La convicción constituyente / Excélsior


En la CDMX corren noticias alarmantes, como el secuestro en Santa Fe de la hija de un ciudadano español, que desgraciadamente terminó en asesinato, o el relato del periodista Héctor de Mauleón sobre la invasión del crimen organizado en la colonia Condesa, delegación Cuauhtémoc, trabajo que le ha valido amenazas de muerte, junto con el escritor Rafael Pérez Gay.

A la par, mientras esto ocurre, arrancaron, también, los trabajos de la Asamblea Constituyente de la CDMX.

¿Cómo podemos sobreponer a la “ley de la selva”, que se experimenta de forma preocupante en las calles, un acto institucional que brinde esperanza y ruta de mejoría colectiva, como debería ser la redacción de una Constitución Política?

Sin duda alguna, el ciudadano promedio esperaría escuchar que este documento, y el grupo de personas encargadas de redactarlo, significan la oportunidad de una vida mejor en la ciudad que habitan. De otra forma, ¿cuál sería la razón de invertir en ello tiempo, discusiones, recursos humanos e incluso dinero de los contribuyentes?

Como diputado constituyente, estoy convencido que para lograr esta cercanía y sentido de utilidad para la gente, el proyecto que tenemos frente a nosotros necesita tener una narrativa común, de la cual hasta el momento carece. Éste es el principal reto para construir un documento trascendente. Desafortunadamente, en las dos sesiones que hemos tenido, aún no se han apreciado la madurez ni el sentido de vocación histórica que amerita el caso. Después de experimentar las primeras dos reuniones como miembro de esta Asamblea, considero que debemos hacer un esfuerzo para dejar de lado los intereses pequeños y dar paso al interés colectivo. Así lo reclaman los tiempos.

No es suficiente apelar, simplemente, a “la mayor representatividad a nivel local”, cuando tan sólo el 28% de la lista nominal de la capital votó. Tampoco es acertado señalar de “inconstitucional” la designación de diputados, cuando ello está, precisamente, establecido en la propia Constitución de la República. Resultaría muy pobre y lleno de miopía estancarse en pleitos basados en el regateo de legitimidad de los distintos grupos ahí representados.

Para generar un avance eficiente de los trabajos y consolidar un producto legislativo a la altura de lo que la gente espera, propongo avanzar por una ruta en donde nos comprometamos, por medio de un pacto político y cívico, a dejar atrás al menos tres vicios que hoy atascan al trabajo político, no sólo en esta Asamblea, sino además en todo el país.

En primer lugar, hoy nadie actúa más allá de su pequeño mundo, pese a que los problemas que tenemos enfrente rebasan por mucho la capacidad de solución de pequeñas islas de intereses, preponderantemente mezquinos. Un segundo vicio, relacionado con el primero, es que estamos volcados en la inmediatez, en el cortísimo plazo, y así nadie toma los riesgos ni asume costos, que son esenciales para construir un futuro sostenible y audaz. Como tercer vicio puedo citar que todo el mundo habla, pero muy pocos, casi nadie, actúan en congruencia con lo que piensa y dice.

Un ejemplo del resultado de conjuntar estos vicios es la cantidad de tiempo que se ha ido tan sólo para aprobar el reglamento que definirá cómo vamos a trabajar. Esto puede verse como una falta de respeto a la gente de la ciudad, que grita por cambios de actitud en sus liderazgos, y también a nosotros mismos, que nos merecemos crecer en calidad de debate y capacidad de ejecución.

Tenemos que dotar a nuestra Asamblea de una visión de largo plazo, porque es la única forma para derribar las barreras que hoy dificultan nuestro trabajo. Así podremos apostar por soluciones visionarias, que incorporen novedades y mejores prácticas de especialistas y académicos, en temas tan diversos como los derechos humanos, las nuevas alcaldías, la participación ciudadana, el pacto fiscal de la CDMX o el combate a la corrupción.

Dotemos a nuestro Constituyente de la Convicción, con mayúscula, que un acto de enorme trascendencia como éste requiere. Debemos convertirnos en artífices de un verdadero momento histórico. Los Constituyentes de 1917 son nuestro antecedente más cercano, y no podemos sino honrar el espíritu de compromiso a futuro y visión patriótica contenidos en su herencia.

Twitter: @RiosPiterJaguar