No es el muro, ¡es la muralla! / Excelsior


El muro fronterizo que quiere levantar Donald Trump es un proyecto que raya en la fantasía. Una fantasía excéntrica y descabellada, muy parecida a su peinado.

Para hacer un muro de entre 12 y 15 metros de altura, como Trump lo quiere, y de casi 3,200 km de largo, sería necesario construir poco más de un kilómetro diario, incluyendo todos los sábados, domingos y días festivos de su presidencia. Este cálculo no sólo asume que Donald llega a ser Presidente de Estados Unidos, sino que se reelige para poder construir durante 8 años. De otra forma tendría que levantar más de 2km diarios de muro. Más allá del reto inimaginable de ingeniería y movilización de recursos humanos, habría que ver qué dicen los contribuyentes norteamericanos, cuando les hagan la cuenta billonaria que tendrían que pagar por el chistecito.

Ahora bien, ese muro tendría que tener suficientes entradas y salidas para posibilitar el tránsito legal de más de un millón de personas, mexicanas y norteamericanas, que todos los días cruzan la frontera para intercambiar bienes y servicios; y que hacen posible, una parte importante del movimiento económico del Tío Sam.

Llama la atención, por supuesto, que una locura de este tamaño haya levantado tanto revuelo. Pero eso es lo que pasa cuando alguien explota el discurso del miedo y del odio, y no tiene nadie enfrente que logre desinflarlo con un discurso que apele a la construcción de un futuro mejor en colectivo.

Pero no son los disparates de Trump lo que debiera quitarnos el sueño. El problema no es el muro imposible de un gringo locochón, sino una muralla sólida y real que ya está construida en México y que está a nada de asfixiarnos.

Se trata de la muralla de la impunidad. Un coloso de 99% de solidez y construido con el espeso concreto de la corrupción.

Detrás de esta muralla, de cada cien delitos que se cometen sólo uno recibe castigo. Así lo confirma el último reporte del Índice Global de Impunidad, elaborado por la UDLAP, así como el informe La Situación de los Derechos Humanos en México, dado a conocer la semana pasada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

De acuerdo con la CIDH, únicamente en materia de tortura, de las 2,400 denuncias investigadas por la PGR en los últimos 7 años, sólo se han dado 15 condenas. Un escenario que, por desgracia, priva a lo largo y ancho del país.

Diario sumamos cientos de casos de homicidios, desapariciones, secuestros, tortura, extorsiones y corrupción, y todo esto queda escondido detrás de la gran muralla, donde quienes violan la ley jamás enfrentan una consecuencia y el gobierno de Peña Nieto prefiere hacerse de la vista gorda, negando una realidad que explota en su cara todos los días.

Como lo sostiene la CIDH, existe una profunda brecha entre el andamiaje legislativo y judicial, y la realidad cotidiana, sin acceso a la justicia, que viven millones de personas. Así que la muralla mexicana de la impunidad parte a nuestro país en dos mundos: los impunes y el resto.

Pero es posible destruirla. De hecho, en otros países de América Latina ya nos están poniendo el ejemplo. En Chile, la presidenta Michelle Bachelet instruyó en el 2015 la creación de un consejo asesor presidencial contra el tráfico de influencias y la corrupción, después de que su hijo fuera acusado por estos delitos. Él tuvo que renunciar a su cargo como director de organizaciones socioculturales en el gobierno, para enfrentar a la justicia.

En Guatemala lograron la dimisión, detención y encarcelamiento del presidente Otto Pérez Molina, en septiembre del año pasado, después de que fue acusado y encontrado culpable de participar en una red de corrupción.

Finalmente, el caso más reciente es el del exmandatario de Brasil, Luis Inácio Lula Da Silva, una de las figuras más influyentes y populares en su país. Lula fue detenido en su casa el 4 de marzo pasado, para ser interrogado como parte de una investigación de la fiscalía por su posible participación en un fraude a la empresa Petrobras.

Basta recordar el dicho de “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, para seguir alimentando el momento del cambio que ya está en marcha en México.

Nadie por encima de la ley, comenzando por las élites políticas y empresariales. Ése es el marro con el que vamos a derribar la muralla de la impunidad.

Twitter: @RiosPiterJaguar