Violencia política en razón de género obstruye la consolidación de nuestra democracia: de la Peña Gómez


Discurso de la senadora Angélica de la Peña durante la sesión solemne del Senado de la República en Conmemoración del 63 Aniversario del Voto de las Mujeres en México.

 

 

Angélica de la Peña Gómez (ADLPG):

 

 

Con su venia, presidenta.

 

Apreciables invitadas, invitados a esta sesión solemne.

 

Sin claridad no hay voz de sabiduría, hasta el saber cansa cuando es saber por oficio; hay muchos que estudian para ignorar, para todo se halla prueba y razón en qué fundarlo, y no hay razón para nada de haber razón para tanto. Todos aquellos que se eligen por algún medio para algún fin, se tienen por de menor aprecios que el fin al que se dirigen. Así como ninguno quiere ser menos que otro, así ninguno confiesa, porque es consecuencia del ser más. Sor Juana Inés de la Cruz.

 

Senadoras, Senadores, Diputadas, invitadas, invitados, a nadie sorprende que hoy las mujeres votemos y seamos votadas, pero no siempre fue así. Tuvieron que pasar más de cien años para que en todo el mundo se reconocieran los derechos políticos de las mujeres, los primeros debate sobre sufragio femenino en América Latina fueron en Costa Rica y Brasil en 1890 y 1891; Estados Unidos en 1920 fue el primer país que otorga el sufragio femenino a sus ciudadanas, y Ecuador en América Latina en 1929.

 

En México la Constitución del 17 no otorgó el voto a las mujeres, a pesar de que las mujeres tuvieron un papel importante en la Revolución. El 23 de enero del 17, el artículo 34 constitucional se redactó en masculino, las mujeres fueron omitidas, es decir, no fueron tomadas en cuenta en la redacción; tres días antes, el 26, en la sesión del Congreso Constituyente, Félix Palavicini advertía del peligro que implicaba esta omisión esta omisión, cito textual:

 

“El dictamen dice que tienen voto todos los ciudadanos, está en nombre genérico, esta misma redacción tenía la adición que existe en la Constitución del 57, y que se conserva hoy y yo deseo que aclare la Comisión en qué condiciones quedan las mujeres, y si no estamos en peligro de que se organicen para votar y ser votadas”. Oh, reflexión.

 

Fue hasta el año del 57 que se reconoce el derecho al voto de las mujeres en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, nuestro país fue uno de los últimos países en el continente americano en reconocer el voto a las mujeres, sesenta años después de que se iniciaría el debate.

 

Nuestra última reforma constitucional en materia política electoral fue en 2014, aquí, como cámara de origen el Senado de la República, elevó a rango constitucional la garantía de la paridad entre mujeres y hombres a las candidaturas a la Cámara de Diputados, Senado y Congresos locales, incluyendo la Asamblea Legislativa, entonces, del Distrito Federal.

 

Conviene recordar lo que Comisión Económica para América Latina y el Caribe consideró respecto a la paridad, dice: “La paridad no es una cuota mayor a favor de las mujeres sino la expresión más amplia de la universalidad; esta implica el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas plenas y una nueva práctica de ciudadanía orientada para fortalecer las democracias modernas. La paridad por el contrario, a diferencia de la cuota, es una medida definitiva que reformula la concepción del poder político redefiniéndolo como un espacio que debe ser compartido igualitariamente entre hombres y mujeres”.

 

A pesar de lo anterior, no se debe perder de vista que para alcanzar la paridad de género se requiere ciertamente modificar el contexto social y cultural de nuestra nación; en primer lugar, debemos generar mecanismos que fomenten una mayor corresponsabilidad de los nombres en el cuidado de la familia; en segundo lugar, tenemos que propiciar e incentivar la participación de las mujeres en la política y la función pública; y finalmente, tenemos que garantizar contiendas y ambientes electorales igualitarios y libres de todo tipo de violencia en contra de las mujeres por razones de género.

 

En nuestro país, muy lamentablemente, las mujeres cuando deciden participar en la contienda político electoral suelen ser percibidas como una amenaza a la hegemonía masculina y frecuentemente se apela al ejercicio de la violencia como estrategia para expulsarlas del espacio público.

 

Hoy en día, la incursión de las mujeres en el juego político electoral ha tenido correlato el ejercicio de este tipo de prácticas en el espacio político, hoy en esta conmemoración tenemos que decirlo, lo que visibiliza, por lo tanto, uno de los obstáculos culturales más preocupantes que condicionan su participación política, la participación política de las mujeres, el acoso y la violencia política en razón de género obstruyen cotidianamente la participación política de las mueres a través de prácticas tales como la obligación de renunciar a su banca una vez que han sido electas; la existencia de obstáculos al normal ejercicio de sus tareas que se expresa en la prohibición a expresarse; la difamación, el acoso a través de los medios, insultos, calumnias, violencia sexual, agresión física, dominación económica en el plano doméstico y político y, por supuesto, la persecución también de sus parientes, seguidores, entre otros.

 

Observamos, además, que en las sociedades étnicas la complejidad es aún mayor a considerar las dificultades para conciliar los usos y costumbres de los pueblos originarios y los derechos otorgados por la democracia, esta democracia que nos hemos dado, a las mujeres indígenas.

 

Hoy, en el 63 aniversario de la Conmemoración del Voto de las Mujeres, estamos obligadas y obligados a impulsar desde todos los frentes a acciones para erradicar la violencia política contra las mujeres y pasar a la paridad normativa a la paridad sustantiva.

 

Nos damos cuenta de la importancia de nuestras voces, sólo cuando nos obligan a guardar silencia. Cito a MalalaYousafzai.

 

Muchas gracias por su atención.

 

 

 

 

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