fuerzas económicas que le despojan de sus derechos.

 

Lo primero que habría que decir es que Fidel Castro fue un líder absolutamente particular y un político notable, invencible en su papel de estratega. No solo se rebeló contra la tiranía de Batista, contra el hambre, la injusticia y la desigualdad, sino que desafió las nociones más aceptadas sobre lo que es posible e imposible en política.

 

Dice una conseja de la teoría, por ejemplo, que no conviene al político hacer revoluciones porque lo que uno inicia no se sabe dónde vaya a parar ni quién vaya a capitalizarlo. Pues bien, desde el asalto al cuartel Moncada hasta el año de 2006, Fidel mostró que un dirigente de su altura podía, en efecto, llevar a su pueblo a la victoria, con un sólido proyecto nacional y sortear muy delicadas crisis, como la breve de los misiles, o la prolongada del periodo especial. Eso significó llevar la responsabilidad hasta sus últimas consecuencias con pericia y efectividad.

 

Entre otros imposibles, desmintió también a aquellos que sostienen que no se puede ser dirigente político e intelectual a una sola vez, pues fue plenamente ambas cosas hasta el final de su vida.

 

Fidel Castro mostró también que, a diferencia de lo que dicen los partidarios del realismo político, la vida de la gente es lo más valioso que hay, por encima de proyectos —por preciados que estos sean— y, con mucha más razón, de consideraciones económicas egoístas.

 

Desde la partida del yate Granma, cuando un hombre cayó al mar antes de llegar a Cuba y desoyendo los consejos de compañeros suyos que clamaban que el fin superior que era la Revolución no admitía demora alguna, Fidel encabezó la búsqueda del caído y mostró que la única racionalidad válida que dicta el ideal de la justicia es que mientras haya una esperanza no debe dejarse a nadie atrás.

 

Esto se hizo después realidad en franjas de Cuba como la mostrada por su sistema de salud donde, como sintetizó Ernesto Guevara de la Serna, ni todas las riquezas podrían considerarse más valiosas que la vida de una persona, quien quiera que fuera.

 

Esto mismo, el valor de la vida humana por encima del dinero, es quizá una de las aportaciones del legado de Fidel Castro que más habría que poner de relieve y que está en el fondo de las actuales teorías de bienestar aún sin crecimiento, como en la propuesta del Buen Vivir. Sólo entendiendo esto puede comprenderse la solidez de los sistemas de salud y educación de Cuba y la legitimidad de que goza el sistema en general entre sus ciudadanos, aun en periodos de especial apremio.

 

Es también ese factor lo que explica que incluso en una sociedad secularmente desfavorecida, pueda tenerse seguridad humana y seguridad pública, en general paz social. El retroceso civilizatorio mexicano, por ejemplo, podría combatirse con mayor efectividad si la política al respecto estuviera regida por la maximización de la vida y el desplazamiento del dinero a un segundo término, muy lejos de lo que ahora se hace, en México y el resto del mundo.

 

El legado de Fidel Castro, por otra parte, es también el de la soberanía nacional y la dignidad de los pueblos. Cada nación, por pequeña que sea, debe ser capaz de decidir sobre su destino y con las menores interferencias posibles. Cuba, con Fidel al frente, dio muestra de que esto era posible, aún en una isla que es 84 veces menor a su enemigo principal, como un día dijo Gabriel García Márquez.

 

No sólo eso, sino que Cuba no abandonó su vocación y supo ponerse, con Fidel Castro delante, al frente de la lucha de los llamados países tercermundistas en contra de las constricciones geopolíticas que amenazaban el destino de muchos pueblos.

 

En sus naciones de origen nadie olvida, por ejemplo, el destacado papel de Fidel Castro y la solidaridad cubana por él encabezada, en la lucha de Angola y el movimiento africano de liberación; en la formación de jóvenes aborígenes australianos en las mejores escuelas de medicina; las misiones alfabetizadoras y médicas —estas últimas con hazañas en su haber, tales como la derrota de decenas y decenas de casos de ébola.

 

El legado de Fidel Castro es también el de un ideal revolucionario renovado que no pasa forzosamente por las armas ni por la violencia. Los tiempos han cambiado y las vías para el cambio social se han diversificado. Bien lo entendió Fidel hace 16 años cuando lo dijo así: «Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender los valores en que se cree a costa de cualquier sacrificio».

 

Es cierto que las mujeres y los hombres pasan, pero los pueblos y las ideas quedan.

 

Tras de sí, Fidel Castro ha dejado una brillante estela, un cúmulo de ideas vivas que queda para el futuro y un pueblo valeroso dispuesto a defender cuanto ha conseguido. Por eso, más que hablar en esta sesión de una pérdida, hablo a ustedes del cierre de un legado, que es un legado vivo y en constante transformación. Cuba será cada vez más próspera y libertaria sin necesidad de abandonar nada de lo que su pueblo ha ganado de la mano de Fidel Castro.

 

De esta manera, no puede darse razón ni a aquellos que consideran a Fidel Castro un santo ni a quienes opinan de él que es un terrible villano. Se trató de un hombre, sin duda con errores pero que siguió cabalmente el camino marcado por sus valores e ideales, que fueron también los ideales de todo un pueblo. Se trató, indudablemente, de un hombre de convicciones profundas que, pudiendo abandonarlas y vivir cómodamente, hizo de su vida una línea recta y no las cambió por nada en el mundo.

 

Desde este recinto presentamos nuestro respeto y admiración al comandante Fidel Castro Ruz.

 

¡Hasta la Victoria Siempre!

 

0-0-0