Estupidez / El Universal


Como tal deben calificarse los atentados terroristas perpetrados en París que han sido reivindicados por el Estado Islámico. El terrorismo ha demostrado a lo largo de la historia su fracaso para dirimir las pugnas políticas dejando una secuela de sangre que ninguna causa, por legítima que sea, lo justifica.

Estos atentados se suman a una larga secuela de actos de terror realizados por este grupo fundamentalista en Egipto, Arabia Saudita, Túnez, Kuwait y Nigeria, así como contra la propia población siria, que hoy huye de la represión que asola a su país.

Son hechos absolutamente condenables, pero que también dan cuenta del rejuego de intereses y posiciones en la recomposición de la geopolítica global y ponen en evidencia la manipulación irresponsable del gobierno norteamericano y sus aliados en la relación Oriente-Occidente, que en su afán por expandir su dominio alientan la formación de grupos radicales para consolidar su presencia en Oriente Medio y África, consolidar su alianza con Israel y contener a los aliados de Rusia, China e India, como remates de la Guerra Fría, sobre los que a la postre pierden su control dejando igual su secuela de terror y muerte.

Ahí están los casos de los talibanes en Afganistán; Saddam Hussein en Irak, Osama Bin Laden y al mismo Estado Islámico, fundado en el concepto de “guerra obligatoria”: “Perseguiréis a vuestros enemigos, que caerán ante vosotros al filo de la espada”.

Traigo a la memoria las palabras de Noam Chomsky, para quien Estados Unidos es uno de los creadores fundamentales del Estado Islámico a partir de sus acciones destructivas en Medio Oriente y la guerra de Irak, y quien en enero de 2015, tras los atentados contra Charlie Hebdo en París, señaló que el problema reside en que Occidente olvida sus propios crímenes: “La razón tiene que ver con el concepto de ‘memoria viva’, una categoría construida cuidadosamente para incluir Sus crímenes contra Nosotros, mientras escrupulosamente excluimos, Nuestros crímenes contra ellos. Estos últimos no son crímenes, sino noble defensa de los valores más altos”, en la lógica occidental.

Y puso como ejemplo el ataque masivo de la OTAN en Serbia, en abril de 1999, a la televisora serbia RTV, donde resultaron muertos 16 periodistas, ante lo cual el portavoz del Pentágono, Kenneth Bacon, dijo entonces que “la televisión serbia es una parte importante de la máquina de muerte de Milosevic, igual que su ejército” y, por lo tanto, un objetivo legítimo de ataque.

“No hubo manifestaciones o gritos de indignación, no hubo gritos de ‘somos RTV’, no hubo investigaciones sobre las raíces del ataque contra la cultura y la historia cristiana. Por el contrario, el ataque fue alabado por la prensa”. “Cuanto más culpamos a nuestros enemigos de algunos delitos, mayor es la indignación; cuando mayor es nuestra responsabilidad en un crimen —y, por lo tanto, cuanto más podemos hacer para ponerle fin—, menor es la preocupación, tendiendo incluso a olvidarlo o a negarlo”.

El estrujante ensayo La orgía de destrucción global de los yihadistas apoyados por los Estados Unidos, de la doctora Christina Lin, citada hace unos días por Alfredo Jalife en el periódico La Jornada, afirma que los motivos geopolíticos del terrorismo yihadista obedecen a una clara amenaza no sólo a Rusia, que ha entrado a la guerra siria, sino también contra India y China.

La respuesta fue la esperada: “Debemos destruir al Estado Islámico” declaró el presidente Francois Hollande ante el parlamento francés. Mas la secuela de violencia, que se escalará, no se limitará al conflicto bélico contra el grupo extremista, sino que acarreará una ola de asepsia antimigratoria arabofóbica e islamofóbica en Europa, y en la intervención de la OTAN en Siria superando las reticencias manifiestas hasta ahora por Francia y Alemania.

El terrorismo es, a fin de cuentas, un acto de provocación. La expresión más estúpida del fundamentalismo y la intolerancia, en demérito de los pueblos y sus causas.

Senador de la República