#NoalasArmas / Excélsior


  • Resulta engañoso que se presente la legalización de portar armas de fuego parala “legítima defensa” como una solución al problema de la inseguridad.
Según la última encuesta de víctimas y percepción del Inegi, en México siete de cada 10 personas se sienten inseguras. No se trata de desmentir que en nuestro país hay un problema de inseguridad y un gobierno que se ha mostrado incapaz para resolverlo, pero es igual de engañoso presentar la legalización de la tenencia pública de armas para la “legítima defensa” como una solución al problema. Encauzar la impotencia y el coraje de la ciudadanía en esa dirección desencadenará una serie de riesgos que ya se han documentado en otros países. Sólo hace falta ver el caso de Estados Unidos, en donde tener un arma es un derecho fundamental. En ese país se registran más homicidios y suicidios por armas de fuego que en el conjunto de las siguientes 30 naciones más ricas.

Es erróneo suponer que una mayor disponibilidad de armas se traducirá en más seguridad. Los datos y la mayoría de los expertos cuentan la historia opuesta: cuando se relaja la legislación y se aumenta la disponibilidad de armas, aumentan también la violencia y la victimización. Un estudio de la Universidad de Chicago y la de Harvard demuestra que el predictor más fuerte de la tasa de homicidios de un país es precisamente la disponibilidad de armas de fuego per cápita.

La proliferación de armas ha sido catastrófica para nuestra región. América Latina tiene tan sólo el 8% de la población mundial y, en cambio, 33% de los homicidios del mundo. La violencia no es un fenómeno innato o natural en América Latina, es un problema multifactorial que pasa por la inequidad y la presencia del crimen organizado y explota por la disponibilidad de armas de fuego.

La investigación del profesor David Hemenway, de la Universidad de Harvard, que entrevistó a cerca de 300 investigadores especializados en criminología, control de armas y prevención de la violencia, reveló que 72% de los investigadores estuvieron de acuerdo con que un arma en el hogar, lejos de traducirse en mayor protección para la familia, aumenta el riesgo de homicidios intrafamiliares y en particular de que la mujer que vive en casa sea víctima de homicidio; el 64% estuvo de acuerdo con que un arma en la casa hace que sea un lugar más peligroso, sólo el 5% dijo que lo hace más seguro; el 84% estuvo de acuerdo con que el acceso a un arma de fuego aumenta el riesgo de suicidio; el 73% estuvo de acuerdo con que las pistolas no se utilizan para la autodefensa, sino para la delincuencia, y el 62% sostuvo que las leyes de armas más permisivas no han reducido las tasas de criminalidad.

La relajación de la legislación para la portación de armas no responde a la evidencia sino a los intereses de la poderosísima industria armamentística. La visita reciente al Senado de John R. Lott, uno de los ideólogos de cabecera de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en ingles), da cuenta de que este grupo hoy busca extender su control en nuestro país. El modo de operar y cabildear de dicha asociación se ha documentado en otros países como Brasil y Sudáfrica y se parece al despliegue que comenzamos a observar en México. Por si fuera poco, en su expansión la NRA contará con el apoyo irrefrenable del presidente Trump, que durante la campaña recibió grandes donaciones de la asociación.

Nuestro país sufre una epidemia de violencia armada y la mayoría de las armas están fabricadas en Estados Unidos. Un estudio económico realizado por el Instituto de Estudios Transfronterizos de la Universidad de San Diego y el Instituto Igarapé —con  sede en Brasil— estimó que el volumen de armas de fuego traficadas anualmente a través de la frontera Estados Unidos-México se traduce en al menos 127 millones de dólares en ingresos para los minoristas y los fabricantes de armas de fuego del país vecino. Hoy la normativa de armas en México es dura, pero si se relaja y la demagogia de la industria armamentística consigue engañarnos sobre la correlación entre la disponibilidad de armas y la seguridad, crecerá la importancia del mercado y, como consecuencia, el número de homicidios en nuestro país. Detengamos este tipo de propuestas que se alimentan del miedo para proteger los intereses de una industria que se enriquece de la violencia y la muerte.