La ética responsable / La Crónica de Hoy


Una de las preocupaciones recurrentes en la historia de nuestro país y en la historia de la vida personal, es el de la ética y su sentido. Sobre todo, el sentido que le damos en la tarea apasionante y difícil que es la política. En mi tarea cotidiana como legislador y en el vivir diario – lectura de periódicos, televisión, debates con políticos de otras tendencias de pensamiento y ciudadanos – creo, con firmeza, que la ética ha vuelto como tema de preocupación y como fuente en la cual se encuentran las respuestas a los problemas del mundo y, en lo concreto, de nuestra realidad inmediata, México, la patria común.

 

Por ética, entiendo la ética de la política que es, la de la responsabilidad. Es un concepto que se ha usado en los grandes debates contemporáneos cuando la sociedad mundial ha llegado a un punto de quiebre en que con claridad ve que la solución no está sólo en la generación de riqueza ni en la perfección de los sistemas de bienestar, sino en la ética, en el respeto de los gobernantes a los ciudadanos y en el respeto de los ciudadanos a la ley. Palabras que se pueden escribir o decir fácilmente; conductas y actitudes que tienen verdadero sentido sólo al ser validadas en la realidad, y de este modo, dejamos atrás la condición precaria del hombre que se contradice, totalmente, entre lo que dice y lo que hace, en el vivir día a día. El hombre como tal y como sujeto de su propia historia, es superior, pues hizo un invento único que permite la convivencia – nos dice Fernando Savater, el pensador español – que es precisamente la ética, la mayor creación de la humanidad.

 

Como representantes de los ciudadanos – y también vale para todos aquellos que participan de la administración pública – sea cual sea su nivel de responsabilidad, México, llegó ya a ese punto de quiebre en que el cambio de conducta personal y de modelo social es inevitable. Si la clase política no lo abandera, ese cambio se hará sin la clase política, y eso parece peligroso, o cuando menos, grave. ¿Pues quién lo conduciría?

 

Cuando revisamos nuestra historia reciente – un ejemplo serían los últimos 50 años del siglo pasado – o hasta cuando vemos una buena película de la Época de Oro del cine mexicano, salta a la vista que los valores, y remarco los valores, los cimientos, pilares y estructuras que daban un orden a la convivencia social, se perdieron. ¿Cómo sucedió esto? La vocación de servicio a los demás, la honestidad como prenda de conducta esencial en la mayoría, el decirle a la gente por parte de los políticos la verdad, es decir, lo real de la situación, lo posible y lo imposible; expresar con palabras adecuadas, pero sin eufemismos mentirosos qué es lo que se puede lograr desde el poder, también se perdió, y al diluirse entre la enorme cantidad de cosas propias de una modernidad que no sacó al país de la pobreza mayoritaria ni de la marginación social, estamos ya en una situación de muy alto riesgo, en el riesgo de que todo lo que el país ganó, se pierda, se diluya. No es exageración. Los pensadores de la política normalmente predicen cosas negativas o catástrofes incluso, pero la verdad es que la historia como tal no tiene un libreto que se cumpla al pie de la letra. Suceden hechos y cosas que no sólo nos sorprenden como sociedad, sino que a veces nos rebasan, pues el país en crisis está inmerso en una dinámica todavía más veloz de la acostumbrada. El país va muy por delante de su clase política.

 

Como legislador, lo percibo y lo siento al viajar por diversas partes del país en mis tareas legislativas, lo he palpado  en el sitio del país que más conozco de México: el Sur-Sureste.

 

He sido representante de los ciudadanos, como diputado local, desde 2001; he hecho seis campañasconstitucionales, recorrido cientos de kilómetros y hablado y escuchado a miles de ciudadanos. Estoy seguro que la mayoría ciudadana exige de sus líderes una ética responsable, que no es otra que la eficacia en la urgente tarea de gobernar, es decir, un gobierno real y sensible, cerca de los problemas de los ciudadanos.

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