¿Quiere buenas noticias? Pues rectifique / El Financiero


Ávido de las buenas noticias que su gobierno no propicia, Enrique Peña Nieto decidió reemplazar una ceremonia solemne y republicana, la rendición de cuentas a la nación, por un reality show con público elegido para el lucimiento del personaje central. Se trató de un remedo de ejercicios anglosajones, con público entrenado para aplaudir cada que el actor principal dijera “muchas gracias”.

En sus dos primeros años, el grupo en el poder hizo de su gestión un carnaval de promesas: la central, que las reformas estructurales no sólo eran indispensables, sino que detonarían el crecimiento del país y beneficiarían directamente a todos los mexicanos.

Al acercarse a su cuarto año de gobierno, Peña Nieto pidió que se cuenten “las cosas buenas”, como si la realidad pudiera inventarse.

Es claro, para México y el mundo, que las reformas no caminan, ni siquiera en la errada dirección en que algunas fueron trazadas.

El crecimiento económico sigue siendo mediocre, como lo definía el PRI en los dos sexenios del PAN, y apenas ronda la mitad de lo prometido en campaña.

Organismos y medios internacionales subrayan el fracaso de las reformas de Peña Nieto, al mismo tiempo que alertan sobre los riesgos de una deuda pública que ha crecido diez puntos como porcentaje del PIB.

Si el precio del petróleo sigue a la baja, hay crisis en Grecia o Gran Bretaña sale de la Unión Europea, sea lo que sea que pase en el entorno internacional, los responsables de las finanzas nacionales tienen sólo una receta: recortar el gasto público.

Recortaron la inversión en infraestructura, los recursos para educación y salud, y aun así esperan buenas noticias. No las hay en el documento del informe, más que en afirmaciones y cifras maquilladas que no resisten un análisis serio.

Como no lo resiste su encuentro con jóvenes, muchos de ellos viejos conocidos del presidente, como se han encargado de aclarar las redes sociales, pues aparecen en fotografías con el mandatario o con otras figuras del PRI.

En los primeros meses de 2013, Peña tenía una aprobación de 50 por ciento contra 30 por ciento de ciudadanos que rechazaban su gobierno. Llegó a su cuarto informe con sólo 23 por ciento de aprobación.

Algunos analistas gustan decir que la pobre aprobación de Peña Nieto se debe a que los ciudadanos lo consideran corrupto, luego de los sucesivos escándalos que han marcado su mandato.

Es una explicación insuficiente porque deja de lado las fallidas reformas estructurales que no han traído los beneficios prometidos.

Los bajísimos salarios, la caída del peso, las gasolinas caras y el regreso a las temibles índices de inseguridad del calderonato, también pasan la factura.

En todo caso, el “novedoso” formato fue opacado porque alguien en el gobierno tuvo la peregrina idea de traer la campaña electoral de EU a nuestro territorio, vía al personaje que, como bien dijo el laureado Alejandro González Iñárritu, “nos ha escupido ante el mundo entero”.

La reunión no fue –o no sólo– un disparate que saliera de la oficina de un secretario de Estado –no de Relaciones Exteriores, por cierto– sino el consistente resultado de cuatro años de tumbos, de una política exterior errática que se disfraza de pragmatismo. Lo ilustra un hecho: Peña Nieto ha enviado tres embajadores a EU y nuestra sede diplomática en Washington estuvo sin cabeza durante seis meses.

El inefable Alfredo Castillo, hombre de confianza del presidente que dejó un tiradero en Michoacán y luego fue premiado con la Comisión Nacional del Deporte, justificó el pobre desempeño en los Juegos Olímpicos con el argumento de que el organismo oficial es sólo una agencia de viajes.

Tiene razón, quizá, porque eso ha venido a ser también la Cancillería: una agencia que organiza los viajes presidenciales para el lucimiento y la foto.

“Ha habido posicionamientos que francamente representan una amenaza y un riesgo para México”, dijo Peña en una entrevista de televisión. Pues a esa amenaza le puso la alfombra roja.

La autora es senadora de la República.

Twitter:@Dolores_PL